Fernando Renes en su estudio en la Academia Española en Roma. Foto: Begoña Zubero

Son tiempos de cambios para Fernando Renes (Covarrubias, Burgos, 1970). Tiempos de Pasta fresca. Así ha titulado su próxima exposición en la galería Adora Calvo de Salamanca, donde inaugura el próximo 12 de septiembre su primera individual. Es su nueva galería tras el cierre de Distrito4 en Madrid, su compañera de viaje durante una década, y donde expuso por última vez en 2011. Hay un agujero negro en el cubo, parecía vaticinar el título, al son de una conocida canción infantil...



Esta nueva etapa arranca, además, con un nuevo escenario de trabajo, su paso este año por la Academia Española en Roma. Allí llegó buscando refrescar su universo de referentes, aunque eran muchos los que habían copado sus dibujos, de Covarrubias a Nueva York (así se llamó su exposición en el CAB de Burgos) pasando por la manada de montes Fuji. Un relato circular que encuentra ahora un nuevo giro más. "Después de tantos años en Nueva York veía que mi piel se estaba endureciendo, los estímulos me llegaban cada vez con menor intensidad y el punto de gravedad seguía siendo el mismo: mis problemas y yo. Un espiral onanista que debía romper", explica.



Juega al hablar con un ligero acento italiano, al que se ha acoplado tan cómodamente como a la ciudad eterna. Apego le ha cogido a Roma, aunque de momento, dice, no dejará su vida en la gran manzana. También aquí le persiguen esas ganas de devorarlo todo, información que primero engulle, luego digiere y más tarde dibuja. Un Romance omnívoro lo llama él, donde lo cotidiano está en la base de todo. Sus dibujos siguen siendo hoy igual de animados, directos e irónicos que antes. Siempre contundentes.





Detalle del dibujo Manic Depression, 2014



-Roma es la protagonista absoluta de sus últimas obras. Háblenos de ellas.

-El hecho de estar en Roma me ha permitido sacar el punto de gravedad de mí mismo y empatizar más con la ciudad. Si bien hoy todos somos parte de una misma iconosfera, una ciudad como Roma ofrece su propia iconosfera. Se podría decir, incluso, que fue en Roma donde se creó una protoiconosfera como vehículo de influencia y de sumisión a través de la estatuaria grecorromana y, en menor medida, por la numismática. Mis nuevos trabajos tienen mucho que ver con esto. He hecho dibujos de mayores dimensiones y de mayor complejidad, donde mezclo todo tipo de imágenes, pero siendo el sustrato romano la base de esta nueva tirada, tanto de formas como de vivencias.



-¿Ha vuelto tocado por la gran belleza romana?

-Roma ofrece un tempo tranquilo y relativizado, de algún modo es como una gran dama sabedora de su belleza. Creo que he aprendido a ver la contemporaneidad en cosas que antes de estar aquí no pensaba que fueran tan frescas y actuales, desde la pintura etrusca a la pompeyana, pasando por toda la estatuaria grecorromana, manifestaciones paleocristianas, arquitectura renacentista, fachadas barrocas, jardines y árboles monumentales... Sobre todo ello estoy reflexionando mucho ahora.



-Comparando Roma con Nueva York, donde lleva más de una década viviendo, ¿son ambas ciudades tan diferentes como parece?

-Tanto Nueva York como Roma son dos ciudades inabarcables, Roma en sentido vertical y Nueva York en horizontal. La verticalidad de Roma se debe a todo lo que ha ocurrido durante siglos, donde sedimento tras sedimento de diferentes momentos vitales han ido creando la ciudad, y la horizontalidad de Nueva York se debe a todo lo que pasa en ese aquí y ahora preñado de tantas posibilidades. Nueva York se debe a todo lo que pasa en ese aquí y ahora, hasta al turista se le ofrece la ciudad para hacer tal o cual cosa y poder ver un verdadero new yorker, creo que muy a la manera de cómo se vendía Roma en época imperial, el atractivo del colonizador sobre el colonizado.





Algunos de los dibujos que expuso en Hay un agujero negro en el cubo, en la galería Distrito4, Madrid, 2011



-El lenguaje es fundamental en sus obras, y no sólo en los títulos. En sus nuevos dibujos también lo incorpora.

-Siempre he trabajado con la palabra, a veces apropiándome de textos, otras con textos propios, pero casi siempre el resultado final es una especie de maridaje entre imagen y palabra, recuperando el espíritu de la Academia degli Arcadi, donde en el siglo XVII se estableció el Ut Pictura Poesis.



-¿Qué intenta comunicar con su trabajo?

-Entiendo mi posición como artista como la de aquél que toma notas, bien de episodios personales, bien de una preocupación más social, a veces con un mayor o menos optimismo, otras muchas con pesimismo, con un regusto ácido supongo que destilado de esa observación de la condición humana, que para mí se mueve entre la fe y el descreimiento. Lo que me mueve es una búsqueda constante de formas e historias.



-¿A dónde le ha llevado el dibujo en todos estos años?

-Creo en el poder comunicativo del arte y, en mi caso, he escogido el dibujo por ser uno de los medios más rápidos, ricos y llenos de opciones. También me interesa mucho la animación, que tiene todas las posibilidades del dibujo y además están potenciadas.