Giuseppe Arcimboldo: Detalle de 'El verano', 1573. Museo del Louvre

Giuseppe Arcimboldo: Detalle de 'El verano', 1573. Museo del Louvre

Arte

Arcimboldo, el pintor de las estaciones como programa político y dinástico

El artista italiano, rescatado del olvido por los surrealistas, alcanzó la fama con sus representaciones de las estaciones del año en cabezas compuestas con flores y frutas. 

16 agosto, 2023 02:12

En el ámbito de los manierismos cortesanos del siglo XVI, la figura de Giuseppe Arcimboldo emerge con una singularidad irreductible. La vocación de sorpresa, el impulso lúdico, la vibración ilusionista, el capricho y el virtuosismo convergen en sus cabezas compuestas, celebraciones visuales entre la imaginación y la alegoría, el hallazgo y el artificio, la fantasía y la excentricidad, la parodia y la extrañeza, el respeto por los códigos representacionales y la voluntad de trascenderlos. El arte de Arcimboldo, en palabras del crítico Roland Barthes, discurre “del juego a la gran retórica, de la retórica a la magia, de la magia a la sabiduría”.

Nace y muere en Italia (Milán, 1527-1593), donde adquiere formación artística con su padre, con el que colabora en la elaboración de vidrieras. Pero el episodio clave en su vida es su nombramiento como retratista de la corte de los Habsburgo, en 1564.

En Viena y Praga trabaja para Fernando I, Maximiliano II y Rodolfo II, protector del arte y las ciencias, a quien dedica un retrato vegetal con los rasgos de Vertumno, divinidad romana de origen etrusco.

La vocación de sorpresa, el impulso lúdico, la vibración ilusionista, el capricho y el virtuosismo convergen en sus cabezas

El Renacimiento se difunde por las cortes europeas, en las que la legitimación de los programas políticos encuentra un aliado en el medio artístico. Arcimboldo se involucra en las dinámicas y estrategias de un mundo refinado, intelectualizado y teatral, ceremonial y festivo, donde se aprecia lo insólito, se busca lo distinto, se valora la idea y se invoca la belleza en su diversidad de formas y temperaturas. Además de pintar hizo labores de decorador y diseñador de vestuario.

Su potencia retórica es incuestionable: es un forjador de metáforas, metonimias, paronomasias. Como anota Barthes: “En cuanto poeta, es decir, fabricante u obrero del lenguaje, su fantasía es constante: arroja sin cesar sinónimos sobre el lienzo”.

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Así se pone de manifiesto en las cabezas que compone con elementos vegetales (frutas, hortalizas, flores), animales y objetos de uso común. Con este procedimiento acometió la serie de las cuatro estaciones, de la que hizo varias versiones, la primera de las cuales, de 1563 y sobre madera, se conserva en el Kunsthistorisches Museum de Viena. El Verano del que aquí hablamos fue ejecutado en 1573 y pertenece al Museo del Louvre.

Forma parte de una serie realizada en lienzo y cuya Primavera puede verse en la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando de Madrid, encargada probablemente (hay indicios en registros e inventarios) por Maximiliano II, que deseaba equilibrar las fuerzas católicas y protestantes en su territorio, como obsequio para el elector Augusto de Sajonia.

El 'Verano' que aquí analizamos fue ejecutado en 1573 y pertenece al Museo del Louvre

El 'Verano' que aquí analizamos fue ejecutado en 1573 y pertenece al Museo del Louvre

Las Estaciones remiten a la Antigüedad en su presentación de los rostros de perfil y encierran un mensaje político de afirmación del poder imperial, que permanece a pesar del paso del tiempo. Asimismo, evocan las cuatro edades del hombre y expresan el temperamento vinculado a cada periodo.

Arcimboldo establece unos juegos de correspondencias inequívocamente renacentistas. Simbolismo y lenguaje al servicio del mantenimiento de un orden y la exaltación de un programa político y dinástico.

Arcimboldo, señala Barthes, convierte el lienzo en un “laboratorio de tropos” a partir de la imposición de un sistema de sustitución que desafía a la mirada y apunta hacia lo fantástico desde lo real y hacia lo imposible desde lo evidente.

Las Estaciones rencierran un mensaje político de afirmación del poder imperial

Una pintura que exige del espectador una mezcla de agudeza, paciencia y complicidad. Le sorprende y agita, le provoca asombro (y quizá una exclamación o una sonrisa…) mientras le impone movimiento y le excita el pensamiento.

El artista introduce variaciones compositivas en las distintas versiones de las Estaciones, entre ellas el encuadramiento floral que está ausente en la serie inicial y aparece posteriormente.

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Si en la Primavera se impone la presencia de las flores, el Verano, que lleva la firma del autor (no ocurre con todos sus cuadros), es una acumulación organizada de frutas y verduras (algunas muy reconocibles como las cerezas, el pepino, el melocotón, los ajos, las peras o la alcachofa), con un vestido de trigo y la inscripción del año 1573 en el hombro. Primavera y Otoño miran hacia la derecha; Verano e Invierno, hacia la izquierda.

Arcimboldo conoció el éxito con sus Estaciones, pero también, posteriormente, un largo olvido del que lo rescatarían en el siglo XX los surrealistas, especialmente Salvador Dalí, a quien sirvió de inspiración. 

Pintar con treinta frutas

Un análisis detallado del Verano revela la existencia de hasta 30 frutas, verduras o elementos vegetales asociados a esta estación. La nariz es un pepino; la barbilla, una pera; la mejilla, un melocotón; la oreja, una berenjena. Cerezas y guisantes componen la boca, y son muy reconocibles también, entre otras especies, las ciruelas, frambuesas y moras de la cabeza, la alcachofa en el pecho, las cebollas en la frente, las espigas de trigo y de avena, los ajos, las uvas verdes y el melón.