Samuil Stoyanov: Geozavod 2012
Daniel Jacoby (Lima, 1985), toma como título el nombre de una de las aves más comunes de su país, el Cuculí, que se caracteriza por piar sin abrir el pico. El vídeo recoge imágenes que persiguen una atmósfera similar a la de Tokyo, realizadas en su estudio. Una voz en off despista con curiosidades del artista cuando estuvo en Japón en 2010, durante su residencia en Tokyo Wonder Site, igual que las explicaciones que oímos sobre cómo se llaman unas aves a otras. Jacoby salta de lo sensorial a la imaginación, con obras como bucles envolventes, donde mezcla narraciones que recuerdan a Cortázar con la ciencia, lo cotidiano con la metafísica, lo mundano con el arte. En esa lógica imaginativa, de juego, está el centro de su diana. Espíritu que hay, también, en Texto, extensión de su labor artística: la publicación editada junto a Gabriel Pericàs y David Bestué. Más que recomendable.
D. Jacoby: Cuculí, 2011
Por otro lado, Samuil Stoyanov (Dobrich, Bulgaria, 1975) no deja de emitir también señales intermitentes. Lo hace en el vídeo titulado Geozavod, que alude a un edificio neobarroco construido a principios del siglo XX como sede de accionistas de Belgrado, hoy abandonado. Su reiterativa acción con una bombilla a la que no deja de dar vueltas recuerda al efecto de un faro, insistente, señalizando un lugar que ha dejado de serlo. Acción simbólica que se convierte en acción política. Activista, incluso.