La danza delle ore (La danza de las horas), de Gaetano Previati
En su misión de esclarecer la génesis de las vanguardias históricas, la fundación Mapfre vuelve a ofrecer una exposición donde se comprueba la complejidad y el cruce de movimientos entre finales del siglo XIX y el XX. En esta ocasión, con el foco proyectado sobre la genealogía del futurismo italiano se nos invita a una exploración que va de una escena local a la asimilación y proyección en el ámbito internacional; así como del protagonismo de la luz a la autonomía del color. Y, en definitiva, de una pintura que se recrea en la naturaleza en contraste con la ciudad a imágenes exultantes de una abstracción al dictado del ritmo visual.Este interesante recorrido, además, nos permite asistir al desarrollo de la escena milanesa durante un cuarto de siglo, desde 1890 a 1915, con bastante detalle, de manera que podemos atisbar los avatares de la creación en diálogo con la sociedad de su tiempo. Entre la casi veintena de pintores pertenecientes a dos generaciones distinguimos tendencias e intereses contrapuestos y evoluciones inesperadas y asombrosas. Como las realizadas sobre todo por el gran Gaetano Previtali (1852-1920), escalando desde el divisionismo al simbolismo, y después por Giacomo Balla (1871-1958), eslabón imprescindible entre el divisionismo y el futurismo.
Aunque habitualmente se cree que el divisionismo o cromoluminarismo fue fundado por Seurat en 1884, se reivindica aquí la peculiaridad del divisionismo en Italia, bajo el impulso del marchante, pintor y crítico de arte Vittore Grubicy de Drago. Su influjo fue fundamental para la primera Trienal de Milán, celebrada en 1891 y que reunió a una primera generación (además de Previtali, Segantini y Morbelli) ensimismada en la representación de la luz meridional en el crepúsculo, junto a las vistas alpinas de Longoni, Maggi y Fornara donde quedan bien recortadas las siluetas y las ricas texturas de la pincelada aprovechan la trama del lienzo. Momento contrapuesto a la segunda Trienal donde escandalizaría el giro hacia la representación de las desigualdades sociales de los propios Morbelli y Longoni, a quienes se suman los artistas Pellizza, Sottocornola y Mentessi. Aunque todos, en conjunto, compartieran una sensibilidad poética y sentimental.
Luigi Russolo: Periferia-Trabajo, 1910 / Giuseppe Mentessi: Lágrimas, 1898
Entonces, a través de Hugo Balla, maestro de Boccioni y Segantini, se produce la ruptura y se reivindica el divisionismo autóctono. Esta nueva generación contará con una genealogía propia para firmar en 1910 el Manifiesto de la pintura futurista, tras el Manifiesto del futurismo publicado por el poeta Marinetti en Le Figaro un año antes. Pero ya en 1906 Severini había conocido el cubismo en París y allí Boccioni había acusado la influencia de los fauves. Les seguirían en 1911 Carrá y Russolo. Entonces, la luz sucumbe al cromatismo: incluso el blanco es solo un color. Y la representación figurativa se convierte en plasmación abstracta del ritmo frenético de la Modernidad.
Dos años más tarde incluso Balla se sumaría al movimiento, firmando como futurBalla, aquí con aguadas y telas geométricas elegantísimas. Entonces, el futurismo pasará a convivir con movimientos hermanos: orfismo, rayonismo, luego vorticismo...
@_rociodelavilla