El jurado del Premio Princesa de Asturias de las Letras ha concedido el galardón de este año a Siri Hustvedt, autora de sobra conocida en España donde se ha traducido la práctica totalidad de su obra. Aparte de un primerizo poemario su corpus narrativo consta de siete obras de ficción y otras tantas de ensayos y obras de no ficción. El jurado ha valorado que su producción artística "incide en algunos de los aspectos que dibujan un presente convulso y desconcertante, desde una perspectiva de raíz feminista", lo que resulta ser una excelente interpretación de sus intereses artísticos. Hasta ahora el nombre de la autora iba indefectiblemente ligado al de su marido Paul Auster, galardonado en la edición de 2006, en cierta forma una injusticia similar a la que encontramos en su novela El mundo deslumbrante (2014), desde mi punto de vista su mejor obra. Esperemos que este reconocimiento sirva para situarla de manera singular y autónoma en el panorama literario internacional.
Las obras de Hustvedt, natural de Minessota con ancestros escandinavos, nos presentan una realidad que cuestiona -no sé si atreverme a escribir denuncia- los modelos estereotipados por los que se rige y funciona la sociedad actual. Más allá del feminismo, puesto de manifiesto por el propio jurado español y al que necesariamente deberé referirme, los planteamientos narrativos de Hustvedt van más allá de banales y manidas perogrulladas en un asunto tan complejo y singular. Ella sigue un doble camino, por una parte profundiza en la psique de las mujeres -su interés en Freud y el psicoanálisis queda patente en sus obras, el protagonista de Elegía para un americano (2008), por ejemplo, es psicoanalista- y por otra investiga el entramado social -según la autora Donald Trump debe buena parte de su victoria electoral a la misoginia que permea desde hace tiempo la sociedad norteamericana-; todo ello aderezado con un profundo conocimiento filosófico y el sempiterno universo artístico en el que se mueven muchas de sus heroínas y personajes.
El Cultural publicó en 2017 una interesante entrevista firmada por Saioa Camarzana titulada con una sugerente frase de la hoy galardonada: "El feminismo se ha asociado a la pérdida de feminidad". La frase, ciertamente, es un buen ejemplo de sus intereses narrativos. Vivir, pensar, mirar (2012) es un interesante volumen recopilatorio de ensayos escritos en los seis años precentes. No entraré en pormenorizar el contenido que no hace sino reflejar lo anteriormente expuesto, pero sí me interesa resaltar una frase recogida en la breve introducción: "Mis ensayos son una especie de periplo mental, una andadura en busca de respuestas con la plena conciencia de saber que nunca llegaré al final del camino". Traigo a colación la cita porque similar destino, el de no llegar nunca al final de camino, parecen tener sus heroínas desde aquel primerizo volumen de relatos Los ojos vendados (1992) hasta la más reciente Recuerdos del futuro, publicada este mismo año.
Iris Vegan, protagonista en su debut literario -obviando su poemario Reading to You (1982)- hace más de un cuarto de siglo tiene mucho de la S. H., de esa "artista adolescente" que encontramos en la más reciente... o tal vez resultaría más conveniente expresarlo en sentido contrario. El hecho de que las protagonistas de su primera y última novela vivan en el mismo apartamento de Nueva York es un hecho más que significativo. En cualquier caso la propuesta que planteo se sustenta en el ejercicio de retrospección de su "autobiografía ligeramente novelada", como ha escrito algún crítico, tal vez evitando el término "autoficción" del que reniega la autora en la entrevista concedida a El Cultural sobre este libro.
A lo largo de este periplo circular encontramos dos novelas fundamentales para entender la narrativa y los intereses artísticos de Hustvedt: El verano sin hombres (2011) y la referida El mundo deslumbrante (2014). En estas dos obras encontramos sendas mujeres -Mia en la primera y Harriet en la segunda- que personifican lo que son las heroínas de su creadora. La primera está al borde de la locura cuando es abandonada por su marido hastiado de una vida anodina y baladí después de 30 años de matrimonio; la segunda fue artísticamente ignorada por vivir a la sombra de su marido, un marchante de arte. Ambas, siguiendo el patrón, están interesadas por la creación artística, y también participan de una similar casuística personal y social.
Pero lo más interesante, lo que hace singular la producción literaria de Hustvedt, es su particular enfoque. A la novelista no parece interesarle explorar los complejos mecanismos de pareja como encontramos en excelentes autores masculinos -me vienen a la memoria, por ejemplo, John Updike o Philip Roth entre una larga lista-, sino que focaliza el diseño de sus protagonistas femeninas tomando como eje narrativo un ejercicio de introspección que supera los límites matrimoniales. Mia regresa a su pueblo natal donde su anciana madre vive en un asilo; Harriet, buena conocedora de los entresijos del mundo artístico, se ocultará tras el nombre de tres creadores masculinos. Una y otra participan de similar búsqueda de resolución personal, del referido "periplo mental" evocado por su creadora.
"Creo que llegar a un acuerdo con la misoginia en curso en la cultura y cómo interactúa con cuestiones de clase y color es urgente. Y la literatura puede ser un elemento clave, ya que no existe fuera de la filosofía o de la historia de las ideas", afirmaba Hustvedt en la mencionada entrevista reciente. Tal vez sea esta propuesta de aproximación a la realidad desde el mundo de las ideas y el arte lo que han valorado los miembros del jurado del Princesa de Asturias.