Cuando el Museo del Prado abrió sus puertas en 1819, de sus paredes colgaban 311 pinturas, todas ellas de autores españoles. Doscientos años después, y sin entrar en sus almacenes, hablamos de 1.300. En 2018 tres millones de visitantes pasaron por sus salas, y hasta julio de este año ya lo habían hecho casi dos. Uno de los responsables del aumento de público ha sido el Bicentenario, con exposiciones excepcionales como la de Fra Angelico –en la que se pudo ver, además, una resplandeciente Anunciación–, y todavía están por venir la Historia de dos pintoras: Sofonisba Anguissola y Lavinia Fontana (el 22 de octubre) y Solo la voluntad me sobra. Dibujos de Goya (el 19 de noviembre). Esta última será todo un acontecimiento pues, por la delicadeza de su soporte, los dibujos se muestran en contadas ocasiones.
Y en medio de todos estos festejos llega el Premio Princesa de Asturias dedicado a los tesoros de la colección, su equipo y sus millones de visitantes. Su director, Miguel Falomir, recuerda todavía emocionado la intensidad con la que siguieron los trabajadores la noticia, entre abrazos, reunidos en el auditorio del Museo. “Lo que más nos satisface –añade– es que ha sido un reconocimiento que el conjunto de la sociedad española ha tomado como propio”.
Pregunta. La historia del Museo del Prado está construida sobre una sucesión de hitos. ¿Cuáles señalaría en estos 200 años?
Respuesta. El Museo del Prado es, al tiempo, un espejo y un resumen de la historia de nuestro país. De sus triunfos, de sus logros y también de sus emociones y fracasos. Todo está reflejado en las obras aquí recogidas. Ya dijimos que este Bicentenario en realidad aunaba, al menos, tres celebraciones que coincidían: el aniversario de la creación del Museo en 1819, los 150 años de la nacionalización de las colecciones reales que hacen que el Museo sea patrimonio de todos desde 1868 y los 80 años del regreso de las colecciones después de la Guerra Civil. Es digno de reflexión comprobar cómo en medio de la gran tragedia española se pudo preservar el legado universal que es el Prado.
"No entiendo el Prado como un contenedor de obras maestras, sino como un motor de cambio y generación de debates e ideas"
P. La exposición de Sofonisba Anguissola y Lavinia Fontana pone el foco en dos mujeres artistas. ¿Qué medidas está tomando el museo para dar mayor visibilidad a las creadoras?
R. Los museos recogemos el legado de las generaciones que nos han precedido, con sus carencias y logros. Si se reescribiera la historia del arte con los parámetros actuales todo sería diferente. Con esta exposición queremos mostrar y poner en valor la obra de pintoras que, incluso en un contexto de dificultad para las mujeres, trascendieron su momento histórico. Pondremos en marcha una serie de debates, conferencias y actividades protagonizadas por creadoras de diferentes ámbitos. Queremos que el Prado ofrezca elementos de reflexión y avance en el camino de la igualdad.
P. ¿Qué diría que ha cambiado en los años que lleva al frente de la institución?
R. Mi perspectiva en la dirección del Museo es de solo dos años, frente a los más de veinte que llevo trabajando en él como conservador. Yo creo que la labor de mis predecesores ha sido muy inteligente y exitosa, y en estos años he comprobado cómo el Prado ha ido creciendo en prestigio intelectual y relevancia social hasta configurarse como un elemento clave de la identidad de lo nacional. No es casualidad que más del 90 % de los españoles, de todas las regiones y de todas las edades, consideren que este museo es una de las grandes aportaciones de España a la cultura universal.
P. Uno de los retos de los museos de arte antiguo es atraer a nuevos públicos, particularmente a los más jóvenes, ¿qué están haciendo al respecto?
R. Los jóvenes de hoy son el público fiel que tendremos mañana y quienes transmitirán la importancia de la cultura y el arte a las generaciones venideras, por eso atraerlos es clave. Nuestro desarrollo digital es una de las señas de identidad de la institución y hemos sido reconocidos internacionalmente por ello. Trabajamos con la premisa de que la curiosidad es la puerta de entrada a las colecciones, y despertarla y fomentarla es una obligación para acercarnos a los jóvenes. Cada año vienen al Prado unos 300.000 estudiantes con sus profesores y esa es una gran labor que hemos de agradecer, fomentar y enriquecer con iniciativas como el concierto del reconocido pianista chino Lang Lang ante Las meninas, que siguieron en streaming más de 50.000 personas, o la iniciativa “10 years challenge”, donde mostrábamos a personajes de cuadros pintados con diez años de diferencia. Sabemos que si queremos ser relevantes tenemos que acercarnos a los jóvenes con un lenguaje y unas herramientas que sientan como propias.
P. El papel de los departamentos de educación es también fundamental en los museos actuales, ¿qué herramientas educativas pone en marcha el Prado?
R. El promedio de participantes en actividades educativas ha ido creciendo en los últimos años de manera sostenida. Llegamos primero a cien mil, desde hace dos años estamos en 120.000 y este Bicentenario alcanzaremos las 140.000 personas que son, además, protagonistas activos con un rango amplísimo de edades. No entiendo el Prado como un simple contenedor de obras maestras, sino como un motor de cambio y generación de debates e ideas. Tenemos que ser capaces de crear proyectos educativos que prendan la curiosidad intelectual de los ciudadanos y ellos, a su vez, se convertirán en difusores de esa inquietud.
P. ¿Y hasta qué punto le preocupa el número de visitantes?
R. Esta pregunta se responde con un concepto general: el equilibrio. No hay nada más triste que una institución cultural sin público, porque entonces pierde su sentido y se convierte en un almacén. E igualmente triste es una institución saturada, porque se convierte en un hangar o en un pasillo del metro. Nosotros estamos en una situación muy buena, creciendo en visitantes, pero lejos de los niveles de saturación que a veces recogen los medios de comunicación. Incluso en estos museos que generan imágenes de cientos de personas haciéndose selfies ante una obra, existen otras salas que están prácticamente vacías. Si somos capaces de crear nuevos itinerarios y relatos, seguramente estemos atacando el problema de raíz.
El roto con Goya
P. En la última reunión de directores que tuvo lugar en el Museo comentó que “El Prado no puede prescindir del arte contemporáneo”, ¿cómo?
R. Todas las obras del Prado, en su día, fueron contemporáneas y todas las obras que son contemporáneas hoy, con el tiempo, serán arte clásico. El arte y la vida no se detienen, somos nosotros los que establecemos líneas o categorías, que son necesarias para la catalogación, el estudio y la exposición. Si miramos las obras de ayer y de hoy con una perspectiva amplia se pueden establecer infinidad de relatos, de proyectos y trabajos que resulten atractivos.
"No hay nada más triste que una institución cultural sin público, porque entonces pierde su sentido y se convierte en un almacén"
P. En noviembre, abrirán sus salas a dibujos de El Roto inspirados en Goya, ¿qué otros proyectos tiene en mente?
R. La propuesta de El Roto nos hace mucha ilusión porque la profundidad y agudeza de su trabajo, pese a ser tan actual como el periódico de esta mañana, se puede conectar con el pensamiento de los grandes clásicos, a caballo entre el escepticismo y la escuela de los cínicos. Es un ejemplo de cómo el arte evoluciona en sus formatos y expresiones, aunque sus preocupaciones y denuncias sigan siendo las mismas. En noviembre inauguramos también una gran exposición de los Dibujos de Goya, el día exacto del Bicentenario, y estamos enfrascados ya en grandes proyectos para el 2020. El Bicentenario no ha sido el final de nada, sino el comienzo de los próximos cien años del Prado.
Avatares del salón de reinos
Entre los retos inminentes está la rehabilitación del Salón de Reinos diseñada por Norman Foster y Carlos Rubio que lo dotará de un nuevo espacio para las exposiciones temporales. La primera fase, la rehabilitación de la cubierta de la tercera planta y la restauración de las pinturas murales de la primera, se hará a cargo de presupuesto del museo (un remanente de 2017 y 2018 de 5.200.000 euros). La siguiente, está por ver. “La ausencia de presupuestos impide iniciar el proyecto –apunta Falomir, que ha visto cómo ante la ausencia de gobierno, se prorrogaba el presupuesto de 49.712.620 millones de 2018– pero nosotros asumimos el compromiso de aportar un 25 % del total del coste del mismo. Dijimos que iniciaríamos los trabajos y hemos cumplido. La situación presupuestaria del Estado es un tema conocido por todos”.
P. ¿Más desafíos?
R. Seguir manteniendo la trascendencia que tiene el Museo del Prado en el sentir colectivo. Que las personas lo sientan como propio, que se identifiquen con su Historia y con sus historias. Que el Prado continúe siendo ese punto de conexión con las emociones de todos los ciudadanos. Ese es el gran objetivo que se conjuga en todas las actividades que desarrollamos en el Museo, con especial incidencia en la labor educativa que creo fundamental, ese es nuestro camino.