Cannonball Heaven, 2011
Nacido en Londres en 1962, Yinka Shonibare marchó con su familia a Lagos (Nigeria) cuando sólo tenía tres años y regresó a Inglaterra a mediados de los 80 para estudiar arte. En su obra amalgama la crítica al colonialismo con la búsqueda de las raíces y rasgos definitorios de la identidad africana, que ha sido destruida u ocultada por la supremacía histórica europea. Miembro de la Orden del Imperio Británico y seleccionado para el premio Turner en 2004, ésta es su primera exposición individual en España. La muestra, comisariada por Octavio Zaya, reúne collages, fotografías, esculturas, vídeo, objetos e instalaciones, una de ellas, Cannonball Heaven, especialmente concebida para la sala. Piezas que componen, sin argumentos análogos pero con un denominador común, un conjunto de propuestas suficiente para valorar al artista.Su mayor interés, aunque también el germen de su confusa e intrincada narración, reside en la intrigante mezcla que Shonibare efectúa con algunos mitos de la cultura occidental y su disfraz bajo símbolos que proceden de la cultura colonial africana. Entre las obras de esta exposición, encontramos una serie fotográfica que une las aventuras del protagonista de Muerte de un viajante, de Arthur Miller, con las imágenes de los condenados al infierno que grabó Doré en sus ilustraciones de la Divina Comedia, y una instalación que reproduce, de manera sarcásticamente desgarradora, el voluntario accidente del viajante, descabezado y ataviado con ropas victorianas de tejidos africanos.
Los mismos disfraces sirven para vestir a los cinco protagonistas, representantes de cinco etnias diferentes, que duermen el sueño goyesco de la razón y engendran sus respectivos monstruos europeos, americanos o asiáticos; a los descabezados magnates alados de las principales compañías de automóviles norteamericanas, iconos de la avaricia occidental; y a los intérpretes de una parodia recurrente de Un ballo in maschera, de Verdi, que cuenta el asesinato del rey Gustavo II de Suecia, en un vídeo producido por el Moderna Museet, de Estocolmo.
Admiro la exquisita factura de realización de sus piezas, con escenografías complejas y perfectas, por más que produzcan cierto estremecimiento nada placentero. Aunque lo excesivamente simple de la parodia y la dificultad de acceso a sus citas y guiños le restan mucho de su capacidad transformadora. Incluso el título de la exposición y su objetivo, nada menos que encontrar las repeticiones y tropos de la Historia en el presente, me parece petulantemente ambiciosa. Comentarios eruditos para consumo de exquisitos sin mucho más qué hacer.