Trisha Donnelly
Arte en el mundo
8 septiembre, 2005 02:00Una exposición de Trisha Donnelly no puede dejar a nadie indiferente. En Zurich se puede ver una interesante exposición de su trabajo, urdido a partir de dibujos, vídeos, fotografías, piezas de sonido y performances.
Trisha Donnelly nació en 1974 en San Francisco, donde vive y trabaja. Pese a su corta edad se ha convertido en una de las artistas más interesantes de la escena norteamericana y ha participado últimamente en grandes proyectos. Sin ir más lejos, sólo este verano, y sólo en Europa, tiene obra en una colectiva del Kunst Werke en Berlín, y dos exposiciones individuales, esta de la Kunsthalle de Zurich, y otra en la Kolnischer Kunstverein de Colonia. Su trabajo ha podido verse también en las bienales de Praga y de Moscú o en la de Lyon de 2003. Trabaja con galerías tan relevantes como la neoyorquina de Casey Kaplan.Donnelly se apoya en lo efímero, en los incidentes inesperados. La poesía que se oculta en esos instantes es el motor de su obra. Podemos decir que Trisha Donnelly trata de captar el momento en que las ideas toman forma, adquieren visibilidad (pero esto no quiere decir que su obra se instale en lo silencioso y sutil aunque bien es cierto que buena parte de su trabajo nace de la lentitud del dibujo preciso. En su exposición en Casey Kaplan, se plantó sobre un caballo y comenzó a lanzar consignas sobre la rendición de Napoleón). Su obra es un lugar para la imaginación. Es así como entendemos esta forma de referirse a su trabajo que encontramos en la tesis de esta exposición de Zurich: la de la sinestesia, la posibilidad de obtener sensaciones corporales reflejas, procedentes de otros lugares del cuerpo. En este sentido es necesario comentar una de las piezas presentes en esta exposición ("The Redwood and the Raven"). Compuesta por 31 fotografías, es una serie de imágenes de un bailarín, imágenes que documentan un número de baile. Sin embargo, la galería o institución que albergue la pieza, sólo puede exponer una de las imágenes e ir cambiándola todos los días. De este modo, la idea convencional de una secuencia documental queda truncada en favor de una situación en el que las ausencias son casi más importantes que las presencias. Porque las imágenes que no están, las que no vemos, son las que nos cuentan cómo es el número de baile. Esta forma de actuar es típica en el quehacer artístico de Trisha Donnelly.
Esta de la Kunsthalle es una exposición decididamente sugerente. Es enorme la carga poética que Donnelly imprime a sus trabajos. Sus obras necesitan un gran nivel de participación del público pues le exige en todo momento que esté predispuesto a la evocación. En algunas de sus exposiciones se anuncian cosas que no van a suceder. El espectador encuentra pistas y sugerencias que finalmente no llevan a ninguna parte. No es de extrañar, pues, que Donnelly llame a sus acciones "demonstrations" y que éstas nunca se graben ni se documenten.