Bajo la premisa Ni suma ni fragmento, Asier Mendizabal (Ordizia, 1973) presenta en la galería Carreras Múgica de Bilbao sus últimos trabajos que indagan en la tensión lábil que se da entre el fondo y la figura. Una vieja historia relativa a cuestiones de la representación y de la teoría del conocimiento en las artes. En realidad, prosigue su obra de modo coherente en un trabajo que es inseparable de su propósito analítico, experimental y docente. Su proyecto escultórico ha ido a la par de una reflexión que se manifiesta en los textos que acompañan sus propuestas o bien se integran en el magma de discursos sobre el arte moderno y contemporáneo. Con todo ello, Mendizabal es reconocido como una de las figuras más destacadas de la escena contemporánea española.
El título de la exposición, como el artista reconoce, está arañado de una frase del libro Conexiones parciales de la antropóloga Marilyn Strathern donde aborda una estrategia de pensamiento relacional que desborda las conexiones entre el fragmento y el todo, entre lo singular y lo plural. Las diferentes piezas están conectadas por referencias formales, históricas y semióticas. Así ocurre en Nota ll that moves is red (telón) #2, una pieza de 2012 donde ensambla nueve banderas reales (sandinista, anarquista,…) e imaginarias, en una forma ambivalente que le permite, a modo de prólogo, contextualizar un juego de analogías estructurales con el resto de las piezas. Por ejemplo, en sus esculturas de aluminio plegado Casa / palabra (motz) (2019), condensa una referencia crítica a la arquitectura moderna de Ramón Estalella, la que impulsó Carrero Blanco en Guinea cuando era una colonia española. El fragmento geométrico de la cubierta se replica irónicamente asociándolo con otras referencias de las vanguardias. Esa estructura modular cifra también la ambivalente relación entre el fragmento y la totalidad. Los collages –cuyo dispositivo constructivo está muy presente en su obras, en la serie Iroko / Ukola (2019)– recrean también esa tensión al tiempo que movilizan formas geométricas de las otras piezas y un referente crítico relativo a las maderas que se importaban para adornar suntuosamente las casas de las nuevas clases medias.
Un juego de imbricaciones formales y sociales se manifiesta en estas piezas. El protagonismo de una poética de la diagonal que suscita dinamismo en las formas geométricas y rompe con la ortogonalidad –tan apreciada por los futuristas y constructivistas rusos como por Oteiza– está muy presente en esta magnífica muestra. Las obras de Asier Mendizabal nos confrontan con esa experiencia desde su relativo hermetismo, y exploran genealogías del arte focalizando su atención sobre todo en las vanguardias históricas, pero también en Oteiza o Lekuona. Constela sus trabajos en genealogías que a priori no les corresponden, mediante reminiscencias estéticas, políticas y síntomas impertinentes. La premisa de su hacer constructivo sigue abierta a nuevos desarrollos.