En 2005 Fernanda Fragateiro (Montijo, 1962) realizó un proyecto público que se llamaba Caja para guardar el vacío. Se trataba de un espacio definido por unas tablas cerradas que se activaban a través del trabajo coreográfico de bailarines y de grupos de escolares. Las formas limpias de los paneles podían transformarse a través de dobleces, cambios de posición y aperturas. Los cuerpos comenzaban a habitarla, experimentando con sus límites y con los de su propia imaginación. El formato de caja, el trabajo con materiales de líneas puras, la reflexión sobre lo construido como espacio para la convivencia y la necesidad de una interacción física con la obra serán gestos siempre presentes en la práctica de esta artista portuguesa, uno de los nombres imprescindibles del panorama internacional, que en Madrid expone habitualmente en la galería Elba Benítez.
Ahora, la instalación de Materials Lab despliega en el espacio una serie de cajones, pero esta vez, totalmente llenos. En el cubo blanco de la Fundación DIDAC, otro tipo de caja, presenta una exposición que es también una sola obra que recoge toda su trayectoria. A través de las referencias formales y materiales que usa en sus procesos de estudio y formalización, incluyendo la gran caja vacía, nos adentra en el universo de la práctica artística contemporánea. ¿Cómo investiga una artista? ¿Cómo se mezclan referencias teóricas, filosóficas y políticas, eventos e historias rescatadas y los materiales con los que se define y construye un trabajo?
Esta exposición es también una sola obra que despliega la trayectoria de Fragateiro en varios cajones
El proyecto surgió en un taller para los alumnos de la Universidad de Harvard sobre sus formas de hacer. Fragateiro se planteó cómo hablar de sus obras sin mostrarlas en imágenes. Para ello, realizó una serie de cajas en las que guardaba textos, revistas, fotografías, apuntes y también pedazos de muros, planchas de mármol, ladrillos, libros cortados… los elementos que se unen con las ideas que los nutren. Hay algunas más claras, las revistas y libros de arquitectura que rescatan proyectos como los de Eileen Gray, la fachada indeterminada del supermercado Best en Houston, o ediciones de las revistas de arquitectura Domus o Casabella. Pero otras son quizá más imprevistas. Son las que retratan las interconexiones políticas vinculadas a los movimientos de los años 60 y 70 del siglo XX, y que subyacen en sus presentaciones minimalistas: el manifiesto de Rivolta Femminile, el proyecto poético Amereida de la Escuela de Valparaíso, una publicación alemana sobre las manifestaciones del 68, o la portada de Life con el rostro de Angela Davis.
Tanto las piezas como los procesos de Fragateiro se dedican a cuestionar dónde se desmoronan los límites –físicos y los conceptuales– de las estructuras de la contemporaneidad. Esos sistemas se velan y desvelan en la realidad, en la formalización material de las obras y también en su trabajo de investigación. En las cajas, llenas de cajones entreabiertos, la vista de los objetos no es total. En una esquina, un libro se encaja como si hubiera sido lanzado, un transistor de radio se suspende en la pared, unas láminas de papel blanco se retuercen, testigos de otras instalaciones que ya fueran.
Todo el conjunto, comisariado por David Barro, nos da indicios, pero no nos impone una única posibilidad. Esta constelación de tiempos y materiales solapados y comprimidos, presentados como superficies, pero también como ventanas a las que asomarse, vuelve a requerir de nuestro cuerpo y de nuestra mente activa. Materials Lab se articula como una propuesta que hay que visitar preparados para establecer nuevas relaciones que, desde la perspectiva artística, desafían y dan una alternativa a lo racional desde lo sensorial.