A principios del siglo XVII Japón centralizó el poder y su unificación trajo uno de los periodos de paz más largos de su historia. Esto se tradujo en el desarrollo de una burguesía que, aunque no participaba en los asuntos políticos, tuvo la oportunidad de prosperar económicamente. Con ello se abrió una etapa en la que se desarrolló una cultura hedonista que quiso desmarcarse de la oficial. Se denominó ukiyo, que traducido al español significa “mundo flotante”. Este periodo Edo o Tokugawa (1603-1868) sirve como puerta de entrada a Japón. Una historia de amor y guerra, una exposición que lleva a CentroCentro 200 piezas procedentes de la Colección Bartolone Gobbi que nos sumergen en el gusto popular y la vida cotidiana del país del sol naciente. 

El epicentro de este nuevo lenguaje cultural se dividió en dos: por un lado estaba Edo, la actual Tokio, y, por el otro, la región de Kamigata, hoy Kansai. Una de las técnicas que más florecieron fueron los ukiyo-e, xilografías de impresión en relieve de origen chino que se muestran al principio del recorrido. En esta sección además de ver varios grabados también nos encontramos con el proceso que llevaban a cabo para realizar este arte que en Japón no era una actividad individual sino colectiva. 

Kögyo Tsukioka: 'Dibujos del teatro No'

Las piezas de las que se compone la colección, adquiridas en subastas y anticuarios de Estados Unidos, Europa y Japón, pertenecen tanto a autores conocidos como Hokusai, Tupamaro o Hiroshige como a artistas que no lo son tanto pero que conectaban con el pueblo nipón. El teatro Kabuki es una de esas expresiones artísticas populares fruto de la nueva cultura chonin que surge como alternativa al tradicional teatro No, reservado a la aristocracia. Esta nueva versión, llena de color y de movimiento, se contrapone a los movimientos hieráticos del No y sus protagonistas se convierten en héroes de la calle. 

Los coleccionistas Pietro Gobbi y Enzo Bartolone, que empezaron a adquirir piezas en los años noventa, no se olvidan del papel de la mujer en la sociedad nipona. Así, dentro del ukiyo-e la representación de la figura femenina refleja la moda, la belleza y la sensualidad de la nueva sociedad. A través de los kimonos que vestían las geishas y las cortesanas, y que quedan plasmados en las estampas, se puede conocer el papel que le tocó vivir a la mujer e incluso su posición social. Al lado de estas representaciones, en las que también se puede apreciar la importancia que los artistas otorgaban al papel, el arte shunga, habitualmente realizado en series de 12 estampas, nos sumerge en un mundo plagado de erotismo a menudo con imágenes explícitas.

Suzuki Harunobu: 'Jóvenes amantes'

En esta muestra dedicada al arte realizado en un país que genera fascinación no podían faltar los guerreros y los samuráis, dos secciones en las que además de los grabados podemos ver katanas, armaduras y abanicos que formaban parte de las batallas con un lenguaje propio con el que enviaban mensajes a sus tropas. Algunos de mayor tamaño servían al mismo tiempo de protección como también lo hacían las máscaras, empleadas en el campo de batalla para asustar al rival. Los musha eran los líderes en los campos de batalla y los guardianes de la paz que con el tiempo se convirtieron en los samuráis. En las estampas dedicadas a estos guerreros vemos escenas de batallas contra China o una vista de Pearl Harbour. 

Cuando pensamos en el arte japonés la mente también nos lleva a pensar en escenas poéticas de paisajes dominados por la flora y la fauna. Para los nipones la naturaleza es sinónimo y expresión del fluir del tiempo a través del cambio de estaciones. De hecho, algunas decoraciones verticales de los domicilios varían de una estación a otra. Además, la fauna y la flora adquieren virtudes humanas de modo que la grulla se convierte en símbolo de larga vida, la carpa en emblema de fuerza y coraje y el gallo de la alta estima. El capítulo dedicado a estas representaciones se completa con la serie Cien vistas al Monte Fuji en la que Katsushika Hokusai evoca un poder misterioso. 

Katsushika Hokusai: Serie 'Glorias de la China y de Japón'

Una historia de amor y guerra también aborda religiones como el shinto, la religión animista que considera que la naturaleza está dotada de un espíritu propio, el kami y el butsu-do y dedica una sección a la fotografía del siglo XX que coloreaban tras su impresión imitando las estampas xilográficas. En definitiva, la vida cotidiana, el amor en sus diferentes versiones o la caligrafía nutren esta exposición que se podrá ver hasta el próximo 30 de enero.

@scamarzana