David Goldblatt, lo invisible del rostro
Ex Offenders
12 octubre, 2012 02:00Blitz Maaneveld at the Terrace, Woodstock..., 2008
Asesinos en la escena del crimen. Esto es lo que se puede ver en las imágenes tomadas por el fotógrafo David Goldblatt. Sus imágenes llegaran a la galería Elba Benítez tras pasar por centros de arte tan importantes como el MoMA o el MACBA. Imágenes duras por su autenticidad y la crueldad que muestran.
Debe su fama internacional, que no ha hecho sino acrecentarse con el paso del tiempo, a su extraordinaria crónica de la realidad política del Apartheid, aplicada en la República de Suráfrica desde 1948, cuando Goldblatt empezó a interesarse por la fotografía, hasta las elecciones democráticas de 1994, que ganó Nelson Mandela, el mítico gigante de la libertad, que dividía a la sociedad en tres grupos raciales, blancos (dominantes), negros y gentes de color o mestizos, a los que posteriormente añadieron un cuarto, integrado por indios y paquistaníes, cada cual con sus zonas territoriales, acceso a la educación y a trabajos determinados y excluyentes. Desde 1994, Goldblatt ha continuado su labor, revelándonos ahora las realidades surgidas en el post Apartheid, en una sociedad donde, por un lado, todavía se sostienen mecanismos de dominación del antiguo régimen, a la vez que se van gestando otros nuevos, de sumisión y explotación entre los antiguos compañeros de esclavitud, ahora divididos en clases sociales diferentes, ricos y pobres.
Ex Offenders (ex convictos) es la última, y todavía inacabada, serie de Goldblatt. Una colección de retratos de personas que en un momento de sus vidas delinquieron, realizados en un lugar significativo del delito, se acompañan de un texto del fotógrafo con la "declaración" de lo sucedido. Importa señalar que este artista entabló con cada uno de ellos una relación personal, que les pagó por su trabajo y que los beneficios de las exposiciones van destinados a la asociación que medió en el contacto entre uno y otros. Goldblatt no juzga lo ya juzgado. Nos pone ante ellos y sus posibles hechos como ante otro interrogador de nuestra conciencia. Influye en nuestra apreciación el sobrio y pertinente montaje conjunto de las fotografías, -con un cierto acabado especial, como si rehuyese permanentemente de la "artisticidad"en beneficio del testimonio en crudo, ese gris de hollín tan especial- y el texto, descriptivo, más que frío, detallado, incluso cuando cabe sospechar la mentira, cuya conjunción es imprescindible.
Salvo en uno de los retratados, Blitz Maaneveld en Terrace, Woodstock, Cape Town, donde mató a un hombre con el que había estado jugando a las apuestas, 7 de octubre de 2008, él mismo muerto de tres disparos, cuya dinamicidad asilvestrada y rostro contraído alertan nuestro sentido de supervivencia, lo más impactante es que en todos los demás -el atracador quizás homicida, el oficial de policía corrupto, el supuesto violador, el estafador del concesionario de automóviles...- lo delictivo resulta invisible en sus rostros. Quizás porque han dejado atrás la delincuencia, o porque el mal jamás deja ver sus facciones en las nuestras.