Extraña y sorprendente, la exposición de Laure Prouvost descuella en la cartelera de otoño madrileña. Así lo atestigua la peregrinación de jóvenes que asisten cada día. Aunque no se ajusta a la retrospectiva de una década que se anuncia, y pese a la desfavorable distribución de los espacios de La Casa Encendida para proyectos de envergadura, al final, esta exposición sí recrea su fascinante poética, que le ha llevado a una fulgurante trayectoria en el sistema del arte internacional.
La francesa Laure Prouvost (Croix, 1978), formada en el Reino Unido, en Saint Martins y el Goldsmith College, tras ganar el Max Mara Prize for Women en 2011 y ser la primera extranjera en obtener el prestigioso Premio Turner en 2013, se consagró en un gran proyecto individual en el Palais de Tokyo en 2018, que le valió representar a Francia en la Bienal de Venecia en 2019.
Después, las exposiciones se multiplicaron y, a estas alturas, su obra está en las mejores colecciones de arte contemporáneo. Sin embargo, a ella le gustaría ser percibida como una extranjera, o una migrante antisistema: su poética propugna una vuelta añorada y utópica a la creatividad frente a la profesionalidad artística especializada. Videocreadora y artista plástica, artesana y espigadora de desechos naturales y manufacturados, su producción se plasma en instalaciones multisensoriales (environments) donde la narración, el lenguaje, el mito, el canto, las onomatopeyas y los susurros son protagonistas.
Con la desarticulación del lenguaje videográfico y del régimen visual en su totalidad comienza la exposición en las salas B y C de la entreplanta (la otra opción posible sería empezar el recorrido en la planta baja con piezas recientes). El vídeo It, Heat, Hit, 2010, es una secuencia de imágenes cotidianas yuxtapuestas, sin relación alguna con la narración en off, y frases escritas intercaladas con las que se pretende interactuar con los espectadores, no exentas de humor.
En su opinión, palabras e imágenes “deben ser deconstruidas, y reconstruidas, modeladas y remodeladas”, en confrontación con la sociedad de anuncios, propagandas y consignas en que vivimos. Seguramente el espectador crea entender o construya asociaciones distintas si ve más de una vez esta cinta de 7 minutos que, de algún modo, evoca y contesta la película La sociedad del espectáculo (1973), de Guy Debord.
Prouvost ha desarrollado una fulgurante trayectoria en el sistema del arte
En la sala de enfrente se ha instalado End Her Is Story, 2017. Sumidos en la oscuridad, asistimos a la instantánea y fugaz iluminación de objetos en peanas, sincronizada con la narración íntima, teatralizada, con la intención de conducirnos a un espacio mental, a modo de terapia catártica, limpieza y apertura sensorial, que nos servirá al descender a la planta baja.
Allí encontramos una estrecha arcada a modo de pasadizo construido con ramas secas y cañas: Surrounding You, 2022. El túnel es una idea recurrente en Prouvost, la utilizó en la narración mítica del extravío de su abuelo, un supuesto artista minimal, en un “túnel conceptual” en su proyecto Grand Dad’s Visitor’s Center, presentado en el milanés Pirelli HangarBiccoca, en 2016. Aquí funciona como una insinuación de laberinto y de traspaso iniciático.
[Damián Ortega, explotar la visión]
También el environment A Way To Leak, Lick, Leek, 2016, con su vídeo de proyecto de road movie de unos jóvenes por California y el contraste entre los sueños calientes y el húmedo, melancólico y frío suelo, recuerda la gran instalación y el vídeo del viaje de un grupo por regiones francesas que montaría después, en el Pabellón de Francia en la Bienal de 2019.
Sin duda, la gran pieza de esta exposición es el vídeo From the Depth, 2022, 15’14’’, cuya instalación sugiere una sauna finlandesa, que también se usa como paritorio y que la andrógina Laure Prouvost ha llevado a cabo con su bebé de tres meses como protagonista, junto a una tríada de mujeres, y la destacada presencia de imágenes de pulpos y calamares, elementos recurrentes en su trabajo (también en las obras que hasta hace poco podían verse en la galería carlier gebauer de Madrid): “tienen el cerebro en sus tentáculos, representan la conexión psíquica y animal que se ha perdido”.
Un entorno húmedo y cálido, donde quiere borrarse la separación entre humanos y naturaleza. Jouissance, alegría de vivir, fluidez, sensualidad compartida, renacimiento posthumano.
Según ha declarado, hace años Prouvost se preguntó la vieja cuestión, típica de los años sesenta –planteada explícitamente por primera vez por Eva Hesse en sus Diarios– sobre si podía ser artista y mujer. Esta es su respuesta gozosa, en un horizonte posthumano trazado utópicamente en los relatos de Donna Haraway en Seguir con el problema, con la metamorfosis de lo humano y lo animal en pos de la supervivencia. Pero, créanme, hay artistas como Prouvost que no ilustran teorías. Su apuesta por que es posible pensar sintiendo es el eje de su trabajo. Como se repite en este vídeo, es capaz de “llevarnos a soñar donde nunca imaginamos”.