La experiencia de contemplar cuatro apacibles paisajes dispuestos en una pared cambia radicalmente cuando leemos sus correspondientes pies: “Cabo de Trafalgar, 21 de octubre de 1805”; “Golfo de Lepanto, 7 de octubre de 1571”; “Austerlitz, 2 de diciembre de 1805”; y “Llano de Maratón, septiembre de 490 a. J. C.”. En ese momento nos damos cuenta de que son fotografías actuales de parajes que una vez fueron campos de batalla en los que perdieron la vida miles de personas. La obra, firmada por el dúo de artistas españoles Bleda & Rosa, sacude al espectador con esa disonancia entre lo que ve y lo que sabe.
Esta serie de fotografías forma parte de la exposición Horizonte y límite. Visiones del paisaje, que puede verse en CaixaForum Madrid hasta el 31 de marzo de 2024 y examina cómo ha cambiado nuestra relación con la naturaleza y nuestra visión del paisaje. La muestra reúne 43 obras de 28 artistas internacionales, entre los que destacan figuras como Anne Imhof, Tacita Dean, Miquel Barceló, Patricia Dauder, Hamish Fulton, Joan Fontcuberta, Dionís Escorsa, Andreas Gursky, Andrea Galvani, Oriol Vilanova, Daniel Steegmann Mangrané, Perejaume, Victoria Civera, Karlos Gil y Marcus Maeder, entre otros. Veinte de esas obras pertenecen a la Colección de Arte Contemporáneo Fundación “la Caixa”, mientras que el resto son préstamos de los propios artistas, coleccionistas e instituciones.
La exposición analiza el concepto del paisaje desde la perspectiva del arte contemporáneo, con una atención especial a los nuevos lenguajes y tecnologías: programas informáticos que permiten crear imágenes ficticias, cámaras y procedimientos de grabación autónomos, entornos virtuales e incluso aviones supersónicos.
Este último es el caso del vídeo grabado por el artista italiano Andrea Galvani a bordo de uno de estos jets en la dirección contraria a la rotación de la Tierra, con la poética y quimérica intención de detener el tiempo para lograr una eterna puesta de sol. Lo logró durante nueve minutos, y el vídeo resultante se muestra en un ordenador portátil encima de una peana, una puesta en escena sobria que hace que los ojos del espectador solo se fijen en ese disco rojo suspendido justo por encima del horizonte.
La pintura de paisajes tiene una larga historia. Presente en el arte de todas las épocas y latitudes, fue cobrando cada vez más relevancia como género autónomo a partir del siglo XVIII hasta llegar a su máxima expresión en el Romanticismo, y se hace difícil no pensar automáticamente en el archiconocido lienzo de Caspar David Friedrich El caminante sobre el mar de nubes, de 1818.
Sin embargo, “en la segunda mitad del siglo XX el paisaje natural desapareció del arte con el expresionismo abstracto, el informalismo y el arte conceptual. Incluso algunos artistas, especialmente los expresionistas abstractos, lo denostaban”, explica Nimfa Bisbe, comisaria de la exposición y directora de la colección de arte contemporáneo de la fundación. “Pero actualmente es un tema muy frecuente, en especial debido a las técnicas digitales que permiten la creación de ficciones y también por la preocupación de los artistas por el deterioro de la naturaleza, la amenaza medioambiental y el cambio climático”, afirma la comisaria.
Tras una breve introducción, Horizonte y límite. Visiones del paisaje se articula en cuatro apartados que indagan en la ficción del paisaje, la vivencia del paisaje, la naturaleza enmarcada y el impacto humano en la naturaleza.
Tres obras de Perejaume, Anne Imhof y Anna Talens nos aproximan a los conceptos de horizonte y límite, en torno a los cuales se construye el discurso de la exposición. En Els quatre horitzons [Los cuatro horizontes], de 1991, Perejaume (Sant Pol de Mar, 1957) crea cuatro líneas irregulares que parecen horizontes, y están creadas a partir de las mismas molduras doradas que los marcos que hemos visto infinidad de veces en los museos. Es su manera “irónica y poética”, opina la comisaria de la exposición, de “romper los límites rígidos del marco para convertirlos en posibles horizontes”.
La obra de Anna Talens (Carcaixent, 1978), Goldener Horizont [Horizonte de oro], presenta tres fotografías en blanco y negro de un mar embravecido, sobre las que inserta un hilo dorado marcando el horizonte, siguiendo una idea del poeta Friedrich von Schiller, que en su poema Esperanza habla de “un fin feliz y dorado”.
Por último, una pintura de gran formato de Anne Imhof (Giessen, Alemania, 1978) nos muestra una colosal nube de dos colores, tan bella como amenazadora, que remite “al concepto de lo sublime”, explica Arola Valls, cocomisaria de la exposición. Una obra que Bisbe considera “un Turner contemporáneo”.
Ya en la primera sala temática, ‘La ficción del paisaje’, nos encontramos con Fernweh (palabra alemana que describe el deseo de viajar, de escapar del lugar en el que se está), un inmenso fotograbado de Tacita Dean (Canterbury, Gran Bretaña, 1965) creado a partir de cuatro fotografías del siglo XIX sobre las que la artista británica dibuja e inscribe textos que remiten al Viaje a Italia de Goethe, un libro clave en el descubrimiento literario del paisaje.
También en esta sala se expone una obra de Joan Fontcuberta, uno de los artistas españoles contemporáneos más destacados en la creación de obras que cuestionan la veracidad de la imagen fotográfica. Se titula Paisaje de la seguridad: billete de 200 € (2002). A pesar de su aparente realismo, el paisaje que muestra Fontcuberta no existe: ha sido generado por un programa informático diseñado para interpretar mapas. En lugar de un mapa, el artista le pidió que interpretara un billete de 200 euros.
Este juego entre paisaje y economía capitalista también se da en la obra de Michael Najjar (Landau in der Pfalz, Alemania, 1966) titulada Dow Jones 80-09 (2008-2010). El artista escaló la cumbre del Aconcagua, en los Andes argentinos. En el transcurso del viaje tomó fotografías que manipuló digitalmente para hacer coincidir el contorno de las montañas con el gráfico de los principales índices bursátiles del mundo.
La última obra de esta sección, El problema de los tres cuerpos (2022), de Dionís Escorsa (Tortosa, 1970) y Albert Merino (Barcelona, 1979), reinterpreta el paisaje romántico La esfinge de Roscoff, pintado por el artista catalán José Nogué en 1910: una playa y unas rocas que recuerdan la silueta de una esfinge. Escorsa y Merino han realizado una simulación científica a partir del problema de los tres cuerpos de Johannes Kepler (1571-1630). El resultado es una imagen que transmite al espectador la inquietud de un mundo en el que cada vez resulta más difícil realizar predicciones.
En la sección 'La vivencia del paisaje' se expone la mencionada obra en la que Galvani intenta eternizar una puesta de sol, The End (Action #5) [Fin (Acción 5)], para cuya realización contó con la colaboración de ingenieros y pilotos.
Junto a esta obra, vemos muchas más puestas de sol en la instalación Sunsets from... de Oriol Vilanova (Manresa, 1980), que se ha convertido en un afanado coleccionista de postales que muestran este tipo de paisaje y las dispone sobre la pared ordenadas cromáticamente.
Junto a las imágenes de la naturaleza, el arte contemporáneo incorpora también el sonido. En su obra, Marcus Maeder (Zúrich, Suiza, 1971) otorga un lugar primordial a la representación acústica de la naturaleza. Perimeter Pfynwald (2018-2023) combina una vista panorámica de la reserva natural suiza de Pfynwald y una serie de sonidos captados con sistemas de grabación autónomos, separados por kilómetros. Con intervalos de diez minutos, el artista captura registros sonoros de distintos ambientes: el bosque, el entorno subacuático y el subsuelo. La voz de la naturaleza se modifica a causa del cambio climático: en verano, el bosque se va silenciando a causa de la sequía y del calor, mientras que el río Ródano se vuelve más ruidoso como consecuencia del deshielo de los glaciares.
Simon Faithfull (Ipsden, Reino Unido, 1966) describe un viaje hacia ninguna parte en Going Nowhere 1.5 [Hacia ninguna parte 1.5], de 2016. Muestra un banco de arena en medio del mar del Norte, a vista de dron. El propio artista recorre su superficie mientras la marea estrecha peligrosamente el cerco. El resultado es una imagen cargada de simbolismo en el mundo actual que se enfrenta al aumento del nivel de los océanos y a la desaparición de paisajes conocidos.
En la tercera sección, 'La naturaleza enmarcada', puede verse un cuadro de Miquel Barceló (Felanitx, 1957) que el artista mallorquín realizó cuando viajó a Mali por primera vez en 1988 y atravesó el desierto del Sahara. La experiencia le inspiró una serie de pinturas entre las que figura esta, Une poignée de terre [Un puñado de tierra].
Una obra de Carlos Irijalba (Pamplona, 1979), Pannotia (Ribera), de 2021, hace referencia a un supercontinente que existió hasta hace 540 millones de años. Irijalba examina el subsuelo de una comarca navarra, La Ribera, mediante sondeos geotécnicos. En sus manos, esta técnica propia del ámbito industrial y geológico se convierte en una invitación a examinar las consecuencias de la intervención humana sobre la naturaleza. Como capas condensadas de tiempo, las estratificaciones recuperadas por el artista apresan el paisaje que se esconde bajo tierra más allá de la representación clásica de la naturaleza.
La exposición termina con una serie de obras que especulan sobre el futuro. Nursery [Vivero], de 2020, muestra un laboratorio con un cultivo hidropónico. Thomas Demand (Múnich, Alemania, 1974) ha creado esta imagen siguiendo un método habitual en su obra: construye maquetas de papel basadas en escenas reales y, posteriormente, las fotografía. Lejos de ocultar su falsedad, Demand nos transmite una extraña y aséptica quietud. En Nursery, el silencio invade el espacio del laboratorio con el que el artista nos traslada a un paisaje futurista donde la naturaleza, alejada del imaginario idílico, ha sido recluida y controlada.
The People That Is Missing (El pueblo que falta) (2019), de Cristina Lucas (Jaén, 1973), toma su título de una frase del artista suizo Paul Klee que los filósofos Gilles Deleuze y Félix Guattari retomaron para afirmar que el propósito del arte es crear "el pueblo que falta", una futura colectividad con una fuerza integradora capaz de evitar la catástrofe del planeta. Lucas grabó su vídeo en el archipiélago Svalbard, en el círculo polar ártico, un lugar en el que el cambio climático resulta muy evidente. Una voz femenina recita un poema compuesto por citas de pensadores como Alexander von Humboldt, James Lovelock, Eduardo Viveiros de Castro, Gilles Deleuze y Bruno Latour, pero incluye también algunas voces disonantes, como la de Donald Trump. Las palabras del poema aparecen escritas sobre la nieve, como si formaran parte del propio paisaje y como si la naturaleza advirtiera a la humanidad de la necesidad de cambiar, de recomponer lo que se ha destruido y de alcanzar una existencia sostenible.
En el caso de Timefall (Anarres) (2023), de Karlos Gil (Talavera de la Reina, 1984), el título hace referencia a un planeta ficticio de la novela Los desposeídos (1974), de Ursula K. Le Guin. Gil ha llenado el interior de un tanque con elementos de metal recubiertos por un conglomerado de cemento orgánico que sufren un proceso de envejecimiento acelerado. La presencia de agua tratada con calcio y sales naturales produce la eclosión de las semillas incrustadas en el cemento y desencadena la proliferación de líquenes que invaden el conjunto. La reconquista de las ruinas de la humanidad por parte de la naturaleza devuelve a la categoría de paisaje el entorno que el hombre ha desnaturalizado.
En el programa de actividades paralelas a la exposición, además de las habituales visitas guiadas y adaptadas a distintos tipos de públicos, destaca un diálogo entre el artista Shezad Dawood, presente en la exposición, con la científica marina Cristina Romea Castillo, autora del libro AntropOcéano, para conversar del modo en que sus prácticas artísticas se comprometen y conciencian sobre los principales retos a los que se enfrentan los océanos.
Además, del 2 de febrero al 15 de marzo de 2024 habrá un ciclo de cine relacionado con la naturaleza y el paisaje, que ha sido comisariado por el cineasta José Luis Guerin, ganador de un Goya a la mejor película documental en 2001 por En construcción.