¿Cómo imagina un recuerdo? Posiblemente como un elemento en blanco y negro, en esencia inmutable, que nos acompaña sin marchitarse hasta el final de la existencia. Así lo asumimos por desconocimiento: los recuerdos son entes mutantes, siempre influenciados por contextos y expectativas y, a menudo, deformados hasta no ser reconocibles. Dicho de otro modo, nuestra venerada memoria resulta maleable y, con frecuencia, de poco fiar.
Por eso cobra aún más sentido la afirmación socrática de que una vida sin examen no merece la pena ser vivida. La razón es sencilla: desplegar una actitud crítica sobre nuestro devenir a partir de una revisión consciente de los actos permite evolucionar como persona. Le añadimos un matiz: la necesidad de asegurar que nuestros recuerdos venzan al paso del tiempo con dignidad. Una justificación acertada para escribir un diario.
Editado cuidadosamente por Fulgencio Pimentel redescubrimos ahora a Peter Pontiac (1951-2015). El artista holandés, que superó años de adicción a las drogas, alumbró el cómic Kraut en forma de diario personal para iluminar su memoria acerca de la vida de su padre. Se trata de un esfuerzo por aunar veracidad y entendimiento sobre el destino de su progenitor, desaparecido en una playa de Curaçao sin dejar rastro. El regusto underground impregna toda la novela gráfica con ilustraciones a doble página que acomodan estampas y tipografías en una propuesta visual inspirada por técnicas de collage.
A lo largo de las páginas el autor revisita la relación entre ambos, mediante reflexiones en las que cuestiona sus emociones y el valor de la figura paterna mientras indaga en su trayectoria vital durante años clave de la historia europea del pasado siglo. Puede que un cómic sea un acto de creación con palabras e imágenes pero a veces escribir y dibujar simplemente sirve para entender mejor quiénes somos. Peter Pontiac lo consigue.