Manuel Vilariño. Foto: Xurso Lobato
El fotógrafo inaugura hoy, en Tabacalera (Madrid), su mayor retrospectiva hasta la fecha
Pregunta.- Con más de cien fotografías es la mayor retrospectiva suya hasta la fecha: ¿Qué vamos a encontrarnos en esta exposición?
Respuesta.- No lo veo como una retrospectiva, aunque es cierto que son más de 30 años de trabajo, hay muchas cosas que no se han sacado. El título Seda de caballo viene de una pieza expuesta en 2002 en el CGAC: una esfera de cedro de 125 de diámetro y recubierta de seda, que así llamamos en Galicia al pelo de caballo. La obra sintetiza el concepto de esa noción rilkeana de lo salvaje, de lo abierto, entendido como intemperie; el territorio de lo animal. Entre esa instalación y la de la entrada a la exposición, muy poética, hay un recorrido por algunos de los políticos más importantes, obras como Paisaje fragmentado, con la que participé en la Bienal de Venecia (2007), las series de los pájaros, que creo que de algún modo están presentes en toda la muestra, los animales petrificados, las naturalezas muertas… Y todo desemboca en las salas finales en el paisaje y en la visión que yo tengo del paisaje.
P.- ¿Y cuál es esa visión?
R.- Para mí el paisaje es interrogación, es el preguntarse sobre la desaparición. Pero también tiene que ver con la escucha, con esa sensación de cuando te acercas a montañas y océanos y sabes que llegas a lo desconocido y a lo salvaje, de acercarse a lugares intactos aunque no lo sean. Fotografío esos paisajes que no son de ningún lugar, paisaje aurorales, con niebla, que pueden ser de Islandia o puede ser una laguna al lado de mi casa, que no distinguen entre sí. Me interesa como experiencia de lugar de escucha o de silencio y siempre observado con los ojos del animal. Como decía Rilke: "con todos los ojos del animal en lo abierto", así pretendo ver yo el paisaje. No como algo exótico, sin retorica ni grandilocuencia, pretendo verlo de frente. Con sosiego, con eso que María Zambrano llama "la luz del despertar", cuando aun no cantan los pájaros, como acto primero virginal.
P.- Fotógrafo y poeta: imposible escucharle sin pensar en ambas. ¿Cuándo se convierte la fotografía en poesía o viceversa?
R.- Cuando empecé ambas eran algo marginal. Luego la fotografía dejó la marginalidad y se convirtió en un espectáculo, fuego fatuo, castillo de naipes que se elevó con el mercado del arte. Yo procuré alejarme de aquello, como de joven me había alejado del documentalismo. En mi propio imaginario brota la palabra a través de la imagen. Creo que la palabra es más accesible que la fotografía. Ahora dependemos de una maquinaria en la que el artista desaparece, porque dependes de laboratorio, de montadores de una estrategia de mercadotecnia que hace que la imagen haya perdido el carácter poético. Se ha perdido la química ancestral de la fotografía. La fotografía y la poesía están profundamente vinculadas incluso en fotógrafos que no reflexionan sobre poesía, más allá del impacto metafórico o visual de una imagen. Es una pena que no haya reflexión en España… hay una preocupante carencia de pensamiento.
P.- Sus obras son, en parte, naturaleza muerta hecha fotografía.
R.- Hay una obsesión hasta cierto punto con la naturaleza muerta. Estuve en una exposición de Bacon a los 18 años y se me derrumbó la idea de ser pintor. Yo quería hacer naturalezas muertas pero revisando el concepto del animal, desde una perspectiva opuesta a lo que conocía, aunque alguna vez he hecho alguna concesión irónica a alguna pintura española. Quería derribar el muro e irme al espacio abismal del espacio en blanco y ahí articular los objetos, el animal o el cosmos. Esa idea de la naturaleza muerta me ha perseguido siempre.
P.- ¿Y cuál es el significado de la sombra en sus imágenes?
R.- La sombra es todo… Ya se ha puesto el mar color de plomo y vemos las nubes, hay que empezar a recolectar frutos y a trabajar en la sombra. Frente a las vanidades, los espectáculos, hay que volver a lo esencial, aunque no sea nada. Yo me meto en el hondón, aunque tenga el estudio en el claro del bosque, es una forma de vivir, de enfrentarte a tu existencia, lejos de la espectacularidad. Soy seda de caballo o soy ausencia, o no soy nada… [recita]. He escrito tanto de la sombra… Vivo en la sombra.
P.- El papel de la fotografía ha venido cambiando en los últimos años, ¿cuál es el papel de la fotografía hoy?
R.- Hay muchas fotografías. Pero la fotografía, o una parte significativa, al incorporarse al mercado del arte por supervivencia y al dictado del gusto, ha tenido que adaptarse al espectáculo. La creación es underground y hay mucha gente ahí. La fotografía como lenguaje propio o específico está muerta. Vivimos la postfotografía y lo mejor que le puede pasar es que abandone el gueto y que admita con humildad la presencia de música, pintura, instalación poesía, en esos territorios de hibridación en la conjunción de estas esferas está el futuro de la imagen.
P.- ¿Y dónde se sitúa usted?
R.- Yo vivo en la periferia de la periferia del arte. Lo mío es deambular, caminar, desbrozar. Hay artistas muy jóvenes muy interesantes pero trabajan casi en la clandestinidad. Creo que esto aflorará en unos años y serán como una ola que barrera todo lo que tiene el actual star sistem, la burbuja del arte.