"Esta obra surge de la necesidad, después de veinte años, de pararnos a pensar el arte con perspectiva. Como si fuera un mapa y ver qué se mueve en su interior". Con esta imagen surge el nuevo montaje de Los Torreznos, cuyo estreno absoluto tendrá lugar este viernes, 10, en la Sala Negra de los Teatros del Canal. El tándem formado por Lamata y Vallaure ha recorrido durante los últimos años los escenarios del Festival Grec, del Théâtre de la Ville de París, de Matadero, de Teatro del Barrio y del Ateneo de Madrid. Además, ha peinado nuestra geografía participando en exposiciones del MUSAC de León, del Círculo de Bellas Artes o del CA2M de Madrid, entre otros.
El montaje recoge su intensa experiencia en el mundo del arte. Para Los Torreznos no se trata solo de una reflexión, es, como señalan literalmente a El Cultural, un catecismo: "Se trata de pensar en alto y colectivamente el arte contemporáneo e intentar ver cual podría ser su esencia y su interés en nuestros días. La idea es poder desentrañar el arte desde dentro". Una de las facetas más características de los creadores de Cuatrocientos setenta y tres millones trescientos cincuenta y tres mil ochocientos noventa segundos es el humor. Su papel va más allá del divertimento: "El humor para nosotros es la consecuencia de un viaje. Es el destilado de los distintos pasos que hay que dar para adentrarse en la experiencia artística y estética. Cuando el pathos se hace patético se soporta con risas".
¿Qué pesa más en el montaje que veremos hasta el domingo, 12? Pues parece que ambas facetas desafían a la gravedad: "El teatro no pesa porque no hacemos teatro y el arte pesa también poco, ya que nuestra posición como artistas es bastante sui géneris. Pesa más el arte en la vida (o la vida en el arte). Se trata de pensar cómo el arte puede ayudar a entender una vida o cómo podría pensarse una vida metiendo al arte dentro, embutiéndolo". Así es como Los Torreznos se proponen dar una lección, una clase magistral sobre el arte contemporáneo y los conceptos derivados que consideramos fundamentales para vivir la experiencia artística. Su desarrollo estará guiado por un hilo muy fino que acabará por enredarse...
Resulta fácil provocar la reacción de Los Torreznos. La sola mención del plátano expuesto por Maurizio Cattelan en Miami hace saltar los adjetivos: "Lo hemos visto muchas veces. Ha tenido formas muy distintas. Ahora se trata de un plátano. Hace poco era un dibujo que se autodestruía en una subasta. Y un poco más allá, un bote con un excremento de artista. Una galería vacía solo con aire, un portabotellas, una Gioconda con el bigote pintado... Hemos visto tantas cosas pegadas a la pared que cuando aparece una nueva nos sonreímos, la saludamos y nos hacemos con ella. Está bien que estos objetos nos activen a base de bofetadas para preguntarnos qué es el arte. El plátano en este caso es inocente. Lo que no es inocente es lo que se paga por él".
Mientas preparan una nueva exposición en Freijó Gallery, su galería, para finales de 2020, se preguntan también si el arte contemporáneo conecta con el gran público: "Ni más ni menos que en otras épocas. El arte siempre ha sido elitista. No hay que olvidar que el inicio de lo que llamamos arte contemporáneo es el movimiento impresionista absolutamente alejado del gusto popular de la época en el último tercio del siglo XIX. El máximo representante de esta paradoja es Van Gogh, vilipendiado y burlado y hoy piedra angular del gusto popular. El público acaba conectando. El arte va por delante". Una de las formas de engrasar la conexión entre el arte y el público podría ser la performance, el lenguaje preferido de Los Torreznos que podría unir vida y creación. "Hasta el siglo actual ha vivido una situación difícil, residual, como de catacumba. Ha sido sospechosa de muchos males y poco querida por las grandes instituciones artística. En la actualidad eso ha cambiado. Pero la performance, como cualquier otra forma de creación, no es garantía de nada. Tampoco la panacea universal del arte contemporáneo".