Vista de la instalación en WIELS, Bruselas
Con la muerte del holandés Daan van Golden desaparece una figura solitaria e impar, cuyo lento paso por el arte y por la vida nos deja uno de los conjuntos pictóricos más personales, audaces y astutos de los últimos tiempos. Cuesta mucho pensar en alguien más ajeno a la norma y más intransigente con la defensa de la libertad, prisionero feliz de su afecto desinhibido y sincero por los estímulos fortuitos, por las pequeñas cosas tocadas por una luz imprevisible y fugaz, brillante o austera, oriental o europea.Nació Van Golden en Rotterdam en 1936 y comenzó a practicar la abstracción propia de los primeros años sesenta, pero un primer viaje a Asia pondría fin a este impulso inicial. Un estilo personal se definiría muy pronto, aunque es difícil hablar de estilo en Van Golden, pues, si tal cosa se hubiera dado alguna vez, esta sería sólo un leve eco de la exuberante heterogeneidad del conjunto de su obra. En 1964 aparecen ya los patrones decorativos con los que presumiblemente se tropezaría en el azaroso devenir cotidiano de sus viajes orientales. Algunos fueron expuestos en una galería de Tokyo, torpemente montados o montados para parecer torpes, más bien. Servilletas, pañuelos, manteles de papel, motivos ornamentales en paredes interiores o exteriores... todo le valía a Van Golden, que, como se ve en estos primeros cuadros de clara inspiración reticular, nunca rechazaría la herencia del gran icono holandés Piet Mondrian pero sí huiría de la etiqueta minimalista, del célebre lo que ves es lo que ves que se imponía en esos años. En Van Golden lo que vemos es lo que vemos, sí, pero lo hacemos a través de unos ojos aferrados incondicionalmente a la vitalidad de la experiencia.
Hereenlux, 1993. A la derecha, White Painting, 1966
No toda su obra de esta primera época es abstracta -tal cosa sería una inconcebible limitación en su trabajo-, como tampoco todo lo que vemos habría de ser necesariamente pintado. En un cuadro de 1965 titulado Collage with Passe-partout, imágenes de pájaros probablemente extraídas de un interior trascienden la superficie del lienzo y se deslizan más allá del paspartú hasta el borde del cuadro. Es uno de los primeros ejemplos de la irónica postura del artista hacia las convenciones de la pintura moderna y el primer paso hacia una voraz apropiación de motivos procedentes de cualquier fuente. A lo largo de toda su obra, los mass media fueron un importante foco de inspiración. Amigo de lo ajeno, desplegó un prolijo y desacomplejado abanico de estrategias de transformación de imágenes. Acudió para ello a la fotografía y a sus procedimientos. Simuló con la pintura los procesos de positivado, y amplió las imágenes hasta descubrir su trama esencial, como en sus conocidos cuadros de puntos, o hasta convertir motivos originalmente figurativos en territorios abstractos. En algunos casos, una imagen figurativa es retomada y convertida en abstracción muchos años después, como en su espléndido Heerenlux de 1993, una imagen de hojas y ramas que, recuperada en 2003, deviene una rara superficie de manchas, como ampliada con un zoom.
Produjo poco Van Golden, pero su obra y el legado que deja son irrebatibles. Indiferente a las modas, su obra es el espejo de uno de los espíritus más libres que ha dado la pintura de las últimas décadas. Queda en el recuerdo la memorable muestra individual que le dedicó WIELS en 2012. Acudan al catálogo que dejó la exposición tras de sí y darán fe de la brillante inteligencia y originalidad de su obra.
@Javier_Hontoria