Alain Urrutia. The Age of Anxiety.
Galería Casado Santapau. Piamonte, 10. Madrid. Hasta el 27 de julio. De 3.500 a 7.000 €
Hablamos mucho de ellos, de nosotros, de los espectadores, y de nuestro acercamiento a las obras de arte. Algunas nos interpelan, otras nos conmueven, o nos dejan indiferentes… Alain Urrutia (Bilbao, 1981) lleva tiempo posando en ellas su atención, masticando y devolviéndonos esa mirada pasada por el filtro de su paleta de grises. En The Age of Anxiety, en la galería Casado Santapau, enigmáticas figuras nos dan la espalda mientras que detalles de sus cuerpos apuntan hacia cuadros de Friedrich, Holbein y del propio Urrutia. Los juegos de escala son constantes pero lo que mengua aquí no es el lienzo, sino la propia pintura. Funciona como una especie de escritorio digital en el que movemos las imágenes de un lugar a otro, en un guiño a la fotografía, punto de partida de sus obras (aunque sea en forma de archivo). Es obligado acercarse para apreciar los detalles –el fino estampado de un vestido en el que asoma tímidamente algo de color, o la Villa Rotonda de Palladio en un tatuaje–. Figuras que ocultan su rostro, detalles de manos, y pliegues de telas. El llamamiento al tacto es claro. Tocar con los ojos, mirar con las manos.
Jorge Diezma. Lo más granado.
Galería Alegría. Dr. Fourquet, 35. Madrid. Hasta el 13 de julio. 400 €
Pintura sosegada, también, la de Jorge Diezma (Madrid, 1973) en galería Alegría, con un solo lienzo por pared. Hasta aquí todo sería normal, si no fuera porque la más grande de las telas no supera los 5 centímetros de lado. Pequeños bodegones de flores, paisajes, retratos y pinturas importantes para el artista nos llaman a parar y a degustarlas sin prisa en este museo portátil autobiográfico. Resulta sorprendente que un mismo artista pueda compaginar en su producción grandes y oscuros formatos con estas piezas. Un valiente montaje que cierra con la más delicada de todas ellas: un florero que suda barniz, en alusión a su primera exposición con la galería. Entonces las pinturas se "terminaban de hacer" en la sala, lloraban laca y las lágrimas se acumulaban en el suelo. Cada día era algo nuevo. Un work in process que habla de la vida de las obras.
La pista.
La Casa Encendida. Ronda de Valencia, 2. Madrid. Comisario: Lorenzo García-Andrade. Hasta el 3 de septiembre
Y para propuestas vivitas y coleantes la de La Pista de Lorenzo García-Andrade (Madrid, 1991) en La Casa Encendida, uno de los tres comisarios ganadores de la última edición de Inéditos. Trasciende el marco-exposición y obra de arte transformando la sala de exposiciones en un club de pádel. Lo que vemos no es todo lo que hay. ¿Es una instalación deportiva, un juego, una obra de arte o una exposición? Bienvenidos sean los proyectos que reinventan los modelos y que nos hacen pensar y cuestionarnos lo que vemos. La pista se puede alquilar gratuitamente una hora al día para distintos fines, y se celebran clases de pádel-zumba y torneos deportivos entre artistas. Como exposición tiene su lista de creadores participantes, que se unirán a estos usos intermitentes en las próximas semanas. Las derivas de aquí a su cierre son impredecibles.