Hubert de Givenchy, 1960. Foto: Robert Doisneau
La firma fue fundada en la Francia de 1952 y sus colecciones tan exquisitas como vanguardistas en seguida lo catapultaron. Desde muy joven la moda y la belleza comenzaron a formar parte de su ADN. "Viene de una familia en la que su abuelo fue director de una fábrica de tapices, eran coleccionistas de arte, telas y mobiliario. Y sus padres continuaron esa tradición", cuenta Eloy Martínez de la Pera, comisario de la muestra que reúne 95 trajes y 15 cuadros de la colección de la pinacoteca. La Maison francesa siempre destacó por sus estilosos diseños que le valieron su fama y su prestigio. Contó, además, con una de las mejores embajadoras para su firma: Audrey Hepburn. Pero no solo ella, también fueron fieles a sus telas personalidades como Jacqueline Kennedy, Wallis Simpson y Carolina de Mónaco.
Fotograma de Desayuno con diamantes donde Audrey Hepburn viste el modelo de Givenchy
Es conocido que fue Hepburn quien decidió que el traje formaría parte del filme. Pidieron tres vestidos idénticos por si hubiera algún percance durante el rodaje. "La ropa de Givenchy es la única con la que me siento yo misma. Es más que un diseñador, es un creador de personalidad", afirmó la actriz. De ahí derivó en una relación profesional a la par que de amistad. Pero, ¿en qué se inspira el modisto para la creación de sus sobrios trajes? Una de las grandes inspiraciones para el francés fue Cristóbal Balenciaga. "Siempre fue su admirador - comienza De la Pera -. Fue el primer taller en el que quiso trabajar al ver sus primeros croquis". De él bebió los tres pilares fundamentales en el mundo de la alta costura: La importancia de los tejidos, la premisa de que el mínimo en costura es el elemento de la elegancia y el amor por la moda y la costura. "Balenciaga es un Dios", llegó a decir quien preside el Museo Balenciaga en la localidad natal del modisto vasco, Guetaria.Otra fuente de la que se nutre el diseñador es la pintura. Por ese motivo, en esta muestra los vestidos dialogan con diferentes cuadros de la colección del Museo Thyssen. Transite su "amor" por la pintura de los siglos XVII y XVIII y se muestra junto a un bodegón con un bordado de flor antigua. Incluso tiene cabida Marx Ernst, dialogando sobre pedrería, pasamanería, bordado y encaje. "Hay dos vestidos de noche en los que los cristales parecen esculpidos por Ernst". Y Zurbarán se cuelga cerca de sus trabajos vinculados a los brocados y los complementos. Esto último, cuenta De la Pera, para Givenchy resulta primordial. Una filosofía que compartían las grandes clientas de la firma; estar compuestas con guantes, gafas, tocados, pendientes y pulseras. Así es la relación con Zurbarán: "Santa Casilda va con su diadema, su tiara, sus rubíes y sus esmeraldas". Resumiendo, hay lecturas conceptuales, formales, estéticas y emotivas.
Conjunto de noche llevado por Jackie Kennedy en verano de 1961. En el centro vestido de noche de la Marqusa de Llanzol de 1990. A la derecha vestido de organza azul de Madame Weiller de 1992
Se podría decir que hay tres elementos que ambas corrientes artísticas comparten: la forma, el color y la luz. "La luz como algo más amplio", matiza el comisario. En cuanto a los colores y las formas, arte y moda se dan la mano. Aunque si hay algo positivo en que los retales entren en los museos es que este tipo de exposiciones congregan a un público diferente, a un grupo de personas que de otra manera no entrarían y se perderían las obras más importantes de la historia del arte. Algo más ecléctico. Una vez dentro cabe la posibilidad de que visiten otras salas, vean otros cuadros y conozcan a los artistas que figuran en nuestro imaginario. Nacionales e internacionales. Serendipia, quizá.