La kermesse antiheroica
El paisaje holandés
10 febrero, 2012 01:00Vista de la exposición
Es una de las exposiciones enmarcadas en el programa paralelo a ARCO que presenta cierto paisaje holandés lleno de sutiles conexiones y repentinas emociones. Una orquesta que agrupa varias generaciones de artistas conceptuales que, en su fusión, dejan entrever ecos que van y vuelven.
Es apasionante: no sólo tenemos esa capacidad de dar personalmente sentido a las creaciones de grandes artistas sino que también éstas condicionan de manera muy activa el entendimiento de otras obras artísticas y hasta de la observación del mundo. Así lo subraya la muestra que se acaba de inaugurar en el Museo Thyssen, Mondrian, De Stijl y la tradición artística holandesa, que provocará "interferencias" entre los neoplasticistas y -aquí sí- el Siglo de Oro holandés, así como esta interesantísima y atípica exposición en La Casa Encendida, enmarcada como la anterior en el programa paralelo a ARCO, donde Holanda es el país invitado este año. Hontoria ha elegido un pequeño corpus de obras seminales del conceptual neerladés -Bas Jan Ader, Marinus Boezem, Stanley Brouwn, Jan Dibbets y Ger van Elk- y las ha intercalado, atendiendo a parentescos en las formas y, sobre todo, en las actitudes, con las de un grupo de jóvenes creadores -Feiko Beckers, Gwenneth Boelens, Sharon Houkema, Martijn In't Veld, Katja Mater, Navid Nuur y Marijn van Kreij- que comparten a través del salto generacional una serie de características: desmaterialización, serialidad, "modestia" en la expresión plástica, antiheroicidad en la postura...
A pesar de que Ámsterdam fue en aquellos años -y sigue siéndolo hoy- un lugar de encuentros internacionales, y de que unos y otros artistas no trabajaron o no trabajan en una situación de marginalidad en el sistema del arte, se revela en ellos una condición de excentricidad: respecto a los discursos artísticos dominantes -los mayores, como bien dice Hontoria, deslizaron matices "biográficos, poéticos e incluso románticos" en la ortodoxia conceptual y los jóvenes responden a las ambiciones escenográficas y a las grandes producciones de una parte del arte actual-, respecto a los focos más activos del mercado y respecto al tono, excéntrico en cuanto alejado de la solemnidad y proclive al absurdo, incluso a la payasada.
La exposición se estructura de manera muy adecuada en dos ámbitos: interiores -el estudio- y exteriores -el paisaje, en un sentido amplio-. Y aquí vuelven a la cabeza la vieja "pintura de género" holandesa, que tenía como escenarios los espacios domésticos o las tabernas, y la pintura de paisaje que, con excepciones, mostraba también un entorno cotidiano, cercano. Hay algo muy propio del arte neerlandés: la traslación de una experiencia intensa del espacio y del tiempo. Está también en estos artistas contemporáneos, que exploran, miden y experimentan el lugar. Hay una atención particular a la luz, a sus variaciones temporales, a sus intensidades -y sombras- e incluso a sus propiedades físicas, y un protagonismo, en los exteriores, de la naturaleza elemental: sobre todo del agua pero también de los celajes. Constatamos, en general, esa tendencia a la soledad y el ensimismamiento que destaca el comisario y que confiere profundidad y emoción a muchas de las obras. Encuentro, sin embargo, que no todos los jóvenes dan la talla: Feiko Beckers, Martijn In't Veld y Marijn van Kreij carecen en mi opinión de ese aliento poético que se desborda en Bas Jan Ader o Jan Dibbets. La excesiva "ligereza" de las cosas puede hacer que se las lleve el aire.