Encontrar adaptaciones de obras literarias o cinematográficas en cómic ha sido una constante a lo largo de la vida de este género. Los más veteranos nos acercamos a la lectura en nuestra adolescencia con este tipo de creaciones (¿alguien recuerda Famosas Novelas de la editorial Bruguera?). Y en un ataque de honestidad, la afición que ahora profesamos al lenguaje secuencial es deudora de aquellas iniciativas. También es cierto que en ocasiones la calidad de estas propuestas transitaba entre el mínimo aceptable y la mediocridad. Este hecho acabó atribuyendo un tufo casposo al universo comiquero. Pero el tiempo pasa y algunas cosas cambian.
El lanzamiento de Travesti de la mano de la editorial Impedimenta proporciona la oportunidad única de apreciar la capacidad singular del cómic para adaptar un texto escrito a esta forma artística y visual. La anécdota cuenta que allá por el año 2006 Edmond Baudoin contactó a Mircea Cartarescu para proponerle trabajar juntos. La intrahistoria de Travesti pulula por internet ahondando en los detalles de sus encuentros que no eran otra cosa que instantes mágicos para construir la narración gráfica de un texto originario del rumano titulado Lulú.
La lectura requiere sosiego para sumergirse en el particular universo de los personajes y la fascinación de la vida en la Bucarest comunista de los años 70. El protagonista, un joven escritor llamado Víctor, se enfrenta a sí mismo al profundizar en su camino al éxito. Un exorcismo vital necesario para trascender como artista que se convierte en su obsesión personal y motor de la trama. De fondo, escenas juveniles de fiestas de fin de semana interrumpidas por la aparición esporádica de Lulú, compañero de Víctor travestido de mujer. Una sexualidad explícita se instala en un ambiente angustioso mientras sueños y realidad se tutean para provocar la inquietud.
Pasado y presente quedan entrelazados en páginas compuestas por trazos enérgicos y miradas sinuosas. Palabras surrealistas escoltan los dibujos acaparando el espacio disponible. Travesti resulta exigente por la potencia de sus imágenes oníricas, por sus viñetas acordonadas con la voz interior del protagonista. La pluma de Cartarescu y los pinceles de Baudoin se enroscan en este tour de force creativo, prueba del talento combinado de los dos maestros. Una pieza en forma de cómic para exploradores de sensaciones.