El taller, 1955 (Tate Modern, Londres)
La Fundación Mapfre recorre la obra del malagueño a través de los estudios donde trabajó. 80 pinturas, 60 dibujos y grabados, 20 fotografías y una decena de paletas nos abren las puertas de sus talleres.
Si el Picasso Black and White de Carmen Giménez en el Guggenheim de Nueva York (2012), el Álbum de familia (Museo Picasso Málaga, 2013) o Yo Picasso. Autorretratos (Museo Picasso Barcelona, 2013), por recordar las más recientes, se acercaban a la obra del malagueño abordándola desde los temas que sugieren los títulos, ahora esta nueva aproximación lo hace trasladándose al punto exacto en el que se cruzan su vida y su arte: a su taller.
"No pretende ser una exposición antológica pero el tema del taller permite un recorrido por una gran parte de la obra de Picasso", explica la comisaria. No exactamente desde el principio porque, aunque la muestra comienza con el Autorretrato con paleta de 1906 (Philadelphia Museum of Art), es en 1918 con la serie de las naturalezas muertas donde realmente Picasso nos abre las puertas de su estudio: las persianas de la habituación están bajadas y la luz se filtra a través de la ventana para iluminar la escena. "Y es a partir de los años 20 cuando el tema del taller se convierte en el centro de la creación artística de Picasso", añade Maite Ocaña.
"Lugar de creación y de experimentación", dice para explicar que el estudio fue para el pintor un laboratorio de investigación, un espacio donde Picasso busca nuevas fórmulas que sintonicen sus experimentaciones cubistas con el clasicismo de los últimos años: "Ejemplo de ello son Ventana delante de un balcón (1919) o Ventana abierta sobre la calle Penthièvre (1920). Hay también una obra en la exposición, un recortable de una guitarra sobre una mesa que logra la tridimensionalidad".
El pintor y la modelo, 1963 (Museo Reina Sofía)
Vendrán luego, a partir de 1926, las formas curvilíneas y voluptuosas. En 1927 conoce a Marie Thérèse Walter y la pasión y vitalidad se traslada también a estos "paisajes interiores". Por los talleres -Bateau Lavoir, el Boulevard de Clichy, el Boulevard Raspail, La Boéti, Boisgeloup, La Californie, Mougins- pasaron también sus mujeres "o los arquetipos que de ellas se desprenden", dice la comisaria. Aquí están Walter, Françoise Gilot y Jacqueline, no está Dora Maar pero sí Olga Khokhlova, que no aparece como tal pero que posa como una modelo dentro de la serie El pintor y la modelo, todo un género dentro de la obra del pintor y una de las más importantes en relación con el taller.La misma ondulación de las formas, la misma que aplica a las naturalezas muertas aparece luego en los retratos femeninos. "No es más que una transición. -añade Ocaña- La misma composición utilizada en los objetos aplicada a los modelos: y así llega la serie de figuras femeninas relajas, descansando en el exterior o en interior del taller. El pintor y la modelo a partir de los años 30 se convierte se convierte en el leitmotiv, esto se ve muy claro en la Suite Vollard" o en los retratos de Jacqueline en La Californie, quizá el taller más presente en estas salas de Mapfre.
Y, ¿qué aprendemos en el taller de Picasso? ¿Qué nos cuenta este espacio de creación e intimidad? "Aprendemos que Picasso vive por y para la pintura, que hace constantemente el ejercicio de mirar sus logros anteriores y que eso le hace saltar a una nueva etapa pero que nunca deja de apoyarse a lo que ha creado anteriormente". A lo largo de la sucesión de talleres -60 años se recorren en esta exposición- es interesante ver cómo ese antes y después fluye constantemente para dejar ver un Picasso más renovado y joven. También nos hablan de su personalidad: el desorden aparente no puede ocultar las manías del artista que no dejaba que nadie le tocase nada de su lugar de trabajo.
Una curiosidad: vemos expuestas en la Fundación Mapfre más de una decena de paletas del pintor. "Muestran cómo el pintor experimenta a través de los colores. En algunas casi no hay color, las hay sobre cartón o sobre metal, en otras hay arena. En la de cartón, Picasso experimenta cómo el óleo reacciona sobre la superficie, de modo que son también un fondo de experimentación", dice la responsable de la muestra.
Cráneo de toro, fruta y jarrón, 1939 (The Cleveland Museum of Art)
Veinte fotografías de los estudios por los que pasó el genio acompañan a las pinturas, dibujos y grabados de la muestra, procedentes de 30 colecciones públicas y privadas y, una gran parte, muy pocas veces expuestas al público. En La Californie vive su nieta, en Mougins pintó su último cuadro, Mujer desnuda acostada y cabeza, en abril de 1973, y el castillo de Vauvenargues, en Aix-en-Provence, donde está enterrado, estuvo abierto al público una temporada. "Desde allí se ve la montaña de Sainte Victoire, esa que compartió en sus pinturas con Cézanne, es un lugar mágico". Y otro autorretrato, el realizado en 1969, Hombre en el taburete, visto por única vez en la primera exposición del Palais des Papes de Avignon en 1970 y prestado ahora por un particular, cierra la exposición. Y la puerta del taller. ¡Au revoir, monsieur Picasso!