Fechada en la primavera de 1771, Aníbal vencedor, que por primera vez mira Italia desde los Alpes pertenece a un período representado, hasta ahora, de manera temporal en el recorrido cronológico de la rica y extraordinaria colección de Goya del
Prado. Gracias a la donación de la Fundación Amigos del Museo del Prado, que celebra ahora su 40.º aniversario, la obra entra a formar parte del patrimonio de la institución que ya custodia el Cuaderno italiano, cuaderno de dibujo adquirido por el pintor durante su estancia en Italia (1769-1771) que contiene, entre otros numerosos dibujos y anotaciones personales, apuntes para la idea compositiva del Aníbal vencedor y estudios para sus figuras principales, Aníbal o la cabeza de toro de la alegoría del río
Po, que atravesó el general cartaginés. Aníbal vencedor es un cuadro de indudable perfección técnica, que se pone de manifiesto en el armonioso orden compositivo, en el excelente tratamiento lumínico y en la seguridad y firmeza de la pincelada para modelar las figuras con color y luz.
La obra de Francisco de Goya representa el célebre cruce de los Alpes por el general cartaginés Aníbal y su ejército en su vía de España a Italia en 218 a. C., para lanzar un ataque contra Roma. Es cronológicamente la primera pintura documentada de Goya. El artista la realizó en 1771 en Roma, durante su estancia de dos años en Italia, para participar en el concurso celebrado por la prestigiosa Reale Accademia di Belle Arti de Parma. Aunque el premio fue concedido a Paolo Borroni, discípulo de esa Academia, Goya obtuvo seis votos y una mención, y se citó su nombre en la edición de enero de 1772 de la acreditada revista literaria Le Mercure de France, en la que se daban noticias de los resultados de ese concurso.
La obra es un ejemplo importante de los primeros contactos de su autor con el mundo académico, en este caso italiano, para abrirse camino profesional. Es también ejemplo de su capacidad para adaptarse a la estética y las convenciones narrativas del mundo académico. Se trata de una de las primeras ocasiones, de las que nos queda testimonio, en las que Goya tuvo que enfrentarse a una composición narrativamente tan compleja, y de un ejemplo tempranísimo de su pintura de Historia basada en
repertorios narrativos y no religiosos. Goya preparó su cuadro en una serie de dibujos en el denominado Cuaderno Italiano, así como, en al menos, dos bocetos al óleo conservados en el Museo de Zaragoza y en una colección particular neoyorkina, lo que confirma la importancia que dio a este proyecto. Refleja, además, varias fuentes de inspiración, de las que Goya se sirvió en Roma, como las obras de Giaquinto o esculturas clásicas como el Apolo Belvedere y el Galo moribundo.
La obra es fundamental para el conocimiento de Goya. Muestra la manera del artista de concebir las figuras en sus futuras pinturas de género o de historia, de organizar el espacio pictórico a través de efectos de luz y de colorido y de definir con perfección las anatomías y las distintas superficies de los objetos. Además, también en la técnica marcada de economía, fuerza y precisión se revela ya la maestría y singularidad del artista.
La reciente donación por la Fundación Amigos del Museo del Prado resulta especialmente significativa, ya que también el Cuaderno Italiano es propiedad del Museo desde 1993, año en el que Jesús Urrea descubrió e identificó en la Fundación Selgas-Fagalde el cuadro de Aníbal, entonces atribuido a Giaquinto. La obra juega un papel importante en las colecciones del Prado. Esos años tempranos constituyen la época de su carrera de la que la institución posee una colección más limitada. De ese papel es prueba que desde el año 2011 cuelga en sus salas, previo acuerdo entre la institución y sus anteriores propietarios.