Obra de Nacho Martín Silva en el stand de José de la Fuente

84 galerías, 45 latinoamericanas, conforman la 11ª edición de ArtBo que, para disgusto de los galeristas, ha aumentado su número de secciones

En el recinto de Corferias, muy cerca de la ciudad universitaria, se celebra la undécima edición de ArtBo, la feria de arte de Bogotá que cumple este año su undécima edición. Es una feria que, pese a los vaivenes de la economía en el subcontinente americano (la reciente depreciación del peso frente al dólar ha sido traumática), se ha consolidado entre las más importantes, con afluencia importante de galerías latinoamericanas y europeas y con buena presencia española. 84 galerías, 45 latinoamericanas, conforman una edición que para disgusto de los galeristas, ha aumentado su número de secciones, algo que, ya se sabe, el gremio considera perjudicial pues distrae al profesional de lo que verdaderamente importa: comprar. Comprar sin trabas. El primer día, sin embargo, volvía a darse uno de los eufemismos más comunes en el mundo del mercado: "la cosa va algo lenta".



ArtBo ha cambiado mucho desde su creación. Desde la llegada en 2012 de María Paz Gaviria, bien asesorada desde diferentes frentes, la feria ha dado un salto de calidad. ArtBo, dicen muchos de los agentes artísticos de la ciudad, ha sido determinante para el impulso artístico de la ciudad y ha favorecido la llegada de múltiples profesionales internacionales. A la siempre seductora Bogotá se une ahora, además, la mayor estabilidad y seguridad de la que goza en años recientes. Pero, claro, por muy bonita que sea tu ciudad, por mucha calidad que ostenten tus galerías, la vida de una feria está condicionada por las ventas, que son el motor de todo, y la economía en este contexto geográfico son siempre una incógnita.



El caso reciente de Brasil es revelador. A principios de esta década, cuando en Europa sufríamos los peores años de la recesión, parecía que la potencia de Brasil sería capaz arrastrar a todo el subcontinente hacia un periodo de bonanza (la Bienal de 2010 incluso invitaba a pensar en el país carioca como catalizador cultural de la unión de los pueblos latinoamericanos a partir de su nueva fortaleza económica). Cinco años después, no sabemos si se está iniciando un camino inverso, liderado, paradójicamente, por la crisis que vive el país que preside Dilma Roussef.



Bogotá ha irrumpido en la nómina de las ferias de arte más relevantes de Latinoamérica, y juega con ventaja frente a sus rivales brasileñas, Sao Paulo y Río: no tiene los aranceles tan estrictos y eso permite la llegada y salida de obras de arte con mucha mayor fluidez. Para una feria, eso es vital.



Obra de Marwena Nowak en el stand Gregor Podnar

Ya he manifestado en alguna ocasión mi incapacidad para juzgar la calidad de una feria de arte porque no importa lo bueno o lo malo que a alguien le parezca esta o aquella obra si no está respaldada por las ventas. Pero en el paseo que pude realizar durante dos tardes de la feria pude encontrar algunas sorpresas. La feria es desigual por la singularidad de las secciones y por la inclusión de stands comerciales dedicados a productos no relacionados con el arte más contemporáneo que los galeristas miran con recelo, cuando no con verdadera perplejidad. Pero hay una muy buena selección de galerías latinoamericanas y europeas (las galerías estadounidenses todavía no han sentido la llamada de Colombia). Dos stands, que son parecidos entre sí por su muy sugerente mezcla de conceptuales históricos y jóvenes valores, resultan especialmente interesantes en la sección principal, que reúne a unas sesenta galerías. Se trata de la galería brasileña Jaqueline Martins y la eslovena con sede en Berlin Gregor Podnar. De la primera destacan las obras de los setenta de Lydia Okumura, mientras que en Gregor Podnar interesa casi todo, desde sus históricos Goran Petercol y Goran Trbuljak hasta los más jóvenes Marwena Novak y Pablo Accinelli, estos últimos con piezas excelentes.



La sección de proyectos muestra trabajos de Wilfredo Prieto en Annet Gelink y de Falke Pisano en Ellen de Bruijne, dos de las galerías holandesas más poderosas. Ahí está también la galería Bacelos, que ha traído al artista gallego David Ferrando Giraut con un interesante proyecto sobre modelos de percepción a partir de la idea de superficie, de la dualidad entre lo conceptual y lo sensorial. Poderosas en lo formal, son obras que exploran sistemas perceptivos ancestrales imbricados en el imaginario de nuestro tiempo. Pronto veremos más en torno a este proyecto en el vídeo en el que Ferrando Giraut viene trabajando desde hace una temporada.



La participación española es potente. La galería Alarcón Criado presenta un muy equilibrado stand con obras de François Bucher & Lina López en torno a su devoción por La Jetée de Chris Marker y otras del estonio nacido en Budapest Dénes Farkas, una estupenda reflexión entre imagen y texto. Sigue realizando una pintura excelente el madrileño Nacho Martín Silva, en el stand de José de la Fuente, con unos de sus conocidos cuadros estructurados en políptico que acuden a asuntos históricos, en este caso el desmantelamiento de las obras del Prado para ser trasladadas a Valencia según atestigua un archivo fotográfico. Martín Silva establece asociaciones entre estos episodios y su propia percepción personal de otras situaciones, reales o ficticias. El resultado es un complejo y bien armado universo. Creo que en pocos artistas de su generación se condensan un interés narrativo y una calidad pictórica tan concluyentes. Tiene muy buena mano, y trabaja la representación y la abstracción con idéntica destreza.



Obra de Marwena Nowak en el stand Gregor Podnar

Entre el resto de españoles, Elba Benítez ha traído sus garaicoas, fragateiros y bungas y una soberbia pieza de pequeño formato de Gintaras Didziapetris; Formato Cómodo tiene buenas piezas de Miquel Mont y MaisterraValbuena cuadros de Antonio Ballester y unas pequeñas obras de B. Wurth: Moisés Pérez de Albéniz presenta fabulosos cuadros de Juan Uslé y Max Estrella una selección de artistas liderados por Eugenio Ampudia. Pero no podemos dejar de destacar el stand de Espai Visor, cuyo muro dedicado (y montado al milímetro) por Hamish Fulton es, sin duda, uno de los momentos de la feria.



Fuera de esta, la ciudad se engalana para hacer de este fin de semana el gran evento artístico del año. A las galerías de la ciudad se unen presentaciones de espacios sin ánimo de lucro, los coleccionistas abren sus casas al público, aparecen otras ferias de formato más pequeño pero también interesantes y las instituciones programan exposiciones de interés. Ninguna ha llamado tanto la atención como la de Carlos Bunga en el Museo de Arte de la Universidad Nacional de Colombia, tal vez la mejor expo que le he visto nunca al artista portugués.



@Javier_Hontoria