El pintor, escultor y dibujante colombiano, Fernando Botero, ha muerto a los 91 años en Mónaco, donde vivía desde hace ya tiempo. Será enterrado en la localidad italiana de Pietrasanta con su mujer Sophia Vari, que falleció hace unos meses.
Poseedor de un estilo propio y reconocible, es sin duda el artista colombiano más universal. Conocido principalmente por sus voluptuosas Gordas, estas obras dieron como resultado su propia corriente artística: el boterismo. Él mismo clasificó su arte figurativo, de formas hinchadas y personajes orondos como “forma expresiva divergente”.
"Lamentamos profundamente la partida de Fernando Botero, uno de los más grandes artistas de Colombia y del mundo. Siempre generoso con su país, un gran amigo, y apasionado constructor de paz. Nuestras más sinceras condolencias a toda su familia", ha escrito en redes sociales el expresidente colombiano, Juan Manuel Santos.
"Murió con 91 años, tuvo una vida extraordinaria y se fue en el momento indicado", ha expresado su hija Lina Botero, conmocionada, a Caracol Radio, que le recordó como una persona "que dedicó su vida a su país, que fue el tema de su obra artística", según recoge la agencia Efe.
Nacido en Medellín en 1932, se graduó en 1950 en el Liceo de la Universidad de Antioquia, en su ciudad natal. Nada más acabar viajó en barco a Europa eligiendo como primer destino Barcelona. Pero pronto se trasladaría a Madrid, a conocer de primera mano a los grandes maestros de la pintura.
Con los grandes maestros
Botero estudió en 1951 en la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando y visitó el Museo del Prado, donde copiaría obras de Diego Velázquez y Francisco de Goya, que se convertirían desde ese momento en su fuente de inspiración.
Pasaría tres años recorriendo Europa, mientras iba naciendo esa pincelada suya tan singular y volumétrica. En una de sus primeras acuarelas, Mujer llorando, aparecen ya algunas figuras voluptuosas aunque, según los estudiosos de su obra, el nacimiento del boterismo se puede fechar en 1956 mientras pintaba un bodegón con una mandolina.
Botero recogió también en su trabajo la influencia de los grandes muralistas mexicanos, en especial de José Clemente Orozco, así como la pintura italiana del Trecento y Quattrocento. Todo esto se aprecia en las variaciones que realizó a partir de obras de Jan Van Eyck, Alberto Durero, Rubens, Pierre Bonnard o Paul Cézanne.
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A principios de los años sesenta se estableció en Nueva York, dispuesto a conquistar el mercado estadounidense -con una primera exposición en el Milwaukee Art Center- donde pronto adquirió popularidad. Su posterior traslado a París coincidió con sus primeros trabajos escultóricos, que compartían las características de su obra pictórica: cierto aire naif y la representación de personas y animales siempre corpulentos.
Triunfo internacional
En Europa, el éxito no tardó en llegar y en la década de los sesenta celebraría exposiciones individuales en ciudades como París, Baden-Baden, Hannover o Londres. En 1972 empezó a exponer con la galería Marlborough que fue quien organizó su primera exposición en Madrid. En la década de los ochenta, Botero se convirtió en uno de los artistas vivos más cotizados del mundo.
Y en junio de 1987 llegó su gran exposición en el Museo Reina Sofía, Fernando Botero: Pinturas. Dibujos. Esculturas. Allí, cincuenta óleos de gran tamaño e impecable ejecución, cincuenta y cuatro dibujos y acuarelas y diez esculturas en bronce, conquistaron al público madrileño. Mujeres desnudas, toreros, músicos, bailarines, parejas de amantes, son los temas más recurrentes en su trabajo y todos estaban presentes en esta muestra que ocupó la planta baja del Edificio Sabatini.
En la primavera de 1994, la ciudad se rinde a su original figuración y 21 de sus esculturas invaden el centro de la capital. Durante los tres meses que duró la exposición el Paseo de Recoletos se convirtió en la zona más transitada y el Ayuntamiento tuvo que habilitar un "carril Botero" para facilitar la visita y la visibilidad de las esculturas.
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El éxito fue abrumador y el artista decidió regalar una de estas esculturas a Madrid. Desde entonces, la Mujer con espejo, situada en la Plaza de Colón con la calle Génova, es ya parte de la identidad del paisaje urbano madrileño.
A esta pieza se uniría La mano, adquirida por Telefónica y donada más adelante al Ayuntamiento (hoy en el Paseo de la Castellana, a la altura de la Plaza de San Juan de la Cruz), y El rapto de Europa, comprada por Aena para el aeropuerto de Barajas.
Un poco más tarde, en 2003, el artista donaría un singular retrato de Franco, realizado en 1986, al Museo Reina Sofía.
En 2020, gracias a la exposición de CentroCentro, comisariada por Lina Botero y la crítica Cristina Carrillo de Albornoz, pudimos ver de nuevo en Madrid una gran reunión de sus obras más famosas. Botero. 60 años de pintura supuso una nueva oportunidad para adentrarse en su orondo universo.
Y hace poco, justo antes de verano, uno de sus retratos de Picasso se mostraba en la exposición con la que inauguraba sede Opera Gallery en Madrid, un homenaje al genio malagueño.
Artista y filántropo
Fernando Botero deja una enorme producción artística de más de 3.000 óleos, 200 esculturas y 12.000 dibujos. Su obra está presente en más de cincuenta museos de todo el mundo, desde el Metropolitan de Nueva York al Pushkin Museum de Moscú; desde The Israel Museum al Museo Nacional de Bellas Artes de Chile. Y por supuesto en su Medellín natal, ciudad a la que ha regalado decenas de obras.
Importante filántropo y coleccionista, él mismo, de arte, donó a Colombia, al museo que lleva su nombre en Bogotá, toda su colección con piezas que van desde maestros impresionistas a pintores modernos, llegando a Antoni Tàpies y Miquel Barceló. Una selección de la misma pudo verse en Madrid, en la sede de la Fundación Santander en el año 2000.