Carlos Bunga en su estudio
Cartón, pintura y cinta adhesiva. Elementos frágiles, acabados imperfectos y técnicas de reciclaje. Así es el universo creativo del portugués Carlos Bunga, tan complejo y delicado como su idea de memoria, arquitectura e historia. De ellas habla en sus instalaciones y esculturas que son, ante todo, Pintura. Así titula su exposición en la galería Elba Benítez de Madrid, que celebra uno de los mejores momentos de su carrera. Inmejorable.
Allí viaja a menudo, a veces con saltos mentales porque, en realidad, Bunga vive en constante desplazamiento, como sus obras. En ellas propone una reflexión sobre el deambular de las cosas, sobre lo vulnerable y transitoria que es la vida contemporánea. "Yo soy un nómada", confiesa. Así ha titulado la exposición que el próximo junio inaugura en el Museum Haus Konstruktiv de Zúrich, uno de sus proyectos más importantes de este 2015, que le llevará en otoño al Museo de la Universidad Nacional de Colombia, a La Capella del MACBA y a la Bienal de Arquitectura de Chicago. A este momento inmejorable ha llegado tras un largo Exodus, nombre que dio al proyecto que hizo en 2014 en el National Museum Wales, en Reino Unido, tras su nominación al Artes-Mundi Art Prize 2014.
Para el proyecto que ahora presenta en la galería Elba Benítez de Madrid, Pintura, da otro salto, esta vez temporal, a los inicios de su formación como artista. Viajamos a 1998, cuando Carlos Bunga entró en una recién inaugurada escuela de artes visuales en Portugal, en la pequeña localidad de Caldas da Rainha, lejos de los centros neurálgicos donde se forman la mayoría de los artistas portugueses. Esa idea de periferia fue, desde entonces, crucial. Se matriculó en pintura, su gran interés artístico, de la que, paulatinamente, fue dudando, renegando, investigando...
Su frustración con lo pictórico fue ampliándose a medida que lo hacía su interés por lo urbano, los edificios y los espacios deteriorados. "Sentía una enorme satisfacción simplemente por mirar esas casas derruidas y los solares y marcas que habían dejado en los edificios colindantes al desaparecer", explica. Tal vez por eso, llevó sus pinturas a las tres dimensiones y a la construcción de maquetas, paredes, habitaciones, laberintos... Llevó la pintura a la escultura, la fotografía, el vídeo, la performance, la instalación. "Construcciones pictóricas", las llama él."La pintura es un lugar y un no lugar, cómodo e incómodo. Son esas contradicciones las que me despiertan emoción e interrogantes"
Se levantan sobre un campo expandido, un término que, en el arte, celebra la apertura de límites y la experimentación. "En todos mis trabajos la pintura está directa o indirectamente presente. Es la base de mi pensamiento, un lugar multifacético lleno de capas, perspectivas, colores, olores... Emocionalmente, lo pictórico está asociado con la idea de materia o de piel. Es como una superficie orgánica, que contiene infinidad de entropías, de caos. La pintura es un lugar y un no lugar, cómodo e incómodo. Son esas contradicciones las que me llevan a escapar de un discurso teórico y racional de la pintura, y me despiertan emoción, dudas e interrogantes. Mis obras son esquivas, anacrónicas y escurridizas", dice.
-¿Su proceso creativo es igual de caótico y contradictorio?
-Es una mezcla de emociones. No siempre tenemos las cosas claras; tenemos más dudas que respuestas, que nos hacen buscar, preguntar y avanzar. Lo importante es reflexionar, ser crítico, persistir.
-En la exposición, vemos una nueva intervención in situ en el espacio arquitectónico de la galería y algunas obras recientes de las series Nichos e Intentos de conservación.
-Los Nichos son obras insertas en la pared que funcionan como una especie de obra en negativo, hacia dentro. Están colocadas a una altura alta, para que el movimiento de la cabeza se asemeje a cuando miramos a una torre arquitectónica o la cúpula de una iglesia. Hacen referencia a lo sagrado, a ese lugar al que peregrinar, contenedor de objetos de culto. Los Intentos de conservación también son obras insertas en la pared, pero iluminadas por luces y con un vidrio fuera. Aluden a las vitrinas de los museos y tienen que ver con esa necesidad que tenemos de preservar, con la temporalidad de los objetos. Estamos constantemente intentando congelar el tiempo y poniendo énfasis en conservar las cosas cuando constantemente están cambiando. Vivimos obsesionados con la eternidad...
-¿Por eso hace hincapié en lo frágil y lo inestable? En trabajos anteriores hablaba de fenómenos naturales como los tsunamis, los huracanes, los terremotos, los atentados. ¿Sigue ese interés?
-Las micro o macro catástrofes, naturales o artificiales, aceleran ese sentimiento de temporalidad de los objetos y de nuestra vida. Tenemos miedo a tener una existencia sin tiempo, por eso insistimos en esa idea de vida eterna. Mis trabajos ponen en juego esa idea de permanencia; se sitúan en espacios intermedios donde constantemente hay cambios de sentido. Unos movimientos que giran en torno a la idea de vida, muerte y renacimiento.
-Trabaja con materiales modestos, como el cartón y la cinta adhesiva, que luego pinta. ¿A dónde le siguen llevando?
-El cartón me sigue dando la posibilidad de materializar conceptos que me interesan, relacionados con la memoria, tiempo, transitoriedad, arqueología, historia, casa, reciclaje...
Libretas mentales
A ratos, es un tipo complejo y mental. Su cabeza es su mesa real de trabajo, donde están sus libretas y sus notas. Otros ratos, es sagaz e intuitivo, como cuando elige la gama de colores de sus obras, siempre deliciosos ocres, rosas, turquesas casi comestibles, que provocan una sensación hipnótica. Un efecto placebo que también nos lleva a otro. Porque tras sus coloristas construcciones, Carlos Bunga habla, también, de cuestiones sociopolíticas y económicas derivadas del impacto del capitalismo y la globalización; de los movimientos demográficos; los flujos de la inmigración; la desigualdad social..."Somos absolutamente vulnerables", musita.Su última residencia en el MOCA de Tucson y el contacto con el desierto de Arizona, protagonizan sus últimas investigaciones, centradas en la idea de volver a un estado inicial de pensamiento como algo vivo en armonía con la naturaleza. ¿Cree, pues, que el espacio público nos destruye? "Nos construye como lugar físico de dominio público y uso colectivo, pero también provoca frustraciones, angustia y desesperación. Aunque hoy entra en juego otro espacio público, el virtual. Pero, ¿cómo lidiar con él?".