Ángeles Santos pintó El mundo con tan solo 17 años. Entonces era una artista desconocida que nunca había salido de Valladolid y que tan solo tenía acceso al arte a través de revistas de vanguardia. En ellas descubrió, por ejemplo, a Miró y a los artistas alemanes de la nueva objetividad. Actualmente su obra se puede ver en el Museo Reina Sofía colgada cerca de Salvador Dalí. Conocer las historias que esconden los cuadros puede servir para aumentar el interés del espectador en torno a una obra, un artista, un movimiento o el arte en general. “Es una pena quedarte con el primer flashazo que sientes al ver un cuadro. En ocasiones, cuando vamos a ver una exposición, nos quedamos con lo bonito que es. Vale la pena invertir tiempo en conocer los detalles porque si no es como ver la tele, una sucesión de imágenes”, opina Carlos del Amor (Murcia, 1974), que publica Emocionarte. La doble vida de los cuadros, ensayo que le valió el último Premio Espasa.
La de Ángeles Santos es tan solo una de las 35 piezas que reúne en este volumen. La actividad profesional del periodista le lleva a acudir a festivales de cine y a visitar de manera frecuente museos tanto nacionales como internacionales. “Es rara la semana que no vaya a alguno y me cuenten algo, alguna historia que me interese. A lo largo de los años te van contando detalles sobre el universo Hopper o hablas con Antonio López o Juan Genovés y aprendes mucho de ellos”, se sincera. Toda esta información se va acumulando y, ¿qué sentido tiene guardársela para uno mismo? “Merece la pena intentar encender la llama para fomentar futuras visitas a otros museos”, cree el periodista. Y es que a Carlos del Amor le gusta atraer la atención del público con los chispazos que podemos ver en la sección de cultura del telediario de TVE.
Sin ir más lejos pone como ejemplo la última muestra del Museo del Prado: Invitadas. “En el reportaje hablaba de cómo Aurelia Navarro se pintó a sí misma desnuda, algo que le supuso ir al convento por la presión social. Si con eso atraigo la atención de alguien me conformo”, comenta. Así, además de atraer la atención del espectador que está frente a la televisión en ese momento puede propiciar una búsqueda en internet o una visita física a la pinacoteca.
La selección de las 35 obras, asegura, fue una cuestión puramente personal y, por eso, habrá lectores que echen de menos nombres como el de Leonardo da Vinci. Sin embargo, este ensayo no pretende ser una lección de historia del arte si no un viaje a esa doble vida que esconden algunas obras. “En algunos casos las piezas seleccionadas no son las más conocidas. De Velázquez, por ejemplo, no elijo Las meninas sino Vieja friendo huevos (1618), que nos lleva a ese primer Velázquez y nos cuenta su historia”, detalla Del Amor. Por supuesto, no solo habla de artistas tan conocidos como el pintor sevillano o Goya, también nos acerca a otros creadores como Vilhelm Hammershøi, un nombre, tal vez, más desconocido. Sin embargo, “observar cómo pinta la luz te lleva a buscar más obras y te encuentras con un artista que solo usaba su casa moviendo los muebles”, cuenta el periodista. Esa luz reflejada en el suelo “te puede abrir la puerta de este autor y de toda la escuela que vino después, que fue igual de bonita pero menos inquietante”. Otro de los protagonistas que nos encontramos es Honoré Daumier, cuyo Vagón de tercera clase lleva a Carlos del Amor a los tiempos actuales, a nuestra sociedad en la que “sigue existiendo ese vagón”, se lamenta.
Una historia y una sensación
Una de las curiosidades de Emocionarte es que cada cuadro cuenta con dos textos. En la primera parte Carlos del Amor vuelca la sensación que ha tenido al verlo. “Si me pongo delante de un cuadro y veo que hay alguien llorando me paro a pensar qué le ha podido pasar. Puedo estar horas mirando a la mujer de Hopper en una habitación, por ejemplo”, apunta. Sin embargo, es consciente de que está “viciado” al escribir esta parte porque “la mente se va a construir con datos”. Es el caso del autorretrato de Rembrandt en el que el artista nos mira y apela de frente. “Se retrata derrotado mirándonos y dialogando consigo mismo. Por las fechas sé que ha perdido tres hijos y a su mujer y que se arruinó. Al construir esa ficción en la que planteo lo que puede estar pensando lo hago sabiendo cosas de él”, añade. En el segundo texto nos acerca las verdaderas circunstancias en las que las pinturas fueron creadas.
Y así el recorrido fluye por los pichones de Picasso, la historia de Susan Valadon, las cuentas que Antonio López hace para pintar Madrid desde Torres Blancas o la belleza que Maria Blanchard tanto añoraba. Por supuesto, en este viaje no podía faltar uno de nuestros grandes pintores: Goya. Su Perro semihundido “somos todos nosotros. Miramos hacia arriba buscando esperanza”. Y es que Goya irradia actualidad, una actualidad que pudimos ver en la exposición que le dedicó el Museo del Prado el año pasado y la que la Academia de Bellas Artes de San Fernando muestra actualmente. En sus dibujos, ya nos lo contaba Manuela Mena, aborda asuntos tan actuales como el machismo o la violencia. Goya atraviesa tanto el tiempo que “sus dibujos podrían ilustrar el telediario”.
Y puestos a divagar, ¿qué se dirían Goya y Velázquez en el caso de tener la oportunidad de conocerse? “Supongo que hablarían de arte, de sus influencias, Goya le pediría consejo para solucionar algún problema y Velázquez se quedaría deslumbrado al ver la potencia de crítica y la capacidad de retratarse de las pinturas negras de Goya”. Pero Carlos del Amor va un paso más allá y, aun sabiendo que el pintor sevillano es “intocable” cree que “Goya incomoda y revuelve más que Velázquez porque este siempre pintó en palacio, desde un lugar más cómodo”.