Laure Prouvost
Muy poca gente dudaba de que el premio Turner de este año iba a recaer en Tino Sehgal. La del artista alemán residente en Londres era la propuesta más interesante y más novedosa, la más atractiva y la más redonda, y con ella lideraba la inmensa mayoría de las expectativas de todas las casas de apuestas británicas. Pero en su contra jugaba el hecho de haber sido galardonado con el León de Oro de la Bienal de Venecia por el trabajo que presentó en la rotonda del Pabellón Central de los Giardini, junto a los diagramas de Rudolf Steiner. A la organización del Turner debió hacerle poca gracia que premiaran a Sehgal. Probablemente ni contemplaban esa opción. Y era ahí donde muchos pensábamos que David Shrigley podía tener su baza. Ya lo contamos en su día, cuando se hicieron públicos los finalistas, y lo habían constatado la mayoría de los medios. Laure Prouvost y Lynetter Yiadom-Boakye no parecían contar con demasiadas opciones ante Sehgal y Shrigley, que partían con ventaja.Muchos guardamos frescos en la memoria los trabajos realizados por Sehgal en 2012 en la Documenta de Kassel y en la Sala de las Turbinas de la Tate Modern, dos piezas que se mostraron simultáneamente en la ciudad alemana y en Londres. Ambas recibieron el aplauso unánime de la comunidad artística y de todos los aficionados, que caían cautivados ante la fascinadora novedad que proponía el artista, una suerte de performance colectiva que en nada se parecía a lo que nadie hubiera visto antes. Pocos podremos negar que no andábamos buscando el modo de escribir algo original sobre Tino Sehgal cuando Channel 4, en su gala retransmitida en directo a todo el país, reveló el nombre de Laure Prouvost como ganadora del premio. Yo interpreté el tuit con el nombre de Prouvost del siempre corrosivo Adrian Searle segundos antes de fallarse el premio como la típica gracieta de última hora, un 'por si cuela'. Pero, contra todo pronóstico -no recuerdo un galardón tan inesperado en los últimos años- ha sido la artista francesa nacida en 1978 la que ha reventado las apuestas.
Wantee, de Laure Prouvost.
Cuesta mucho pensar que David Shrigley no vaya a ganar nunca el Turner Prize, un galardón que produce un contexto en el que Shrigley se mueve con enorme naturalidad. Es difícil intuir cual será la deriva del trabajo de Tino Sehgal, dada su facilidad para crear cataclismos en las convenciones que han sobrevolado la producción de obras de arte en las últimas cinco décadas. Le auguro un buen futuro a Linette Yiadom-Boakye, cuyas pinturas en la Bienal de Venecia -que estaban expuestas junto a la obra de la ganadora del Turner Prize de 2008 Cathy Wilkes- me parecieron extraordinarias. Y tengo el sentimiento opuesto con Laure Prouvost, a quien este galardón, dotado con 25.000 libras, puede, a la larga, salirle muy caro.