Los vídeos del momento acumulan decenas de miles de reproducciones en las redes sociales. Este domingo, un visitante del Museo del Louvre, en París, ha lanzado una tarta contra su obra más famosa: La Gioconda, de Leonardo da Vinci.
Aunque las imágenes frontales del suceso parecen mostrar el lienzo de la Mona Lisa cubierto de nata, en realidad el impacto ha sido contra la mampara que desde hace años protege el valioso cuadro, por lo que la obra no ha sufrido daño alguno.
El personal de seguridad del museo ha desalojado en el acto al responsable del incidente vandálico, que se desplazaba en silla de ruedas e iba disfrazado con una peluca negra y gorra.
En algunas imágenes tomadas tras el suceso se le ve de pie lanzando proclamas en francés a favor de la protección del planeta, mientras era escoltado fuera de la sala. En el mismo vídeo, la cámara enfoca varias flores en el suelo, lanzadas supuestamente por la misma persona.
El hecho de ir en silla de ruedas ha posibilitado al atacante contemplar la obra por delante del cordón de seguridad que la separa de las decenas de visitantes que se agolpan continuamente para contemplar la obra maestra de Da Vinci.
En los vídeos que circulan en las redes sociales, puede verse al personal del museo limpiando a toda prisa la mampara para restaurar la normalidad en la sala. Fuentes del Louvre contactadas por la Agencia Efe indicaron que la dirección del centro no ha tomado ninguna decisión tras el ataque ni sobre las acciones legales que iniciar contra el atacante y aclararon que evaluarán el altercado durante el día.
"Estamos esperando una reacción de la dirección", precisaron fuentes del museo. Según las primeras informaciones, el cuadro, protegido por un cristal antibalas, no ha sufrido daños.
El suceso se suma al historial de ataques que ha sufrido el cuadro. El anterior ocurrió en 2009, cuando una turista rusa lanzó una taza de té que, como en este caso, impactó contra la mampara.
Anteriormente, en 1974, una mujer usó un spray de color rojo contra el cuadro mientras estaba expuesto en el Museo Nacional de Tokio. Entonces el lienzo no estaba protegido por una mampara, pero no sufrió daños porque el aerosol fue pulverizado a una distancia que sobrepasaba su radio de alcance.
En 1956 un hombre atacó también la obra lanzando ácido al cuadro, y en esta ocasión dañó levemente la parte inferior de la obra. Y ese mismo año, un pintor boliviano le arrojó una piedra que provocó un ligero daño.
Pero el suceso ocurrido en el siglo XX que más puso en peligro la integridad del cuadro fue el famoso robo de 1911, cuando un hombre llamado Vicenzo Peruggia la sustrajo del Louvre y logró ocultarla durante dos años en un apartamento. Fue descubierto cuando contactó con la Galería de los Uffizi de Florencia para intentar venderle la obra.