Intervención de Fernando García
Los espacios de la antigua Fábrica de Tabacos estaban pidiendo a gritos ser entregados a los artistas. La instalación es una forma de arte que puede desarrollarse en el cubo blanco expositivo, que es hasta cierto punto un no-lugar para la contemplación de las obras sin interferencias visuales, pero sus posibilidades se multiplican -y sus riesgos se acrecientan- cuando se integra en construcciones con carácter e historia. No abundan en Madrid, ni en España, las sedes expositivas que permitan esa forma de interacción y menos aún con un programa estable. La excepción más notable, aquí, sería Abierto x Obras en Matadero, con un elevado porcentaje de aciertos hasta la fecha.Ocho cuestiones espacialmente extraordinarias demuestra que contamos con artistas muy capaces de hacer frente a este tipo de retos, y dispuestos a asumir a un nivel superior de implicación en los proyectos expositivos que supone un salto cualitativo frente al modelo de comisariado como "ilustración de tesis". Virginia Torrente, que tiene experiencia en iniciativas similares, ha promovido y coordinado ésta dejando que cada uno de los ocho artistas seleccionados -jóvenes pero no emergentes y todos españoles o de adopción- se adueñen de los espacios a ellos adjudicados en la planta baja de Tabacalera, sin imposiciones.
Incluso la posibilidad de trabajar sobre la historia del edificio y de utilizar los materiales residuales de esa vida anterior ha sido solo eso, una opción. Que, por cierto, ha sido poco atendida. El resultado es negativo y positivo: de un lado, no existe un hilo conductor en el recorrido y, de otro, tenemos ocho intervenciones que son ocho genuinas expresiones de personalidad artística y que propician una intensidad en la variada experiencia perceptiva, intelectiva y emocional del espacio.
Intervención de Jaime de la Jara
No puedo gastar líneas en describir cada uno de los trabajos -si no pueden visitar la exposición, hay un pequeño catálogo en pdf con buenas imágenes en la web del Ministerio- pero me gustaría sugerir algunas cuestiones especialmente patentes en ellos. A pesar de que cada artista tiene su mundo de referencias e intereses, no podemos obviar que nos encontramos ante un conjunto de ejercicios formales (y no lo digo peyorativamente... que parece que sea un crimen hacer arte que no sea ante todo militante), alrededor de tres ejes que se entrecruzan. El primero es arquitectónico. Miren Doiz, mediante un trampantojo pictórico, revierte casi perversamente a su estado de decrepitud original el muro blanco con el que Promoción de Arte ha querido "musealizar" su sala, mientras que Hisae Ikenaga rellena huecos con fragmentos de madera o preserva con cuidado y aluminio trozos de escombro, y tanto Miguel Ángel Tornero como Jaime de la Jara erigen construcciones efímeras dentro del edificio.El segundo es objetual. Los objetos impregnados de tiempo y vivencias se extienden por las salas: autobiográficos en Jacobo Castellano o Fernando García y meta-artísticos en Tornero; muebles con funciones edilicias en De la Jara e Ikenaga; o desubicados ventiladores en Nuria Fuster. El tercero es el lumínico. En Tabacalera se cegaron todos los vanos. En ese frío búnker, a cuya oscuridad De la Jara hace eco bajo su tienda "resistente", Tornero compone una sinfonía de efectos de la luz sobre materiales fotosensibles, en su invernadero traslúcido que es también un teatro de sombras, e Ikenaga abre la ventana de uno de los despachos que ocupa al patio central, arbolado, que vemos a través de una vidriera de cristales rotos. La luz artificial hace titilar los tres deslumbrantes candelabros de pobres vidrios de García y enfatiza la escenografía de Castellano, pero también anima, junto al viento mecánico de los ventiladores, los reflejos en la cortina de organza de Fuster y subraya la luminiscencia de las pinturas flotantes de Guillermo de la Mora.