Image: Zush, más allá de lo anecdótico

Image: Zush, más allá de lo anecdótico

Exposiciones

Zush, más allá de lo anecdótico

21 junio, 2000 02:00

Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía. Santa Isabel, 52. Madrid. Hasta el 28 de agosto

Dice Zush (Barcelona, 1946) que la mascarilla en forma de cráneo seccionado con la que ha impuesto que se le fotografíe en los últimos días, tapándole la boca y la barbilla, simboliza su deseo de dejar de ser Zush, personalidad que adoptó hace más de treinta años Alberto Porta. Y uno se plantea si Alberto Porta puede dejar de ser Zush. No porque no le creamos capaz de generar nuevas propuestas, sino porque, en el fondo, la parafernalia que rodea a ese personaje, jefe de estado de Evrugo, no constituye una parte tan esencial del Zush artista. Quiero decir que la bandera, las monedas, el pasaporte, el alfabeto, y todo lo concerniente a Evrugo Mental State son casi anecdóticos cuando se consideran las altas cotas que ha conquistado con sus creaciones artísticas. Zush tiene un gran sentido del humor, le gusta desconcertar, proponer juegos para que el espectador activo participe de ellos, y hay mucha gente que se queda en lo que percibe como chiste. Pero lo que verdaderamente queda de él para el amante del arte es su enorme talento, su deslumbrante estilo gráfico, único, su manejo de los medios más dispares, su chispeante imaginación, su democrática actitud ante el arte, más allá de la broma. Aunque, probablemente debido a su no sé si voluntario alejamiento de las galerías de arte más potentes, que podrían haber promocionado su obra, ha sido insuficientemente valorado hasta ahora.

En la exposición retrospectiva del Reina Sofía todas estas cualidades brillan de manera especial. Hay que felicitar a todos los implicados en ella, pero especialmente a su comisario, José-Miguel Ullán (constante valedor de Zush), que ha acertado plenamente tanto en el concepto como en la selección de obras, y al diseñador del montaje, Enric Ruiz-Geli, que ha transformado por completo las salas, sumiéndolas en la penumbra e iluminando de forma espectacular las obras. El recorrido que, se nos informa, es un "mapa" del cuerpo del artista, en el que se penetra por la cabeza, nos va presentando las creaciones de Zush (dibujos, esculturas, maravillosos libros, proyecciones, proyectos en ordenador) y se cierra en una "casa", un habitáculo en el que ha permanecido durante algunos días, a la vista del público, trabajando. El objetivo de esta presencia física del artista en la exposición es romper con la concepción del museo como algo muerto, insuflarle vida. Algo muy en consonancia con el anhelo de Zush de llevar el arte a todas partes (es uno de los primeros y de los mejores creadores españoles en mostrar su obra en internet) y de hacernos a todos artistas, como explicaba en la entrevista publicada hace dos semanas en EL CULTURAL. Pero quizá su estancia, tan reveladora y tan opuesta a los estrellatos artísticos, no era del todo necesaria. Porque la vida está ya en la obra de Zush. Hay en sus dibujos una circulación de fluidos, un circuito eléctrico, destellos en las miradas, sexo; pulsiones e intelecto; ciencia y magia. El cuerpo en toda su esplendorosa complejidad, con todas sus contradicciones: físico y mental. Y, a pesar de las apariencias monstruosas, lo que persigue Zush es la armonía, vía aceptación de lo oscuro, de lo incómodo. La campanada, título de la exposición, nos convoca para una experiencia diferente de apreciación artística.