"Os hemos dicho que os íbamos a traer al monte y os hemos traído al monte de verdad", bromea Dolores Redondo (San Sebastián, 1969) al llegar al valle del Baztán. Entre árboles de frondosas raíces que acompañan al riachuelo paralelo al agradable sendero que conduce al Molino del Infierno, se asoman las primeras notas de un violín. El embrujo es inevitable. "Quería traeros aquí para que experimentaseis por qué me gusta tanto Baztán, por qué me enamoré de este lugar y por qué el bosque puede ser a la vez protector y muy peligroso".

Fue ahí, cuenta la escritora, donde durante 16 horas la protagonista de su famosa trilogía, Amaia Salazar se perdió cuando tenía 12 años. "Es un momento en su vida que le va a marcar para siempre", señala durante la presentación de su última novela, La cara norte del corazón (Destino). En ella, Redondo regresa a sus orígenes. Lo hace en forma de precuela. Entre sus páginas una joven subinspectora Salazar participa en un curso de intercambio para policías de la Europol en la Academia del FBI, en Estados Unidos. Ambientada en la Nueva Orleans de 2005, mucho antes de los crímenes del Baztán que narraba en El guardián invisible, Legado en los huesos y Ofrenda a la tormenta, es esta "una novela cero" en la que la escritora revela también cómo vivió su protagonista aquel trágico suceso de su infancia.

Mientras el Katrina se aproxima entre sus páginas prometiendo remover todo lo que encuentre a su alcance, el tiempo en Elizondo, impasible, se detiene entre un clima agradable y las primeras lluvias de otoño. "Es como si volvieras al pasado", dice la escritora sobre esta "villa señorial", de "casas majestuosas" que tiene mucho que decir "de la tradición, de la historia del País Vasco y de Navarra".

Pregunta. Pero ¿qué pasa con Amaia Salazar? ¿Costaba dejarla marchar?

Respuesta. No era solo el personaje, es todo lo que suponen las novelas del Baztán, que me permite moverme en unos márgenes muy amplios que no son solo los de la novela negra. Puedo contar la historia de cada lugar y, también, cumplir con esa deuda que toda novela de género tiene hacia un compromiso de denuncia. En la trilogía era el asesinato de aquella niña y aquí es la catástrofe que ocurrió en Nueva Orleans. Pero además me permite explorar sobre la pertenencia a las familias, que es algo sobre lo que también escribí mucho en Todo esto te daré, y que tiene mucho que ver con el peso de llevar un apellido, el no poder desvincularte del todo nunca de ser quién eres y de quienes son tus padres. Es un escenario muy amplio que me permite explorar la visión de diferentes personajes así que es un ambiente en el que me siento cómoda.

P. ¿Y cómo vivió su reencuentro con Salazar?

R. Bueno, yo nunca he dejado de estar con Amaia. La he tenido presente todo el tiempo. Y tenía muy claro cuando estaba escribiendo Todo esto te daré que la siguiente novela iba a ser sobre ella. Hay que entender que algo así no se puede hacer simplemente releyendo unas novelas y montando una estructura. Quería hacer esto desde que estaba escribiendo la trilogía. Por eso he ido dejando miguitas y señales que llevan al lector hasta este escenario y esta historia. Ya desde la primera novela hay escenas que ocurren en Nueva Orleans, se habla de la formación de Amaia en el FBI y del agente Dupree, se nombra a Nana, en la segunda novela ya aparece el agente Johnson que es también del FBI… Osea que yo había ido dejando un rastro para el lector y cuando anunciamos hace un mes que el escenario de la siguiente novela ocurría entre Baztán y Nueva Orleans a nadie de los que venían de la trilogía le sorprendió. No es tanto un encaje de bolillos, que sí porque tienes que armarlo todo, pero es algo que ya venía de antes y por tanto ni al lector le chirría ni ha sido un cambio de vía tan duro para mí porque las semillas estaban echadas.

"La tragedia del Katrina tiene más que ver con el abandono por parte del gobierno de una parte de la población que era de segunda categoría"

P. Y de pronto se encontraba en Estados Unidos, ¿por qué Nueva Orleans?

R. La idea de escribir una novela que ocurriera en Nueva Orleans la tengo en la cabeza desde 2005, cuando ocurrió lo del Katrina. La catástrofe humana y las propiedades del escenario que se crearon ahí son fantásticas para una novela porque realmente estamos hablando de una ciudad del primer mundo, de los Estados Unidos y de llevarla a la edad de piedra. A nivel literario resulta muy atractivo también porque podemos salirnos del típico escenario de la novela negra. En los últimos tiempos es muy común que en el género nos encontremos todo lo que es propio de nuestra era: órdenes judiciales, analíticas, forenses, autopsias, traslados de cadáveres, pruebas… Esto marca unos tempos para las novelas de los que a veces es un poco difícil sustraerse. A veces el autor necesita un espacio para desarrollar un mundo interior del personaje y casi no hay tiempo. Para mí esta historia me ha dado la oportunidad de irme a un escenario extraordinario, que nos lleva casi a una novela victoriana, en la que de pronto toda la tecnología de nuestra era queda atrás, es imposible hacer una llamada telefónica, es imposible conseguir agua, es imposible procesar una prueba, no hay forenses y no se sigue un proceso. Todo pasa a ser mucho más instintivo e intuitivo y nos vamos a un detective tipo Doyle o Poe que llega a una escena del crimen y realmente observa e intenta sentir, asimilarlo y adelantarse al siguiente paso del asesino.

P. Además, hay una amenaza externa que va a rodear a su personaje, el Katrina, ¿existe en ella una preocupación por las consecuencias del cambio climático?

R. Enlaza con todo pero la tragedia del Katrina aunque aparentemente la causó el huracán tiene más que ver con el abandono por parte del gobierno y de las autoridades de una parte de la población que era de segunda categoría. Toda la gente que podía, que tenía medios, había salido de ahí. Quedaban los cientos de miles a los que le quedaba tan poco que no tuvieron más remedio que quedarse. Muchos sin vehículo propio, ancianos, muy pobres y en su mayoría población negra. El paso del Katrina hizo muchísimo daño. Mucha gente falleció durante él y causó unos destrozos enormes pero el hecho de que los diques que contienen el agua del río cedieran no tiene tanto que ver con el paso del huracán como con que estaban mal construidos desde el anterior huracán de 1965, cuando se escatimó y se construyeron mal. De hecho, en los juicios posteriores se condenó al cuerpo de ingenieros de los Estados Unidos y el estado norteamericano quedó como responsable civil subsidiario. Se pagaron parte de las indemnizaciones y otras no han llegado todavía y no llegarán, porque todavía con Obama estaban llegando algunas pero con el nuevo presidente se han reducido completamente las ayudas de ese tipo. Entonces se han vuelto a reconstruir los diques pero estos tampoco van a soportar un categoría 6 ni un 5. Estoy segura de que si viniera otro Katrina los volvería a reventar.

¿Le cabe a alguien en la cabeza que cuatro días después de que hubieran caído las torres gemelas en Nueva York no hubieran llegado la ayuda?, se plantea uno de sus personajes. "Pues cuatro días después Bush aterrizó por primera vez en Nueva Orleans y llegó el primer camión de ayuda. Cuatro días después. A esas alturas, con 40 grados de temperatura y a la intemperie habían muerto un montón de bebés, de ancianos, de niños. Creo que es especialmente llamativo que, en una sociedad rica, floreciente, del primer hagan diferencias entre ciudadanos de primera y de segunda. Y no fueron a rescatarlos por eso. Esa es la catástrofe realmente".

De Baztán a Nueva Orleans, de fantasmas, mitos y leyendas se nutre también la narrativa de la escritora en esta nueva entrega que bebe también del vudú de la América profunda. "Cuando estudiaba la mitología del Baztán vi que había muchos elementos comunes en otras mitologías y en otras creencias y puesto que el miedo es universal el ser humano ha ido buscando respuestas a terrores que nos han surgido con el paso de los tiempos relacionados con la muerte, pero también con las cosas de entrada inexplicables", explica.

Asomarse al modo de pensar de alguien como John List, que mató a toda su familia en el mismo día, realmente es asomarse al abismo

Inspirada en la historia de John List, un veterano de la II Guerra Mundial que trabajaba como contable y que, la mañana del 9 de noviembre de 1971, asesinó a su mujer, a su madre y a sus tres hijos adolescentes en diferentes momentos del día y a sangre fría, la escritora lo descubrió en un documental sobre perfiles criminales. En búsqueda y captura durante 18 años, List estuvo en la lista de los más buscados durante todo ese tiempo. "Lo más llamativo de él es que nunca se escondió, no cambió de vida, no cambió de aspecto, no cambió nada. Pasó desapercibido porque era una persona absolutamente común, anodina. Y esto es lo que era", analiza Dolores Redondo. Alejado del perfil común de los asesinos de novela negra que tratan de llamar la atención, él "nunca tuvo afán de protagonismo", lo que le permitió rehacer su vida, volverse a casar y regresar a su trabajo como si nada. Y esa es "la parte más desagradable de la novela también -reflexiona su autora-. Con todo lo que es la tragedia de Katrina, hace tiempo que pasó e ir a visitar ahora Nueva Orleans es una gozada y hacer esa parte de la documentación, aunque tiene una huella dolorosa, ha sido hermoso, pero asomarse al modo de pensar de alguien como él realmente es asomarse al abismo. Inquieta".

P. ¿Cree que de algún modo necesitamos que exista cierta lógica dentro del miedo que nos provocan estas historias?

R. Más de una vez me han preguntado si los lectores de novela negra son morbosos y realmente les va el crimen. Yo creo que a los lectores de novela negra les mueve lo mismo que movía a los lectores de Agatha Christie el siglo pasado. Que es atrapar al malo. Creo que en el fondo cada vez que se produce un crimen llamativo, mediático, de estos que nos conmueven profundamente, queremos el castigo inmediato, que atrapen al malo y si lo han atrapado que lo castiguen. Pero no siempre se da, ocurre que a veces en la vida real, incluso después de haber atrapado al malo, por un subterfugio legal o porque las leyes están hechas así, nos parece poco la pena o nos parece injusto que tengan permisos penitenciarios. Eso es algo que la novela negra corrige. Pocas veces hay un autor que deje sin su castigo al malo. Al final en la novela negra lo atrapamos y lo castigamos y en la vida real no siempre ocurre. Creo que el lector de novela negra busca justicia.

@mailouti