Montse Aguer, comisaria de la exposición de Dalí en el Museo Reina Sofía. Fotografía: Josep Algans
¿Hay un Dalí todavía desconocido? ¿Por dónde van los últimos estudios? ¿Por qué es imporante su exposición en el Museo Reina Sofía? La comisaria de la muestra, Montse Aguer, da algunas claves.
Conoció a Dalí (1904-1989) en 1985, cuando el artista tenía 81 y ella todavía era estudiante de filología en la Universidad de Barcelona. Fue en uno de esos veranos en los que Montse Aguer volvía a su Figueras natal. Dalí se había instalado también allí, en Torre Galatea, después de que un incendio arrasara el castillo de Púbol en 1984. "Necesitaba a alguien que sustituyera a quien le hacía de secretaria. Básicamente, mis funciones consistían en leer y acompañarle. Dalí se había refugiado en un mundo íntimo, lejos de ese otro mediático. Para él fueron momentos de una soledad deseada. En contra de lo que la prensa sensacionalista decía de él entonces, seguía siendo una persona lúcida e inteligente", explica.
Aguer, comisaria de esta gran exposición de Dalí, que la próxima semana llega al Museo Reina Sofía, parece oír, mientras hablamos, el Tristán e Isolda de Wagner que tantas veces había sonado en la habitación del artista, desde donde se veía ese Teatro-Museo que a ella le entusiasma desde niña. Recordar a Dalí, para ella, es pensar en Todas las sugestiones poéticas y todas las posibilidades plásticas. Con ese título lo acerca ahora al museo, a una lectura contemporánea. También las notas de Erik Satie, Bizet, Bach y Bellini, explica, se colaban entre las lecturas junto al artista. Muchas acogía su biblioteca, que ahora forma parte del Centro de Estudios Dalinianos, que ella misma dirige en la Fundación Gala-Salvador Dalí de Figueras. Allí empezó a trabajar de manera regular en 1988, el mismo año que se publicó uno de los libros preferidos de Dalí, Historia del tiempo, de Stephen Hawking. Fue uno de los que le acompañó hasta que murió, un año más tarde, cuando los postulados científicos y la teoría de las catástrofes se habían convertido en su campo de operaciones. A ella remite su última pintura, de 1983, Cola de golondrina (Serie de las catástrofes), presente en el Reina Sofía. "La ciencia le fascinaba. Le servía para plantear interrogantes, para ponerse retos y para huir de dar un sentido explícito a su obra. Un interés que fue a más con el lanzamiento de la bomba atómica y las consecuencias que tuvo. Le interesaba el caos y el azar, la física nuclear o la cuarta dimensión. La tecnología le sirvió para buscar nuevos lenguajes. Su objetivo era aprehender la realidad más allá del ojo humano", argumenta.
A ese interés por lo científico le dedica la exposición una sección, la última, la que cierra la muestra. Un recorrido por más de 200 obras que se remonta a dos de sus autorretratos, de 1921, cuando Dalí tenía 17 años.
Doble o nada
-¿Hay, todavía hoy, un Dalí desconocido? ¿Hacia dónde se dirigen los últimos estudios?-A Dalí le conocemos bastante, aunque estudiarlo es un work in process. En él, cuesta mucho dar los temas por cerrados. De pronto aparece una carta o un documento que te hace cambiar la perspectiva, aunque el mayor corpus de textos de Dalí ya está publicado. Hay algún texto inédito, pero poca cosa. Un tema que despierta mucho interés en Alemania y, sobre todo, en Estados Unidos es la relación de Dalí, el teatro y el ballet. Los franceses y españoles seguimos investigando su método paranoico-crítico, y son muchos los que miran al Dalí de los años 50 y a su relación con Warhol. Aunque el estudio pendiente, ya iniciado pero que hay que implementar, es Dalí en la actualidad y lo que supone para los artistas jóvenes.
-Hay muchos dalís en Salvador Dalí. ¿Quién es para usted?
-Es una máquina de pensar. Dalí es sinónimo de curiosidad e imaginación desbordante. Es un artista y un personaje, a quien le interesaron todos los campos artísticos y que se anticipó a los momentos actuales. La exposición nos acerca a ese doble Dalí dejando atrás ya los prejuicios, asumiendo que el Dalí creador y el Dalí mediático son inseparables y una de las figuras más fascinantes del siglo XX e, incluso, el XXI.
-Y él, ¿tenía claro quién era?
-Digamos que en Dalí no hay verdades únicas. El hecho de llamarse Salvador, como su hermano fallecido tres años antes de que él naciera, le llevó a una fuerte crisis de personalidad. Ese hecho fue crucial en su vida, le marcó muchísimo. Se convirtió en una obsesión. De hecho, mantenía una lucha constante por ser digno de llevar ese nombre, salvador. En su biografía Vida secreta de Salvador Dalí habla mucho de ello.
-Lo que tuvo clarísimo es que sería artista...
-Sí, ya en sus diarios de 1919 escribió que sería un genio y que se le conocería como tal.
-¿Cómo se fue cumpliendo esa aspiración?
-Dalí se crió en un ambiente familiar culto. Su tío, que tenía una librería en Barcelona, le enviaba revistas y libros. Y Pepito Pitxot, un artista local que viajaba regularmente a París, le traía catálogos de pintura futurista. Cuando llegó en 1922 a Madrid, a la Residencia de Estudiantes, confesó aburrirse en la academia...
Coqueteos varios
-En esa estapa se detiene la exposición. Un momento en que Dalí se inspira cada vez más en las vanguardias y coquetea con el cubismo. ¿Qué decía de él la crítica de entonces?-Destacaba en Dalí un retorno al orden y a la vanguardia, algo que siempre le acompañará: una búsqueda de lo más nuevo recurriendo a la tradición. En la Residencia conoció a Buñuel, con quien trabajó en Un perro andaluz y La edad de oro, aunque su relación no cuajó. Antes de morir, Dalí quiso acercarse a él, pero Buñuel le rechazó. Su relación con Lorca fue mucho más duradera y de influencia mutua.
-Una relación llena de incógnitas... ¿Tuvieron ambos una relación amorosa?
-Se ha comentado mucho el tipo de relación que ambos tenían, pero en realidad no lo podemos saber... Dalí era un gran provocador y le gustaba la polémica, pero también era absolutamente reservado. La extroversión, esa aparición exagerada y constante en los medios era sólo una máscara. Escondía un gran tímido, un personaje solitario.
-Y Miró, ¿qué papel jugó?
-La relación con Miró era de absoluto respeto. Fue quien le animó a irse a París, en 1926, donde conoce a Picasso, a quien Dalí admiraba, y visita el estudio de Millet, otro gran referente.
-Quien también aparece en 1929 es Gala. ¿Qué puede añadirse a lo ya dicho de ella?
-Gala fue clave. Musa, inspiración, armonía, marchante, creadora ella misma. Seguía muy de cerca la creación de Dalí. Su presencia siempre provocó impulsos creativos en Dalí. Es Gradiva, la que avanza.
-El periodo surrealista centra la muestra pero, ¿hasta qué punto conectó con el Surrealismo?
-Dalí representó un revulsivo en el movimiento surrealista. Se impregnó del deseo de subvertir el mundo y creó el método paranoico-crítico. Según él, debíamos sistematizar el delirio y hacer de la obsesión una realidad "otra". Su mayor deseo fue sistematizar la confusión, algo que en Dalí tiene todo el sentido. Ahí está su voluntad inagotable de crear imágenes dobles. Sus obras nos dan herramientas para percibir la realidad de muchas otras maneras, lejos de un modo canónico y estándar.
-¿Era Velázquez uno de sus dobles? ¿Se dejó bigote por él?
-Fue uno de los motivos, sí. Velázquez representaba para Dalí la gran pintura, la pintura sin concesiones, la perfecta representación de lo visual. De él admiraba su búsqueda de ilusión de realidad. Representaba una incesante búsqueda de las posibilidades del arte.
-Como Marcel Duchamp... ¿Otro espejismo?
-Ambos tenían la misma idea sobre el arte, la necesidad de ir más allá de la pintura, una actitud muy dadaísta. Como Duchamp, creía que cuando le dabas categoría artística a un objeto pasaba a ser obra de arte. Solía decir que el Teatro-Museo de Figueras es un gran ready made. Con Duchamp compartía la ironía, un humor provocador.
Lienzos en blanco
-¿Es cierto eso de que firmaba lienzos en blanco?-Más que lienzos, firmaba papeles en blanco, que es muy diferente, y sólo en unos pocos años de la década de los 70. Para él era un simple juego de provocación. Era darle valor a una reproducción banal. Aunque todo esto se ha magnificado, como todo en Dalí.
-¿También su relación con Franco, Lenin o Hitler? ¿Era Dalí un artista político?
-No diría que fuera un artista especialmente político. Lo que le fascinaba eran las figuras autoritarias, desde su padre a André Breton. Algo que tiene mucho que ver con sus lecturas de Freud y que, a veces, se ha malinterpretado. Una exposición como ésta te ayuda a matizar a Dalí. Lo que ha sido, es y será.
-Y él, ¿qué hubiera querido ser?
-Inmortal.