Simon de Pury
Desde que Bob Colacello se refirió a él como el Mick Jagger de las subastas, el apodo siempre le acompaña. El rock star de las pujas narra en El subastador. Aventuras en el mercado del arte sus primeros récords batidos, sus inicios y experiencias.
Se trata de una biografía escrita junto a William Stadiem en la que desgrana parte de la profesión y su andadura desde que de joven ojeaba catálogos de arte en su casa. "No había revistas de Playboy que encontrar en casa de mis padres. Observar los libros de arte con ilustraciones de desnudos de Rubens y Renoir fueron, por lo tanto, mi primera experiencia artística", asegura el subastador a El Cultural. Una de las primeras cosas que desvela en el libro es que en una subasta presencial hay una premisa: situar a los dos grandes rivales de la puja en diferentes puntos de la sala. Christie's lo sabe y lo lleva a cabo. Y uno de los objetivos, por supuesto, hacer una buena venta y a ser posible batir un récord. De Pury tiene experiencia en ello. Ha pasado por Sotheby's pero para romper el liderazgo de las dos casas de subastas más populares (Sotheby's y Christie's) creó su propia marca: Phillips de Pury. Al frente de la casa el subastador batió tres récords mundiales con piezas de Basquiat.
El primero fue en 2007 con la obra Grillos vendida por 8.8 millones de dólares, al año siguiente Fallen Angel se vendió por 11 millones y en 2009, cuando Sotheby's le arrebató el liderazgo sintió ganas de revancha. En 2008 vendió una parte de su empresa a los rusos de Mercury de modo que con esa liquidez podía garantizar unos mínimos a sus clientes. Así, consiguió batir un nuevo récord al vender una obra por 16,5 millones de dólares. "Es una sensación de júbilo y satisfacción que imagino es cercana a lo que Cristiano Ronaldo debe sentir cuando marca un gol", afirma De Pury.
Simon de Pury y Angh Duong retratados por Erich Fischl
Para 2012 Mercury, que ya había comprado parte de su empresa, se hizo con la marca íntegra. De Pury se vio sin estrado al que subirse y con ganas crecientes de hacerlo, como un adicto a quien le falta su dosis diaria. "La llamada del mazo era la llamada de la selva. Es por eso por lo que me mantenía en el circuito, incluso sin una casa de subastas, realizando ventas benéficas por todo el mundo", relata en sus aventuras en el mercado del arte, un libro dinámico y divertido en el que aporta nombres, anécdotas y noches de subastas multimillonarias.Pregunta.- ¿Hasta qué punto el subastador, más allá de liderar el rito, puede contribuir en la puja?
Respuesta.- La mayoría de la gente viene a una subasta para pujar por una o, como mucho, dos lotes. Como normalmente se sientan ahí durante, por lo menos, una hora quieres ofrecerles un buen momento haciéndolo dinámico, divertido y gracioso. El principal objetivo es obtener el precio más elevado posible en nombre del vendedor.
Y aquí entra el juego las estrategias que el propio subastador puede tejer. Es legal, y seguramente seguirá siéndolo, que pueda inventar ofertas en el transcurso de una venta para agilizar una puja que no marca un ritmo demasiado trepidante. Ya que, valga anotar, una obra no se venderá si no se alcanza "el precio mínimo de reserva que el vendedor y la casa de subastas hayan pactado confidencialmente". Además, "en contra de la creencia popular, las subastas de ocho cifras no suelen ser procesos prolongados. Son breves y dulces y pueden durar entre uno y diez minutos".
Simon de Pury en una subasta en Sotheby's
R.- Vender en una subasta es algo bastante caro. Las grandes casas tienen unos costes fijos muy elevados y las comisiones que cobran a los vendedores se han ido ajustando gradualmente hacia arriba año a año. Es particularmente poco atractivo tener que dejar al menos el 25% sobre la mesa cuando vendes una pieza de arte valorado entre 10.000 y dos millones de dólares. En cuanto a la segunda cuestión, a medida que las subastas online se vayan desarrollando es de esperar que las comisiones se vayan ajustando a la baja gradualmente.
P.- Como subastador, ¿qué tipo de obra le divierte más vender?, ¿hay algún tipo de obra o artista que sea más interesante que otro para pujar?
R.- Como subastador le doy el mismo grado de atención y concentración a todos los objetos que me piden vender, independientemente de su valía artística. Como coleccionista o como comerciante de arte privado es, por supuesto, muy diferente y solo puedo vender algo de lo que estoy profundamente enamorado. Y como coleccionista de arte siempre quiero lo que no tengo. En el coleccionismo hay un instinto de caza muy arraigado.
P.- Si tuviera que escoger una obra de arte que aún no ha vendido y le gustaría hacerlo, ¿cuál sería?
R.- He creado un museo imaginario con todas mis obras favoritas. Muy pocas de ellas podrían ser vendidas porque la mayoría pertenecen a colecciones públicas. Una de las obras que siempre me ha obsesionado es Perro semihundido de Goya, de su serie de pinturas negras que cuelga en El Prado.
Como él mismo dice: "Coloqué en la cesta del arte todos mis huevos. Lástima que no sean de Fabergé...".
@scamarzana