Cuesta creer que la misma persona que disparaba la cámara a finales de los setenta registrando a la comunidad turca de Berlín en cercanos retratos cotidianos en color y en blanco y negro, sea la misma que hoy fotografía todos esos espacios silenciosos y perfectamente ordenados que tanto conocemos. Las imágenes de Candida Höfer (Eberswalde, 1944) se reconocen de lejos. Pocos como ella consiguen una limpieza y unas composiciones tan equilibradas. Uno de sus sellos distintivos es la ausencia de personas. Rigurosa y disciplinada con su trabajo, aprovecha los momentos de tranquilidad de sus escenarios para trabajar sobre ellos. Puede madrugar para acudir a una biblioteca, o un teatro, antes de su apertura para conversar así con él y su cámara.
Sobre estructuras y colores, la exposición que le trae de nuevo a la galería Helga de Alvear, se organiza en dos ambientes más una sorpresa. El primero, está dedicado a espacios de Moscú, al teatro Bolshoi y a la Biblioteca Nacional, donde, de nuevo, todo es orden, simetría y silencio. En la otra sala hace un homenaje a Le Corbusier y su Cité de Refuge de L’Armée du Salut de París, un edificio que el arquitecto proyectó entre 1929 y 1933. Höfer trata aquí los elementos arquitectónicos como esculturas: se recrea en una escalera blanca que se enrosca sobre sí misma y que con el fondo rojo y azul de las puertas pone la pincelada de color a la composición. La sorpresa de la exposición es un espacio abierto, un paisaje de Moscú de una vista urbana en la que las nubes del cielo y la masa de vegetación verde son las protagonistas. Había exteriores también en su serie de los Burgueses de Calais de Rodin (2000), pero la mayoría estaba dentro de los entornos controlados de museos.
Hay otra pequeña licencia, esta fuera de la exposición, en la planta de arriba. Es el interior de una biblioteca reflejada con una composición perfecta –con un vano blanco a derecha e izquierda–. Mirando con detalle sorprendemos a varios usuarios in fraganti: un estudioso pasando las hojas, otro en un escorzo alcanzando unos apuntes, una señora de la limpieza borrosa ante el movimiento de la labor… Incluso como voyeur, Candida Höfer es discreta.