Decir que el trabajo de un autor está influido por su pasado es una tautología, una verdad en sí misma. Si me apuran, una simpleza y sin embargo este hecho no le resta valor al acto creativo. A veces lo encumbra. La novela gráfica Heimat nace de la indagación obsesiva de su creadora acerca de su origen alemán. Afincada en Estados Unidos desde hace años, Nora Krug se cuestiona el concepto que da nombre a la obra: pertenecer a un sitio que reconoces como tu hogar. Esa duda es el motor de la trama. Una búsqueda de entendimiento por un camino lleno de recovecos y cargado de emotividad.
Heimat no es una obra sujeta a la lógica de la comprensión, se centra en algo más sublime: la aceptación. Los territorios por los que se desliza el relato se construyen como un puzle con cada una de las piezas de información que Nora Krug consigue encontrar en sus horas de interminable indagación. Entrevistas, conversaciones, viajes por su pasado familiar, consultas a allegados, paseos por pueblos y cementerios van despejando la bruma que oculta su origen y desdibuja su pasado.
Conexiones con el nazismo de parientes directos la noquean al punto de exigirse una justificación con la que poder convivir. Este conflicto junto con el vacío dejado por el fallecimiento de su tío en combate durante la Segunda Guerra Mundial vertebran gran parte de los capítulos que componen el cómic.
Pero aquí hay más. Una cuidadosa edición de Salamadra Graphic arropa esta novela gráfica exquisita. En su excursión por la memoria, el esmerado trabajo gráfico de la autora (fotomontajes, collage, recortes, ilustraciones) parece hecho para disfrutarlo ella misma y sin embargo lo comparte sin pudor con nosotros. Heimat es un relato complejo y delicado, inusual por el nivel de introspección, que remueve emociones finamente incrustadas en páginas deudoras de una segunda lectura.