Profesora y poeta, cuando Beatriz Giménez de Ory (Madrid, 1972) comenzó a escribir sintió que su personalidad perfeccionista la bloqueaba cuando intentaba escribir relatos para adultos. Por eso, confiesa a El Cultural, "tuve que preguntarme si la escritura era tan importante para mí, y por qué. Entendí que escribía para recuperar la felicidad que los libros me proporcionaron de pequeña. Así que, a los treinta y pocos años, volví a los orígenes: la literatura para niños".
Pregunta. ¿Cuándo empezó su relación con la poesía, como lectora y como creadora? ¿Quiénes fueron sus maestros?
Respuesta. Gloria Fuertes en La cometa blanca difundió entre los niños de mi generación un mensaje muy poderoso: que existía una poesía honesta y fresca creada a nuestra medida, y tan importante como para salir por la tele. Tenía en casa Las mil mejores poesías de la lengua castellana, la famosa antología de Juan Bautista Bergua. La hojeaba de vez en cuando, sin entender demasiado. Yo prefería las canciones con que jugábamos en el patio.
P. ¿Y como creadora?
R. Como creadora debo mucho a dos profesoras de Literatura. Una fue Angelines, quien, en Primaria, nos hacía componer coplas de pie de quebrado, romances, y hasta poemas a la Virgen en Cuaderna Vía. En Secundaria, me dio clase Margarita Hierro, hija del poeta José Hierro. Se mostró extraordinariamente generosa conmigo y me animó a escribir.
"A menudo se opta por lecturas descafeinadas que no logran sembrar en los jóvenes el amor por la literatura"
P. Sí pero, ¿cuál es el secreto para convertir algo que supuestamente aburre a los niños, como la poesía y los mitos, en una lectura divertida y seductora como su Hilo?
R. Gran parte del mérito estriba en la propia belleza de los mitos. Los dioses y héroes griegos nos fascinan porque están dominados por pasiones. Nosotros también, pero nos educan para que las reprimamos. Es fácil que niños y adolescentes (que, como los dioses, son seres no del todo civilizados) se entusiasmen con las rabietas de Hera, los amores extremados de Píramo y Tisbe, el rechazo a la excéntrica Casandra o las burlas contra el regordete Eros. La poesía también resiste a ser civilizada. Utiliza un lenguaje imprevisible, nuevo, anticonvencional. Por eso, y por sus aspectos rítmicos y sensoriales, el niño se siente naturalmente atraído por la poesía.
P. ¿Qué ha pasado para que la Literatura Infantil y Juvenil (LIJ) haya dejado de ser invisible y tenga cada vez más el protagonismo que merece?
R. Se me ocurren varias razones. La primera es que, en las últimas décadas, el niño ha ido adquiriendo una relevancia social considerable. Tener un hijo en un país posindustrial como España, con índices de natalidad bajísimos, es un hecho casi extraordinario. El niño o la niña se convierten a menudo en los reyes de la casa, y en consumidores privilegiados de juguetes, tecnología y ropa, pero también de arte y cultura. Además, tenemos como referencia la LIJ que lleva años creándose en países como Alemania, Estados Unidos, Inglaterra, o Suecia, donde la obra de Maria Gripe, Maurice Sendak, James M. Barrie, JK Rowling o Astrid Lindgren es muy reconocida. Otro hecho fundamental ha sido el florecimiento de diversas editoriales españolas que apuestan por publicar textos de calidad, en ediciones cuidadas y excelentemente ilustradas.
Lecturas descafeinadas
P. ¿Y están la escuela y los programadores de lectura a la altura de las necesidades de los niños?
R. Los adultos suelen temer la LIJ que aborda temas como la muerte en textos destinados a niños, o el sexo en libros para adolescentes. Las posibles objeciones de los padres tienen mucho peso a la hora de escoger libros en colegios e institutos, y no pocas veces se opta por lecturas políticamente correctas y descafeinadas, que no logran apasionar a nuestros jóvenes lectores, ni sembrar en ellos el amor por la literatura. Es fundamental que los educadores leamos reseñas y crítica especializada de LIJ, de manera que podamos conocer y recomendar a nuestros niños y adolescentes obras de calidad que los cautiven y enriquezcan.
P. Desde luego, pero ¿algunas no pecan de lúgubres?
R. A mí se me ocurren ejemplos de autores estupendos que escriben textos realistas muy divertidos para niños: Pedro Mañas, Paloma Muíña, Beatriz Osés, Ana Campoy… La literatura para adolescentes tiende a tratar temas más trascendentales: la búsqueda de la propia identidad, los conflictos generacionales, la denuncia social… y, en general, resulta, tienes razón, más seria.
"La poesía también resiste a ser civilizada. Por eso, y por sus aspectos rítmicos, atrae a los niños"
P. ¿Cómo ha cambiado el panorama de la LIJ la irrupción de las redes y las editoriales online? ¿Se han multiplicado las voces y las propuestas o se han uniformizado?
R. Es muy positivo que existan nuevos cauces de divulgación de la literatura. Hay jóvenes blogueros devoradores de libros, y muchos niños y adolescentes que los siguen. Es verdad que la literatura de moda no suele ser la que tiene mayores valores estéticos, pero leer siempre desarrolla el pensamiento y ensancha nuestra comprensión del mundo. Qué duda cabe que los libros de Enyd Blyton no estaban a la altura de los relatos de Stevenson o Kipling, pero tuvieron un papel esencial en la formación de muchos lectores, entre los que me incluyo.
P. ¿Cómo se puede convertir al niño de hoy en el lector del mañana?
R. Me parece esencial vincular la lectura con el afecto. Si, en casa, el niño lee acurrucadito con un adulto querido, o le cuentan un cuento antes de dormir y, en la escuela, sus maestros son capaces de integrar a todo el grupo, encandilándolos con algún texto especialmente hermoso, divertido o emocionante, hay mucho trecho recorrido.
P. Volviendo a Un hilo me liga a vos, de todos los mitos que recrea, ¿cuál es su favorito?
R. Me gusta mucho el mito del pastor Endimión, que se enamoró de la Luna y fue correspondido. Pidió dormir con los ojos abiertos para verla eternamente, en sueños. Tuvieron cincuenta hijas. La escojo porque es una de las pocas historias de amor de la mitología griega con final feliz.
P. ¿Y el más triste?
R. Tal vez el de Argos, el perro de Ulises. Esperó el regreso de su amo 20 largos años. Enfermo y viejo, aguantó para dedicarle una última mirada llena de devoción.