Desde este lunes, y solo durante una semana, la Capilla Sixtina vuelve a lucir como hace cinco siglos: a los célebres frescos de Miguel Ángel sobre el juicio final y a los de Botticelli, Perugino y Pinturicchio se han añadido los diez tapices que Rafael Sanzio (Urbino, 1483-Roma, 1520) diseñó para el perímetro inferior de la capilla y que representan los hechos de los apóstoles San Pedro y San Pablo, pero que el artista no pudo admirar completamente debido a su muerte prematura a los 37 años.
Actualmente el lugar de exposición habitual de los tapices es la sala dedicada a Rafael en los Museos Vaticanos. Un centenar de personas trabajó durante 13 horas el domingo para colocarlos en la Capilla Sixtina para esta fugaz exposición, enmarcada en la conmemoración del quinto centenario de la muerte del artista de Urbino.
Los tapices, basados en los dibujos sobre cartón de Rafael, se tejieron en el prestigioso taller de Pieter van Aelst, en Flandes, y costaron cinco veces más de lo que se pagó a Miguel Ángel por su trabajo en toda la capilla. En realidad los tapices permanecieron muy poco tiempo en el lugar para el que fueron concebidos y de hecho fueron subastados para sufragar deudas del Vaticano. Luego la Santa Sede los recompró, algunos fueron robados durante el saqueo de Roma de 1527 y finalmente volvieron a recupersarse, exponiéndose en la capilla solo en ceremonias especiales. Además, se dice que a Miguel Ángel no le sentó nada bien que los tapices de Rafael restaran protagonismo a sus frescos, lo que habría contribuido a que los tapices fueran poco a poco relegados.
Durante el medio milenio que ha transcurrido desde su muerte, Rafael ha sido "protagonista de la belleza, de la armonía, del gusto y de la inspiración creativa de generaciones de pintores, escultores, decoradores, arquitectos y artistas", afirma en un comunicado Barbara Jatta, directora de los Museos Vaticanos. "La intención de los Museos del Papa es compartir, quinientos años después, la misma belleza en homenaje al divino Rafael", añade Jatta, que asegura que "para comprender completamente a Rafael, hay que venir al Vaticano".