El sonido de la voz grave de Álvaro Siza (Matosinhos, Portugal, 1933) ocupa (y casi amenaza con saturar) la línea telefónica. Su hablar es pausado, con una característica mezcla de portugués y español. Atiende a El Cultural desde su oficina en la portuense Rua do Aleixo, un pequeño edificio proyectado por él a la desembocadura del Duero, y que comparte con Eduardo Souto de Moura y los herederos de su maestro, Fernando Távora. Siza posee una trayectoria extensa y, para alguien de su posición, excepcionalmente coherente.
Desde que comenzó su carrera profesional, a principios de los 60, ha acumulado una cadena de reconocimientos: del premio Mies van der Rohe en 1988 por la Banca Borges e Irmãos (en Vila do Conde, Portugal) al Pritzker en 1992, o el León de Oro a su trayectoria en la Bienal de Venecia en 2012… Medallas que, sin embargo, no han mermado su obstinación por acercarse a la arquitectura desde presupuestos sociales. Sus viviendas en Bouça y la Rua de São Vítor (Oporto, 1977) siguen siendo, cuatro décadas después, objeto de estudio por sus procesos de negociación con el usuario y su certera adaptación a las difíciles condiciones económicas y sociales con las que se realizaron. Hoy, con más de 80 años, continúa construyendo con regularidad (ha terminado, hace tan sólo unos meses, su primer proyecto en China junto a Carlos Castanheira) y mantiene fuertes vínculos con nuestro país, donde comenzará en 2016 los trabajos para el nuevo acceso de la Alhambra.
"La posición del arquitecto se ha puesto en entredicho, incluso en España, donde antes era reconocido como figura central"
Pregunta. Venimos de una época oscilante. La arquitectura ha perdido parte del protagonismo que tenía a principios del siglo XXI. En sus más de 50 años de profesión, ha conseguido seguir en primera línea mundial sin haber modificado la identidad de su propuesta. ¿Cómo explicaría la pervivencia de una apuesta tan personal?
Respuesta. Depende de cada arquitecto. Cada uno tiene una determinada formación, educación, contactos... eso es lo que determina la evolución de su pensamiento sobre la arquitectura. Y luego están las condiciones de trabajo que encuentra. Durante mucho tiempo, trabajé únicamente en Portugal con obra pequeña, como casas y algunos equipamientos. Era un trabajo reducido y de gran intensidad. Sólo después de 1974, tras la apertura de Portugal, empecé a tener oportunidades fuera. Hubo un periodo, tras la revolución de los Claveles, de trabajo intenso alrededor de la vivienda social, que luego se perdió. La evolución política en mi país me empujó al exterior, donde pude retomar ese tema. En ese momento, desde otros lugares existía interés por mi trabajo y el de los compañeros que participaban en esos programas de vivienda social después de la revolución del 74.
P. ¿Qué buscaba entonces en lugares como Alemania u Holanda, o ahora, que ha comenzado a construir en China?
R. En los 70 existió una fuerte movilización en Europa, un interés en todos los países respecto a temas como la vivienda social, el impacto de la inmigración y la participación de los usuarios en la definición de los programas y de la arquitectura. Por esa razón fui invitado a Berlín y Holanda. En ambos casos, trabajé en distritos donde se daba una gran concentración de inmigrantes (en La Haya, el porcentaje en la barriada donde construí alcanzaba el 50%). Los políticos asumían por aquel entonces los riesgos de la participación y de la integración de esa nueva población, de contener los conflictos que surgían.
P. ¿Existen aún diferencias entre los lugares?
R. ¡Claro que hay diferencias! ¡Para bien y para mal! Se habla de globalización, pero hay diferencias patentes si miramos a Europa, al norte y al sur. Estamos experimentando el impacto de esas diferencias en la comunidad europea, desde la solidaridad hasta su opuesto. En cuanto a la arquitectura, en este contexto la vivienda social prácticamente se ha extinguido; en Europa, apenas queda vivienda social en curso. La posición del arquitecto se ha puesto en entredicho, incluso en España, donde antes era reconocido como figura central en los equipos interdisciplinares que hoy desarrollan los trabajos de la arquitectura y la ciudad. Ese papel del arquitecto como el que acompaña la obra desde el inicio hasta el final está siendo muy contestado. Así, aparece ese estereotipo del arquitecto como creador de imágenes bonitas, bellas, excitantes... pero que después concretan otros especialistas. Este hecho se refleja rápidamente en la pérdida de calidad de la arquitectura...
P. ¿Se está transformando la arquitectura en un lujo?
R. Sí, parece que el espíritu de quienes deciden va encaminado a que el arquitecto sea un lujo para el que tiene dinero, cuando todo el desarrollo de la arquitectura moderna se basaba en el trabajo (en la vivienda social, en la igualdad dentro de las ciudades...) entendido como servicio social. Es un proceso lamentable al que asistimos hoy.
Cerca de España
Siza habla de nuestro país con un conocimiento nada casual. Aquí ha trabajado en repetidas ocasiones, desde aquel ya lejano Centro Gallego de Arte Contemporáneo (Santiago de Compostela, 1993) hasta el Paraninfo de la Universidad del País Vasco (Bilbao, 2010). Se trata de una relación fructífera y sostenida a lo largo de los años: “En mi generación, vino marcada por la proximidad, por la facilidad de atravesar las fronteras en un tiempo en el que viajar no era tan fácil como hoy. Entonces, las relaciones eran mucho más difíciles por la distancia. En cambio, con España era inmediata y directa. Desde que era estudiante, tuve ese contacto a través de los pequeños congresos, esas reuniones de arquitectos españoles a las que me invitaron a mí mismo, como también a Fernando Távora. Allí debatíamos sobre lo que cada uno estaba haciendo. Fue donde conocí a Ramón Vázquez Molezún, por ejemplo. Recuerdo estar con él en el Boa Nova [su primera obra, un pequeño restaurante a pie del mar en Leça da Palmeira, terminado en 1963] y coincidir también con Sáenz de Oiza, Moneo... Así establecí relaciones de amistad y también de trabajo con muchas personas”. No obstante, ahora considera que el panorama es radicalmente distinto: “Hoy un estudiante dispone de información respecto a todo lo que se hace en el mundo y a toda la historia de la arquitectura, es muy distinto”.
"La arquitectura va encaminada a ser un lujo para el que tiene dinero, cuando su base está en ser un servicio público. Algo lamentable"
El arquitecto portugués retorna a nuestro país para construir la nueva puerta de la Alhambra, un espacio de recepción de visitantes que estará semienterrado y se situará al sureste del palacio, monumento que conoce bien: “La visité con mi familia, de joven, en uno de mis primeros viajes. Me encantó, fue como un derrumbamiento. Después, en ese periodo de los 70, tras la caída de Salazar, volví a Andalucía, ya como arquitecto, invitado por la Universidad de Sevilla. Era un momento de gran entusiasmo en España respecto al cambio, un cambio que ya había sucedido en Portugal, era fantástico... Tuve varias oportunidades de visitar la Alhambra con amigos de Granada que me fueron revelando todo lo que sabían respecto a este extraordinario monumento. Más tarde, trabajé incluso en la ciudad, donde conocí a Juan Domingo Santos con quien realicé el edificio Zaida (1993- 2006), y las visitas a obra también fueron oportunidades para visitarla... así me fui impregnando de ella”.
P. ¿Cómo entiende la Alhambra y su relación con la memoria?
R. No es una cuestión de memoria, sino de realidad. Tiene esa pureza y sabiduría de la arquitectura árabe, esa relación tan intensa con la naturaleza, con lugares íntimos y espacios de apertura hacia la ciudad; todo está en equilibro entre naturaleza y arquitectura; es muy delicada, pero también muy sólida, porque es permanente. La Alhambra continúa con este carácter de inclusión en la naturaleza. Antes estaba también ligada a la agricultura. Esta relación, y las construcciones que existen fuera del Palacio, las fincas que producían alimentación para la ciudad, es algo que hoy está despertando también interés.
P. ¿Ha estado al tanto de las polémicas que han rodeado al proyecto en los últimos meses?
R. Sí, he estado al corriente a través de Juan Domingo. No lo considero algo nuevo, porque hoy sucede con todo lo que queda bajo el escrutinio público. El ejercicio de la arquitectura está muy convulso debido a la involución política y, por tanto, siempre se despierta cierta polémica.
Dibujo en fuga
P. Uno de los temas que suelen repetirse en su discurso es el de la continuidad. Por ejemplo, cuando realizó la intervención en el Chiado, en Lisboa, recurría a ese término para expresar el hilo histórico que cosía la obra con el pasado de la ciudad. ¿Qué importancia tiene esa continuidad en su proyecto de Granada?
R. La continuidad no implica mímesis. La Alhambra es muy clara en el cómo se desarrolla la construcción de ese equilibro, de ese diálogo entre naturaleza y arquitectura. En ese sentido, sí pretendemos que exista continuidad con los principios que ordenaron la construcción de la Alhambra. A veces pienso que en la arquitectura, aunque se afirme lo opuesto, hay siempre continuidad. Tras cada tabula rasa (como la del CIAM o el movimiento moderno), siempre se recupera esa ligazón esencial.
P. Si hay algo que caracteriza precisamente esa ligazón en su propio trabajo es la presencia constante de la mano, del dibujo manual. Michael Graves, fallecido recientemente, se mostraba preocupado por lo que él llamaba la muerte del dibujo por la predominancia del ordenador. Zaha Hadid afirma que tiene proyectos que no pasan ya por el proceso manual. ¿Qué significado tiene el dibujar para usted?
R. Es una herramienta para pensar, un instrumento, una manifestación humana. Ahora, la tendencia es hacer todo con el ordenador. Aunque es utilísimo, algunas de las posibilidades que ofrece el dibujo a mano y su diálogo con la mente no se consiguen con él. El dibujo es algo instintivo. Cancelarlo, olvidarlo, es un desastre: los niños lo usan instintivamente y dibujan bien, tanto que, a veces, los artistas mayores se acercan a su forma de expresión tan directa.
P. ¿Queda algo en usted del escultor que quiso ser?
R. Entre la escultura y la arquitectura existe una gran relación, pues son de la misma familia y afectan a las mismas formas de expresión. Hoy se piensa que el escultor es escultor, el arquitecto es arquitecto y el médico sólo médico, como si no hubiera relación entre esas actividades, y esas formas de expresión y pensamiento: la manía de las fronteras. Y el dibujo es un buen arma contra ello.
P. ¿Qué es lo siguiente que le gustaría aprender?
R. Espero poder seguir trabajando. No queda ya tanto tiempo para mí, pero mientras que haya, jugaré. La arquitectura puede ser un placer, y el duro trabajo del arquitecto sólo es soportable si es un placer. Espero que ese juego continúe no sólo para mí, sino para todos.
Juan Domingo Santos: la Alhambra en evolución
Juan Domingo Santos (Granada, 1961) ganó junto a Álvaro Siza hace cinco años el concurso para el nuevo espacio de recepción de visitantes de la Alhambra, que iniciará sus obras en 2016. Con un perfil de repercusión internacional (su trabajo se ha expuesto en el MoMA y la Bienal de Venecia), ha desarrollado gran parte de su obra como una permanente investigación sobre la intervención arquitectónica en el patrimonio. El arquitecto explica algunas de las claves del proyecto para El Cultural: "La Alhambra es el monumento más visitado de España, con dos millones y medio de visitantes al año, pero su acceso se encuentra en condiciones muy precarias. De ahí que sea necesario replantear su entrada y ponerla a la altura del monumento. Por otro lado, la Alhambra no es solo un recinto intramuros.
Recientes excavaciones arqueológicas han demostrado que su entorno formaba parte de una estructura territorial y paisajística ampliada. La nueva puerta, además de resolver el acceso al monumento actual, canaliza las visitas y actividades de este territorio futuro de la Alhambra". El granadino ha estudiado con profundidad el monumento (el Palacio de Carlos V forma parte de su tesis doctoral) y no considera que deba entenderse como un instante congelado: "La Alhambra existe hoy gracias a que ha estado y está transformándose constantemente. Nuestro proyecto es uno más de los muchos que se han sucedido a lo largo de la historia".
La operación, no obstante, ha encontrado réplicas. El Centro Artístico y Literario de Granada, por ejemplo, alude a la falta de referencias históricas. Santos discrepa: "El jurado encontró en nuestro proyecto (así lo explicita el fallo del concurso) valores de la identidad cultural de la Alhambra. Por supuesto, desde unas claves contemporáneas: no tendría sentido la mímesis. Pero no se trata de un proyecto de ruptura, sino que nace de la interpretación de esos valores y en continuidad con ellos". Tampoco comparte la percepción del proyecto como una "isla para turistas" expresada por el alcalde de Granada: «[La nueva puerta] trata de solucionar la transición entre la llegada del viajero y la entrada al recinto. Intenta mejorar la visita, no aislar el lugar, e incluye una programación cultural (conferencias o presentaciones) que propiciará que los granadinos suban a la Alhambra». En sus palabras, se aprecia el estupor por el ruido creado: "Creo que las polémicas son buenas si son constructivas, pero esta es infundada. En este caso, tan solo aporta inseguridad y confusión".