Image: Kaprow en código abierto

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Exposiciones

Kaprow en código abierto

Allan Kaprow. Otras maneras.

9 mayo, 2014 02:00

Empujar y estirar: una comedia de muebles para Hans Hofmann (1963), de Allan Kaprow

Fundación Antoni Tàpies. Aragón, 255. Barcelona. Hasta el 30 de mayo.

A principios de los años 80 corría la historia apócrifa de que en el primer concierto de Suicide, el grupo de Alan Vega y Martin Rev, prácticamente todo el público abandonó la sala salvo unos pocos que corrieron a pegar sus orejas a los bafles. Esos pocos eran un público muy, pero muy interesado. En arte se habla mucho de público, mejor dicho, de públicos. Los museos y centros de arte buscan esos públicos conscientes de que su supervivencia depende de los números, de que muy pocos abandonen la sala. También está muy de moda hablar del giro educativo en arte, de una corriente que tiende a convertir las exposiciones en experiencias formativas. Desde hace algún tiempo, en la Fundación Antoni Tàpies parece que tienen una posición clara al respecto: buscan un público que ponga de su parte, que se interese, que no deje simplemente vagar la mirada por el espacio, sino que se siente, escoja qué vídeo quiere ver, qué documento quiere consultar.

Allan Kaprow (Nueva Jersey, 1927-2006) ofrece ahora un escenario ideal para dirigirse a ese público (ojo, ni especializado ni conocedor, simplemente interesado). Porque Allan Kaprow, pionero del happening, muestra una resistencia a la idea de museo. ¿Cómo exponer una obra que no existe como tal? Porque se trata de acciones, eventos o instrucciones para que se lleven a cabo: desde reorganizar los muebles de una habitación, hasta construir un muro con tochos de piedra y trozos de pan con mantequilla y mermelada, pasando por pequeñas acciones hechas en la intimidad casi indiscernibles de la propia vida cotidiana. Kaprow buscaba realizar una práctica artística que cumpliese con aquella anhelada unión entre arte y vida, que esquivase su cosificación, ser un fetiche, y que pudiese sociabilizarse, que se extendiese para que cada uno pudiera apropiársela.

Obviamente, una de las formas de exponer a Kaprow consiste en reunir los documentos, las fotografías o filmaciones de las acciones, junto a libros, papeles y registros sonoros. En fin, recurrir a uno de los elementos más de moda en las exposiciones en los últimos años: la vitrina. Pero de Allan Kaprow ya ha habido exposiciones de vitrina. Así que sus comisarias, Lawrence Russel y Soledad Gutiérrez, no tenían por qué plantear esta muestra en términos de repaso histórico, sino que se han planteado cómo actualizar a Allan Kaprow, cómo traerlo al frente, hacerlo presente sin neutralizarlo con la capa documental e histórica que ofrece el museo y sin traicionarlo, convirtiendo sus rastros en objetos fetiche. En una entrevista, la propia Soledad Gutiérrez insiste en que no se trataba de deformar a Kaprow para que entrase en el museo, sino deformar el museo para que cupiera Kaprow.

Efectivamente, el museo ha quedado deformado. Básicamente, porque la exposición va creciendo y haciéndose. No hubo inauguración. Unas mesas guardan información de sus diversos happenings. Una pared muestra un calendario de actividades y otra documentación de cómo esos happenings son reactualizados, rehechos y apropiados por el propio público (en aquellos más privados) o grupos de estudiantes, desde alumnos de arte hasta de secundaria. En el centro de la sala, los restos de alguna de las acciones, pocas, que tienen lugar en la fundación. En realidad, han enfocado a Allan Kaprow como si se tratase de un código abierto, unas instrucciones dispuestas para ser recreadas e implementadas en contemporaneidad, pensando en la situación política y social actuales. Contrariamente a lo que pasa tantas veces, el trabajo no se acaba cuando se inaugura la exposición, sino que empieza entonces. Y continúa.