Richard H. Driehaus en su oficina.

A través de la arquitectura podemos conocer el pasado, la cultura y la historia de cualquier pueblo, ciudad y país. La herencia de cada raza se observa en las piedras y materiales utilizados en sus edificios, iglesias, juderías y monumentos. En su estructura está la diferencia que distingue a sus habitantes. De modo que la arquitectura clásica nos transporta a ese legado de antaño y nos ofrece las características indispensables para conocer a nuestros ancestros y ser conocedores de nuestro presente. Esto es lo que impulsa el Premio Richard H. Driehaus de Arquitectura Clásica que se concede a un arquitecto vivo que haya contribuido al urbanismo y conservación de edificios clásicos y tradicionales en el mundo contemporáneo. Su versión española, el Premio Rafael Manzano Martos, se otorga este martes con la colaboración de la Fundación MAPFRE y la Real Academia de San Fernando. En su segunda edición, el galardón recae este año en Luis Fernando Gómez-Stern e Ignacio Medina y Fernández de Cordoba, Duque de Segorbe, por su restauración de la antigua judería de Sevilla.



La andadura de este premio de la Fundación Richard H. Driehaus junto con la Escuela de Arquitectura de Notre Dame (Indiana, Estados Unidos) comenzó en el año 2003 en Chicago. "Un amigo mío, sabiendo mi interés por la arquitectura clásica y el diseño me sugirió que fuera a la escuela de Notre Dame a ver el trabajo que hacían los alumnos", cuenta Driehaus (Chicago, 1942) que en seguida se dio cuenta de la importancia que tiene la arquitectura clásica aplicada al mundo de hoy. Años más tarde se plantearon exportar el premio mundialmente y tras ver el trabajo de restauración de Rafael Manzano Martos, ganador del premio norteamericano en el año 2010, decidieron que España era el lugar ideal para inaugurar el nuevo galardón. "No porque en España se traten peor los edificios y monumentos, sino porque el proyecto de Manzano Martos era magnífico. No lo conocíamos y nos pareció excepcional. Además, en España hay una gran herencia de rehabilitación", afirma Driehaus.



Es el segundo año que se celebra en España (la pasada edición se reconoció la labor de Leopoldo Gil Cornet en la Real Colegiata de Roncesvalles) y el primero en el que el propio fundador del galardón asiste a la gala de entrega junto a Martos y los galardonados de esta ocasión. La esencia de este reconocimiento al trabajo de quienes restauran la herencia de nuestros antepasados es "ante todo, encontrar esos edificios que estén relacionados con el medio ambiente, eso es lo que hace de un lugar ese sitio singular, le dota de sentido de pertenencia. Los edificios hablan a la gente, es arte, es material. Y eso es lo que hemos encontrado en España", cuenta Driehaus.



La clave de toda buena restauración es "preservar el sentido histórico de los edificios, hacerlos funcionales", detalla el fundador. Pero corren tiempos delicados en lo que a la economía se refiere y las administraciones públicas no se hacen apenas eco de loables propuestas como ésta. Para contribuir a su educación sugiere "hacerles ver la importancia de mantener el pasado y la herencia mundial que nos proporciona la arquitectura. Espero que puedan llegar a ver el valor y la bonanza económica que trae a largo plazo". También manda un mensaje a su propia ciudad, Chicago, ya que "deberían ser más conscientes y saber más sobre el pasado histórico y su relevancia en el presente. De modo que la mejor manera de educarles sería hablando de sostenibilidad y mantenimiento del pasado", concluye.



Porque, ¿qué es eso que los edificios nos muestran si sabemos mirarlos con detenimiento y detalle? El pasado, la historia, la cultura. "La mejor educación es la arquitectura", afirma el mecenas. "Si sabemos quién es el arquitecto de los edificios, sabremos de qué época trata, lo que se pretendía y podemos imaginar a personas entrando y saliendo del edificio. En definitiva, muestra quiénes somos".



Cada año reciben entre 25 y 30 proyectos para ser financiados por la Fundación Richard H. Driehaus. Los criterios para elegir el premiado son, primero, que sea un arquitecto distinguido y sensibilizado con las disciplinas de la arquitectura tradicional en el mundo urbano y que haya diseñado estructuras que creen contribuciones positivas y duraderas a la sociedad. Además de aportar a la sostenibilidad e innovación de nuestras ciudades. Por eso, el galardón español de este año ha ido para el equipo formado por el arquitecto Luis Fernando Gómez-Stern y el diseñador de la restauración integral de la antigua judería de Sevilla, Ignacio Medina y Fernández de Córdoba, Duque de Segorbe; premiados con 50.000 euros por su labor.



Cabe destacar que en Estados Unidos este va acompañado de otro galardón, el Henry Hope Reed Award concedido a una persona que no es arquitecto pero aboga, al igual, por la conservación de una ciudad tradicional mediante otras disciplinas como puede ser la escritura o la enseñanza: "Los dos premios se complementan y ambos son muy importantes para la arquitectura clásica", concluye Richard H. Driehaus.