Hay quien quizá se pasa de purismo y dice que el cine mudo fue el "verdadero" cine al no necesitar los diálogos para explicarse. Un cine puramente visual que durante unos años brilló gracias al inmenso talento de los padres fundadores del entonces incipiente arte. Entre los grandes, nadie duda que el cómico Buster Keaton (Kansas, 1895-Woodland Hills, California, 1966) fue uno de los maestros que no solo sobresalió como actor y director de comedia, también fue un verdadero inventor en cuanto Keaton avanzaba a tientas por los albores de un medio que entonces apenas empezaba a nacer. El gran Buster es un merecido homenaje en el que el director e historiador del cine Peter Bogdanovich repasa los logros artísticos y nos presenta al hombre atormentado y genial que fue conocido como "cara de palo".
Dice Quentin Tarantino en el documental que Keaton destacaba porque hacía reír pero no era ni mucho menos el tonto. "¿Por qué los humoristas tienen que ser inferiores? ¿Por qué tienen que ser siempre hombres más cobardes?" se pregunta Tarantino. De manera más poética, Werner Herzog describe su cine como una "tragedia silenciosa". Su famosa "cara de palo" (stone face) es profundamente cómica porque Keaton nunca se ríe el chiste. Si la vida es una tragedia mirada de cerca y una comedia vista de lejos, en sus filmes conviven los dos planos. Por una parte, un escenario caótico en el que los trenes descarrilan, los barcos se hunden y las fachadas de las casas se desploman. Por la otra, la situación se vuelve precisamente más graciosa porque desde un punto de vista íntimo Keaton lo vive como una tragedia. Una tragedia que forma parte de ese sinsentido general de la vida pues eso y no otra cosa expresa esa estupefacción existencialista del artista.
Hijo de una pareja de acróbatas muy populares en la época, en Keaton se da una figura única, la del hombre de goma y el filósofo. Fue un artista popular y un artista profundo, el cómico que elevó el género hasta las más altas cotas con sus famosas películas de los años 20, títulos como La ley de la hospitalidad (1923), en la que trata de sobrevivir a los sucesivos intentos de asesinato por parte de sus cuñados, El moderno Sherlock Holmes (1924) o la icónica El maquinista de la general (1927), cuyas imágenes de un conductor de trenes (Keaton) que sigue adelante con su ruinoso caiga quien caiga y pase lo que pase se han convertido en uno de los momentos más famosos de la historia del cine además de pasto de mil metáforas.
Es esta una historia al gusto de Hollywood de éxito, caída y redención. Después de triunfar en los albores del cine mudo y convertirse junto a Chaplin y Harold Lloyd en el rostro más popular de la comedia, Keaton pasó unos años difíciles marcados por su fracaso matrimonial y un contrato con MGM que le quitó libertad creativa y le obligó a cumplir unos planes de rodaje que le resultaban extraños y no le permitían desarrollar su talento. Unos años marcados por la desgana y el alcoholismo con final feliz cuando aparece la que será su esposa hasta el final de sus días (la también actriz Eleanor Keaton) y el actor logra superar sus adicciones y emprender una exitosa carrera como secundario en la televisión y el cine popular de Estados Unidos. Artista memorable, maestro imborrable de la historia del cine, Bogdanovich nos propone con este excelente documental un impagable acercamiento a una obra y un hombre esenciales.