Puerta-verja-puerta-verja-puerta. En La Florida (Madrid), las calles son un monótono sucederse de tapias y huecos entre los que asoman, tímidos, extraños testamentos estilísticos de décadas pasadas; un zoo de chalets-fortalezas en las que los habitantes se recluyen entre horas. Nada, sin embargo, sobresale en la parcela de selgascano, que parece haber sido colonizada por la naturaleza: la puerta metálica ("SC", en Stencil, con letras blancas y grises) y el doble telefonillo ("casa" y "estudio", en una cinta DYMO de color rojo) son los únicos gestos que rompen el mutismo. "Pasad", dicen. Una vez se supera el umbral, entre la espesura se adivina un rayo rojizo. Se trata de la cubierta de la casa de Silicona, hogar de Lucía Cano y José Selgas (ambos de Madrid, 1965), un volumen semienterrado que los años han ido aureolando de vegetación y que actualiza los postulados sensibles de Julio Cano Lasso, el padre de Lucía.
Selgascano acaban de llegar de Londres, donde supervisan la realización del muy mediático pabellón estival de la Serpentine Gallery. Se inaugurará el próximo 23 de junio en el Hyde Park londinense, justo a tiempo para que los autores tomen un vuelo al día siguiente a Dinamarca y abrir al público una pequeña pieza en el Museo de Arte de Louisiana, al norte de Copenhague: "Es una faena; nos hubiera gustado supervisar el montaje, pero ha sido imposible".
Solemos pensar lo difícil que es traer el ser vivo a la arquitectura. Pero hemos aprendido a crear algo completamente artificial"
Dos obras en dos días: ciertamente inusual en un estudio de arquitectura que dosifica con fiereza tanto su imagen pública como su producción construida. Aparentemente, para alguien tan celoso de su privacidad supone una paradoja aceptar uno de los encargos más visibles del mundo: "Estuvimos a punto de rechazarlo por esa razón. Lo cierto es que no nos interesa demasiado la presencia mediática y, sin embargo, ahora tenemos cuatro peticiones de entrevistas al día... es una pesadilla (sonríen)". Selgascano es el primer estudio español que accede al encargo, tras un ligero cambio de rumbo en la política de Julia Peyton-Jones y Hans Ulrich Obrist, comisarios del centro londinense. Hace ya tres ediciones y tras una serie de proyectos de stars muy discutidos (el de Jean Nouvel, en 2010, fue una pequeña catástrofe aburrida, remontada al año siguiente con Peter Zumthor y Piet Oudolf), comenzó un viraje hacia oficinas algo menos conocidas, pero garantes de prestigio en el contexto arquitectónico.
Empate a uno
En esta etapa, de momento, empate a uno: un buen trabajo del japonés Sou Fujimoto fue sucedido por la no muy convincente pieza del chileno Smiljan Radic. Para el lego, el pabellón de la Serpentine, con proyección mundial y aparente libertad artística, puede considerarse un encargo idílico. Error: "Se tiene que proyectar, discutir, aprobar y construir en solo seis meses. Y no vale cualquier cosa. Se exige, además, que sea desmontable: suele venderse a coleccionistas de arte y acaban repartidos por el mundo. La negociación en todo el proceso es muy importante; se trata de conseguir un programa claro, rico, denso y ambicioso. El equipo de trabajo está completamente definido y cuenta con la experiencia de todos estos años (ingenieros, montadores y constructora). Los recién llegados son sólo los arquitectos".
Tras el anuncio de su designación, selgascano expresaron su intención de trabajar con la idea de "transparencia". Las primeras imágenes del resultado ("un caramelo retorcido, arrugado", dicen los autores con sorna) obligan a incorporar algunos matices: "Al principio, la aplicación de ese concepto era completamente ingenua: un pabellón completo de metacrilato transparente. Era un tubo que giraba, se llevaba por piezas y no tenía un sólo tornillo. Las enormes costillas se unían a través de un pegamento que convertía las juntas en líneas fluorescentes".
Pero el concepto ha cambiado radicalmente desde entonces: "Nos preguntaron: ‘pero, ¿no tiene color?'. Claro que lo había: estaba en esas juntas que flotaban en el espacio. Ahora, sin embargo, la complejidad es lo que más lo define a este pabellón. Busca ser una experiencia: múltiples entradas, múltiples salidas… De hecho, no es un pabellón, sino varios. Tampoco es una piel, sino dos: incluso es posible caminar entre la capa interior y la exterior". Pese a ello, el proyecto no ha abandonado uno de sus temas principales: la relación entre lo natural y lo construido, un aspecto recurrente en la trayectoria del estudio. "Solemos pensar en lo difícil que es traer el ser vivo a la arquitectura. Hay que mantenerlo, algo que acarrea trabajo y otorga responsabilidad. Pero hemos aprendido que se puede crear una suerte de naturaleza con algo completamente artificial. ¿Qué es lo que es hermoso de la naturaleza? La complejidad absoluta".
Aún en curso, los trabajos para la Serpentine ponen también en primer plano la obsesión tectónica del estudio. Los proyectos de selgascano suelen ser desconcertantes; al mirar sus planos, resulta difícil hacerse una idea precisa del resultado final. No tanto por su falta de legibilidad, sino por la respuesta escéptica del ojo entrenado que espera que todo se engrose o cambie. Dicha perplejidad ante lo literal del resultado es, también, un sentimiento compartido por los arquitectos: "Siempre damos muchas vueltas y probamos con distintos materiales, pero el resultado final suele ser muy parecido a las primeras maquetas. No es algo buscado, pero está ahí. Nos interesa mucho el proceso constructivo, lo que sucede entre el diseño y la obra terminada... A veces, nos planteamos qué pasaría si cocinásemos recetas de otra gente, cómo interpretaríamos otras arquitecturas. En esta obra nos interesaba experimentar con el EFTE, un polímero que suele emplearse en construcciones tensadas y neumáticas, y hacerle todo tipo de perrerías, ya que, hasta la fecha, las obras con este material suelen ser burbujas limpias, volúmenes perfectos... Nosotros, por ejemplo, hemos incorporado espejos dicroicos transparentes que cambian de color; es un trabajo un tanto experimental".
La Serpentine retrata a este estudio en un momento de expansión. Ahora, tras años de obras en España y haber practicado la docencia durante un par de cursos en el estadounidense MIT, comienzan a hacer encargos por todo el mundo: Los Ángeles, de nuevo Londres, Estocolmo... Quizá no volvamos a conocer a los Selgascano de sus inicios. ¿Cambiará esa forma de hacer que se ha distinguido por una dedicación casi artesanal a su trabajo? "Siempre hemos sido los primeros en exigirnos; no creemos que la Serpentine vaya a afectarnos demasiado. Es una actitud personal. No vamos a estar pendientes de lo que se espere de nosotros, sino de hacerlo bien".