La revolución empieza en los pequeños gestos; acciones clandestinas o intervenciones mínimas que alteran discretamente nuestra cotidianidad, y que, en su encuentro, nos obligan a revisar las convenciones de nuestra mirada. Esta es la estrategia artística y política que Tania Blanco (Valencia, 1978) presenta en la galería Formatocómodo. Un proyecto que subvierte la gramática de la materia escultórica para cuestionar las formas institucionales.
Las cerámicas obtenidas al presionar cuidadosamente arcillas sobre diferentes superficies de la Royal Academy de Londres no solo interrogan las huellas que la educación artística deja en la historia del arte sino también en sus productos derivados, las piezas artísticas, cuyo valor fluctúa arbitrariamente en el mercado.
La instalación fotográfica, cerámica y pictórica creada entre 2018 y 2022 es afilada y dúctil, poliédrica, llena de detalles escondidos y símbolos crípticos que cuestionan el capitalismo y la industria cultural, además de romper las convenciones del dispositivo galerístico con peanas motorizadas, cuadros apoyados en el suelo o acuarelas montadas sobre láminas de espuma de poliuretano.
¡Nuevas reglas! Son las palabras bordadas sobre terciopelo que abren la exposición de Sandra Paula Fernández (Oviedo, 1972) en Puxagallery. Estremece el uso que hace de la costura como herramienta reivindicativa, de denuncia y empoderamiento femenino.
#Vivasnosqueremos es una instalación en la que da voz a mujeres víctimas de violencia de género como Marta del Castillo o Diana Quer en forma de tuits bordados en petit point junto con delicadas flores o motivos clásicos. La declinación de la estética digital y el lenguaje de las redes sociales con el bordado tradicional resulta de una contemporaneidad y una belleza abrumadora.
La exposición titulada Say it! se complementa con una segunda instalación Yo soy el monstruo que os habla inspirada en la obra de Paul B. Preciado en la que visibiliza, a través de fotografías y coloridos estandartes también bordados con textos de la Biblia o sacados de las redes, la lucha del colectivo trans.
Para Mónica Mays (Madrid, 1990), sin embargo, la costura forma parte de un proceso de deconstrucción y reconstrucción de los símbolos culturales. Su mirada es la de una antropóloga que disecciona las diferentes capas que se esconden tras los objetos.
En Tallo que clavo, la muestra que podemos ver en Twin Gallery, parte de los mantones de Manila para dibujar un retrato anamórfico, distorsionado, de nuestra identidad y sincretismo cultural.
Mays destila en sus piezas, delicadas y orgánicas, todos los factores involucrados en su fabricación: desde la polilla del gusano de seda, que se ha vuelto ciega, ha perdido su capacidad de volar y de alimentarse por sí misma debido a su explotación, hasta su historia colonial, la apropiación cultural de este objeto, el cambio de los motivos bordados chinos como la pagoda a los patrios como los claveles o su experiencia con las bordadoras andaluzas que producen actualmente esta prenda.