La literatura es para Esther García Llovet (Málaga, 1963) una especie de campo de juegos donde cualquier cosa puede pasar. Un lugar en el que bajo su foco las situaciones que narra la autora se muestran originales, conducidas por una evidente dosis de ironía y dobles sentidos que estimulan la lectura. En ese campo de juegos se hibridan con naturalidad diferentes géneros, del noir a la comedia, del terror al drama, del wéstern urbano a la deriva fantástica alucinatoria, por el que sus personajes pululan sin un plan, preferentemente de noche, para descubrir (y descubrirnos) lo absurdo de la vida, esos rincones oscuros que son los que revelan algún destello de la máscara que cada uno se coloca para (sobre)vivir.
Al igual que sus libros anteriores, Como dejar de escribir (2017) y Sánchez (2019), en Gordo de feria vuelve a estar presente Madrid y sus horas muertas como “una peli sin fin”, que viene a ser un personaje que otorga la misma extrañeza que los protagonistas de la historia. “En Madrid parece que hay de todo, que te regala mil y una cosas, pero la verdad es que Madrid no te da nada de nada, no da las gracias por venir, de esto te das cuenta demasiado tarde, cuando quien lo ha dado todo eres tú”.
'Gordo de feria' es una alucinación, un huracán emocional, una lectura estimulante llena de tensión y de fracaso
Otro elemento que emparenta las tres novelas son esos personajes que viven como fantasmas. Da lo mismo que en Sánchez sean dos perdedores que buscan un galgo para vendérselo a un tercero; o que en Cómo dejar de escribir sea el hijo de un gran escritor —trasunto de Roberto Bolaño— que busca el manuscrito perdido del padre; o que en Gordo de feria sea un falso triunfador, un humorista llamado Luis Castor al que aparentemente le va bien pero que transita como un espectro por la vida, cansado de todo y de todos, al que se le enciende el “ingenio” cuando por azar le entregan una cartera que pertenece a un tipo clavado a él, Julio Céspedes, solo que más delgado.
A partir de ese momento Castor busca a Céspedes y todo lo que acontece es sorprendente, en sintonía con la escritura de García Llovet, que despliega un juego de imágenes y palabras cargadas de humor y suspense envuelto en una atmósfera que entronca con el noir de un modo único.
Sus palabras vuelan rápido, con ese azar que lo impregna todo, desde la naturalidad de los diálogos al estímulo de sus juegos literarios que parecen espontáneos, pero que son precisos y refinados en su modo estético y en la hondonada de la representación de los tiempos actuales. A su vez, la parodia referencial que presenta está llena de desamparo y de calidez, y por ella parece que suenen ecos de stand-up, de los cómics, series de televisión o películas como Fargo.
Un texto que puede parecer más ligero que los precedentes, pero que no oculta su cariz revoltoso de juego de demolición contra la sociedad biempensante instalada en este mundo caprichoso que se rige por el azar. Porque Castor, el protagonista de Gordo de feria, al que le tocó la lotería, puede ser apolítico, traerle sin cuidado el compromiso social, hacer chistes malos de chinos y ser perseguido por chinas…, pero eso no significa que la novela de manera tangencial e implícita haga aflorar mediante el humor el aburrimiento de este presente en el que parece que cualquier asunto se puede arreglar con dinero; un presente en que lo virtual canibaliza lo real.
Gordo de feria es una alucinación, un huracán emocional, una lectura estimulante llena de tensión y de fracaso, quizás una de las maneras de encontrar algún sentido a una existencia y un mundo aburrido y sin espíritu.