Han querido los astros (y la logística) que coincidan esta temporada dos mujeres artistas en los palacios del Retiro de cuya programación se ocupa el Museo Reina Sofía. Fuertes y combativas, cada una a su manera, juntas convierten el parque madrileño en campo de batalla con el arte como lanza. Si el Palacio de Cristal llora a las víctimas que las desgracias de Oriente llevan a morir en el Mediterráneo con el Palimpsesto de Doris Salcedo, el Palacio de Velázquez se prepara para la acción. Allí Esther Ferrer ultima los detalles de su exposición Todas las variaciones son válidas, incluida esta, una muestra que recorre su trayectoria con el tiempo como hilo conductor. Pionera de la performance, hablamos con la artista de sus acciones, de feminismo, del cuerpo y, en definitiva, de arte.
Pionera de la performance en nuestro país, Esther Ferrer (San Sebastián, 1937) cumple 80 años el próximo mes de diciembre, aunque la voz que atiende el teléfono no responde, ni mucho menos, a la de una persona de esta edad. Segura y fuerte, contesta a la llamada de El Cultural desde su casa de París. La proximidad del aniversario invita a echar la vista atrás pero ella, reticente, prefiere hablar de futuro. "Es mejor mirar hacia delante", ataja. ¿Y qué ve cuándo lo hace? "Veo un futuro que me interesa y me da miedo a la vez. La problemática del cíborg, la robótica, la ingeniería genética. No se sabe si vamos a pasar al otro lado y vamos a dejarnos llevar hasta nuestra destrucción o vamos a lograr la creación de un humano diferente pero no sistemáticamente malo. Vivimos una época peligrosa pero fascinante. ¿Seremos capaces de controlar el mal que el bien lleva consigo?" Así, con más preguntas que respuestas empezamos la conversación.
Pregunta.- Todas las variaciones son válidas, incluida esta es el título de la exposición que inaugura el jueves 26 en el Palacio de Velázquez, con obras que se remontan casi a sus comienzos: ¿es una retrospectiva?
Respuesta.- No. Es verdad que hay maquetas muy antiguas, hay obras de números primos que he expuesto muy poco fuera y nunca en España, piezas antiguas que pueden llevar a verla como una retrospectiva, pero no lo es. No está pensada como tal. De entre las performances seleccionadas hay alguna de hace tiempo, pero también hay una inédita. Hay telas que nunca había mostrado, obra sonora y, claro, la serie de Autorretrato en el tiempo.
"El arte es una vía de conocimiento. Si tiene una función es la de estimular el pensamiento, una reflexión y un placer enorme, para mí y espero que para los otros"
P.- Lleva desde 1981 haciéndose un autorretrato cada cinco años. El paso del tiempo es también el hilo conductor de esta muestra. ¿Qué significa el tiempo en su obra?
R.- No tengo ni idea de qué es el tiempo. Según los astrofísicos no existe, es una creación del hombre para comprender el mundo en que vivimos. Hay veces que creo que no tengo conciencia del tiempo y otras voy corriendo detrás de él. Para esta serie elegí la idea del tiempo en la fotografía porque todas las caras llevan escrita una biografía. Todo lo que pasa deja huellas sobre tu cuerpo y me parecía que hacer retratos era la manera más fácil de mostrar el paso de tiempo. Pensé hacerlo con la cara de otra persona, pero nadie quería ser fotografiado y luego cortado [las imágenes muestran dos mitades de distintos momentos del rostro de la artista].
"Los vagos del arte"
P.- ¿Cuánto hay de autobiografía en su obra?
R.- No pretendo hacer visible el elemento biográfico, aunque en el arte siempre está ahí. En mi caso, me di cuenta hablando con una crítica de arte de las instalaciones con hilos y relacionándolas con recuerdos de mi infancia, y es que, efectivamente, remiten a mi niñez. Nunca ha sido algo consciente, si mi obra es autobiografía, lo es a pesar de mí.
P.- Lleva en la acción desde 1967 cuando empezó con ZAJ, el primer grupo dedicado a la performance en unos años complicados. ¿Cómo recibían sus propuestas entonces?
R.- Claro que éramos unos raros. "Los vagos del arte" nos llamaron en un periódico. Otros pensaban que nos reíamos de ellos, había de todo, estábamos muy alejados del arte oficial.
P.- ¿Cómo ha evolucionado la performance?
R.- Muchísimo, entre otras cosas porque cambia la vida, la problemática artística, social, la ciencia avanza, los nuevos medios transforman todo. Pero sobre todo porque ha cambiado su ámbito de actuación. De un circuito minoritariamente artístico y con unas instituciones que no se interesaban para nada en la acción, salvo gloriosas excepciones, salta a la institución que empieza a mostrar interés. Y una institución tiene unas normas que hay que aceptar y que influyen también en la acción. Y por último, ha cambiado el público, que ahora sabe lo que es y va a ver una performance como quien va al teatro.
P.- ¿Eso es malo?
R.- No necesariamente. Pero es un hecho que la performance se ha teatralizado. Hubo un tiempo en que el teatro estuvo influenciado por la performance y ahora ésta se transforma para parecerse al teatro. Se cierra un círculo. He visto alguna incluso con personajes. Para mí la performance no representa, presenta: hay una diferencia abismal. Yo soy yo durante toda la acción. Ahora hay performances que representan, y quizá tenga que ser así.
"Para mí la performance no representa, presenta. Pero es un hecho que la acción se teatraliza cada vez más. He visto alguna en la que hay personajes"
P.- Y el espectador, ¿cuál es su papel?
R.- El público es libre, está ahí porque quiere: recibe, rechaza, aplaude. La gente forma parte de la acción sin pretenderlo. Aunque ahora participa mucho menos. Los años 60 y 70 fueron la época de la participación y el público se consideraba con derecho a intervenir, siempre tenía algo que decir, nunca había visto una performance y les sorprendía, provocaba sorpresas, protestas, reflexión...
P.- ¿Cree en la función social del arte?
R.- No creo que tenga una función específica. Antes de artista soy persona y tengo mis ideas e intereses. Mi trabajo a veces es una reacción a una situación político-social y el resultado es una acción, por ejemplo, con carácter claramente feminista, porque lo soy y lo seguiré siendo mientras sea necesario y cuando no lo sea, me alegraré mucho. Pero puede ser también otra cosa, como la emigración. Depende de la situación social que me hace reaccionar.
P.- Pero, ¿qué es el arte?
R.- El arte en mi caso es una vía de conocimiento, una manera de conocer el mundo en el que vivo y de conocerme a mí misma. Voy detrás de lo que me interesa, investigando. Una de las virtudes del arte es que no es dogmático, es transformable. Cuando trabajo sé que estoy en la vía de conocer algo. Y en este sentido, el accidente forma parte de la obra: si estropeo una fotografía no la tiro nunca. El arte es un espacio de libertad, donde te puedes permitir todo lo que tú quieres. Si tiene una función es la de estimular tu pensamiento, una reflexión y un placer enorme, para mí y espero que quizás también para los otros.
Esther Ferrer volverá en noviembre a Madrid. Tiene previsto protagonizar tres performances, dos en el Museo Reina Sofía y una en la calle. No se puede conocer del todo su obra sin verla en acción, así que allí estaremos.