El ferrocarril, 1873
Conocidos y desconocidos, familiares y amigos, todos los rostros del padre del arte
moderno (considerado así por George Bataille en su
ensayo de 1955) pueden verse ya (desde el sábado para el gran público) en
la Royal Academy de Londres. Son
50 pinturas que nos colocan delante de Charles
Baudelaire, Théophile Gautier, Jacques Offenbach, Émile Zola... todos ellos salidos
de los pinceles de Édouard Manet (París, 1832-1883), uno de los más contradictorios artistas
de su tiempo. Controvertido, rebelde e inseguro, se pasó toda la vida buscando la fama y,
aunque fue uno de los primeros impresionistas nunca expuso con ellos.
La exposición, que permanecerá abierta hasta el 14 de abril, está organizada temáticamente
y
explora el mundo de Manet e, inseparable, el ambiente de la sociedad parisina del
siglo XIX. Las diferentes secciones se centran en el artista y su familia (abren la muestra
sus propios autorretratos y los dedicados a la también pintora Berthe Morisot -casada con su hermano Eugène-
a su mujer Suzanne Leenhof Manet, a Eva Gonzalès y a su amigo Claude Monet); sus amigos
escritores y dramaturgos (el magnífico retrato de Zola, Zacharie Astruc, Théodore Duret,
George Moore, Stéphane Mallarmé y Fanny Claus); retratos
de estado (Georges
Clemenceau o Henri Rochefort) y el apartado dedicado al
artista y su modelo.
Madame Manet en el conservatorio, 1879
Un recorrido por la corta vida de Manet (murió a los 51 años tras sufrir la amputación de una
pierna por gangrena), nacido en una familia acomodada, hijo de un funcionario del Ministerio
de Justicia y de la hija de un diplomático que, tras un año en la marina mercante decidió
dedicarse a la pintura. A los años en el estudio de Thomas Couture y de visitas al Louvre, siguen
los viajes a Italia, Países Bajos, Alemania y Austria, donde se dedicó a estudiar a los grandes
maestros.
En 1865 llegará su viaje a España y el descubrimiento de la pintura barroca
y de Velázquez (el Museo del Prado le dedicó a esta etapa y a estas influencias una
estupenda
exposición en
2003).
Entre las obras maestras que ha reunido la Royal Academy destacan
El
almuerzo, 1868, de la Bayerische Staatsgemäldesammlungen-Neue Pinakothek
de Múnich, El ferrocarril, 1873, de la National Gallery de Washington;
Madame Manet en el conservatorio, 1879, del National Museum of Art, Architecture and Design de Oslo;
Berthe Morisot con un ramo de violetas, 1872, del Musée d'Orsay, de
París; Cantante callejero, h.1862, del Museo de Bellas Artes de Boston;
Desayuno en la hierba, h.1863-68, de The Courtauld Gallery de Londres,
y Música en las Tullerías, 1862, de la National Gallery de Londres.
Pero después de seis años de trabajo y burocracia para conseguir los préstamos, el tiempo
ha complicado la llegada a Londres de alguna de las 50 obras. Aunque las últimas en aterrizar
lo hacían el lunes por la noche, casi a la vez que el temporal,
la nevada ha impedido
la llegada de uno de los grandes óleos, el retrato de Mademoiselle Lefébure, La amazona, que no ha podido estar en la apertura para prensa y VIPS y que
aún espera luz verde para poder salir del aeropuerto de São Paulo.
Música en las Tullerías, 1862
Una anécdota para una exposición muy esperada en el invierno artístico londinense
que, como Manet en su momento, ha generado también críticas encontradas.
Mientras
The Times ha dicho que la muestra es "una oportunidad excepcional
para ver algunos de los mejores trabajos del artista", el crítico Adrian Searle achaca a la
exposición que no estén en ella los grandes lienzos y afirma en
The Guardian que
se trata de "un conjunto irregular" que no está a la altura de las celebradas anteriormente
en el Prado y en el Museo d'Orsay. Una oportunidad, en cualquier caso, para admirar la
enigmática atracción de uno de los pintores esenciales de la modernidad.