La imagen de Alberto García-Alix (León, 1956) siempre estará asociada a la Movida madrileña, a sus luces, y especialmente a sus alargadas sombras. Pero tras más de 30 años de carrera fotográfica, al echar la vista atrás, ahí continuan sus dos grandes pasiones, el mundo de las motos, del que ha sido ávido documentalista, y la propia fotografía, que se plasma en su querencia por realizar retratos que capten la esencia del alma de los retratados, sean quienes sean. Dos pasiones que recoge la exposición Sombras del viento, que presenta su trabajo más contemporáneo mezclado con una mirada a su pasado más representativo, ejemplificando la progresión en el tratamiento de estos dos corpus elementales de su obra que constatan el paso del tiempo y la evolución de un autor fiel a sí mismo, a pesar de sí mismo.
Pregunta.- Tantos años y ésta es la primera exposición en su ciudad natal. ¿Por qué ha tardado tanto?
Respuesta.- La primera no es. Hace muchos años llegó a exponerse aquí una que estrené en Madrid en el año 98, para la inauguración de PHoto España. No recuerdo el año exacto pero sí que llegó. Esta sí que es la primera que estreno específicamente en León. He tardado tanto porque la verdad nunca me habían ofrecido venir, yo no tengo nada que ver en eso.
P.- ¿Qué vamos a ver en esta exposición? ¿Se trata un poco de una mirada hacia atrás?
R.- La exposición se plantea como una revisitación actual por el 23 aniversario de los dos primeros fotolibros que hice a principios de los años 90. Uno sobre el mundo de la moto y otro sobre el retrato. La exposición se centra en mi trabajo actual, en las obras modernas que están en las paredes. En las vitrinas se colocan, para que la gente las vea, aquellas primeras fotos de los libros, las imágenes de época, para que la gente las confronte. Por lo que quizá sí que es una mirada hacia atrás, pero también hacia delante.
P.- ¿Qué diferencia esas fotografías de décadas pasadas de sus trabajos más actuales?
R.- Por ejemplo, en las fotos de temática motera que hago ahora mismo ya no hay referencias, sin embargo las antiguas fotos están llenas de símbolos que van desde los paisajes, los trajes, la estética... todo. Mi nuevo trabajo ya no cuenta con referentes, es un trabajo mucho mas alegórico sobre la moto. Y en el tema del retrato, sin ser lo mismo exactamente, es igual. Ya no hay referencias digamos, en lo que rodea al retratado, sino que es solamente, pura y llanamente el retratado.
P.- Aunque la moto más que un tema, es para usted una forma de vida...
R.- Sí, yo toda mi vida he ido en moto, de hecho no sé cómo conducir un coche. La moto ha sido parte de mí, uno de mis grandes placeres, de mis leitmotivs. Y claro, todo ese mundo alrededor de la moto, lógicamente, en su aspecto más lúdico, tiene toda una cultura original y específica que genera un imaginario visual propio.
P.- El retrato es otro punto clave de su lenguaje fotográfico. ¿Por qué lo escoge como forma de expresión?
R.- Quizá el retrato me escoge a mí...Yo siempre he hecho retratos porque siempre vi en el retrato el gran ejercicio fotográfico.
P.- ¿Sigue buscando lo mismo a la hora de retratar que hace 20 o hace 30 años?
R.- Sigo buscando lo mismo, sí. La búsqueda siempre es la misma, el descubrir, el ver cómo podemos aprehender a los demás, cómo podemos digamos, tocar a través del hecho fotográfico su alma, cómo podemos descubrirlos, ponerlos a la luz.
P.- ¿Y sigue encontrándolo, aparece como aparecía entonces?
R.- Sí, pero en 20 años de trabajo se aprende mucho. Hoy en día parto de otras bases, de un conocimiento más profundo. Claro que busco otra profundidad, pero un retrato no deja de ser un retrato. Es un ejercicio visual donde se busca lo que subyace dentro del personaje, uno busca siempre poner a la luz aquello que mira.
P.- Además de exponer imparte dos talleres de fotografía (21 y 22 de noviembre), ¿se puede enseñar a fotografiar?
R.- Sí, claro que se puede. El ojo se educa. Si no se pudiese enseñar fotografía apaga y vámonos. Se enseña igual que se enseña matemáticas o medicina, igual que se enseña todo. Puedes alimentar el conocimiento del que mira, del que descubre... Las técnicas no son lo importante, lo que hay que enseñar es la metafísica de la imagen, la metafísica de la mirada, qué queremos buscar, qué queremos ver, cómo hacemos esa búsqueda. Es un ejercicio de profundidad que trasciende a la técnica.
P.- Pero una mirada tan personal quizá es más compleja de enseñar o de transmitir...
R.- Puede ser, pero todo el mundo tiene su propia mirada y todo el mundo puede desarrollarla. Nadie nace sabiendo, partimos de bases. Primero aprendemos esas bases y después todos vamos decantando nuestra mirada, la focalizamos.
P.- Tras tantos años, tantas experiencias... ¿Cómo ha cambiado su mirada, su forma de fotografiar?
R.- Pues como te diría yo... Me he hecho también más profundo. Hago una fotografía más abstracta, más desposeída de lo artificial. Vamos cambiando, lógicamente no eres igual con 20 años que con 30 o con 40 o con 50. La inteligencia del ser humano nos pide cambiar, nos pide aprender, nos lo exige, incluso a pesar de nosotros mismos. La base emocional es la misma, hay que sentir una emoción. Miras a través de la cámara buscando que lo que mires te guste, te sorprenda, te emocione... Esa es la primera base del creador.
P.- ¿Hay escenarios comunes, lugares que se repiten en sus fotografías?
R.- Los lugares comunes existen siempre en cualquiera obra de cualquier creador. En la mía, quizá el retrato mismo es un lugar común, no lo sé. Yo siempre he dicho que tengo una mirada muy frontal, me posiciono frente a lo que voy a fotografiar como si fuera un forense.
P.-¿Ha incoroprado de algún modo lo digital a su trabajo?
R.- En absoluto: yo sigo trabajando en analógico. Una vez me dejaron probar una cámara digital pero no me aportaba ninguna virtud. Para gustarme me tenía que haber aportado algo, o más rapidez, o más calidad, o más poesía... y no me aportó nada. No estoy contra el digital, para mí toda cámara es lo mismo, exige un ejercicio de visión, pero a mí me gusta la expresividad del blanco y negro y trabajo en analógico. A la edad que tengo, ya cambiar ¿para qué?
P.- ¿Y a la fotografía en general?
R.- La fotografía ha cambiado muchísimo, aunque no sólo por el digital. Lo que ha cambiado es lo que yo llamo el 'capitalismo de la imagen'. Ahora cualquier aparato hace fotos, hasta un mechero el día de mañana hará fotos, aunque sean cuatro.
P.- Y esa democratización de la imagen, ¿es buena o mala?
R.- Pues buena y mala, tiene de todo. Es positivo para quien lo quiere emplear con intencionalidad. El problema es la falta de intencionalidad porque entonces la imagen se convierte en algo banal y solamente se recurre a ella por un exceso de ego. Como el selfie, un constante ejercicio de ego que no aporta porque le falta poso. Otra pega es que también hay una gran falsificación de las emociones del fotógrafo, aunque como contrapartida ya no se requiere ninguna técnica para tomar imágenes.
P.- Ya lo vaticinaban los grandes teóricos de la comunicación de principios del siglo XX con aquello de 'El fin del arte'...
R.- No. Lo que es el arte es otra cosa, otra creación. Eso no morirá nunca. Yo no soy un teórico y no sé bien que decir, pero personalmente creo que el arte, el deseo de la creación es una necesidad humana fundamental.
P.- El mundo está demasiado fotografiado, nos decía el otro día el fotógrafo Ángel Marcos: ¿Cree que sobran fotografías?
R.- Sobran las fotografías malas. Las que son buenas nunca sobran porque nos enseñan, nos emocionan, nos aportan... Sobra toda la vulgaridad, toda la tontería, toda la copia de la copia de la recopia, los millones de retoques que no valen para nada. Lo que es el consumismo del 'capitalismo de la imagen', eso sí que sobra. Pero la imagen buena no sobra nunca.