El arte puede crear imaginarios que anuden significaciones poéticas, morales y políticas. Lo sabe muy bien Jenny Holzer (Gallipolis, Ohio, 1950) que presenta en el Museo Guggenheim Bilbao una formidable exposición que abarca una trayectoria de cuarenta años. En ella da forma con una variedad de medios experimentales a cuestiones recurrentes en su trabajo: la violencia en todas sus manifestaciones -con especial atención a la que padecen las mujeres-, el poder, la muerte, los dilemas sexuales o las amenazas a la libertad.
Vuelve Holzer al museo que acoge desde su inauguración, en 1997, varias de sus instalaciones, con Lo indescriptible, una completa muestra que constituye un verdadero acontecimiento artístico internacional. Reúne lo más logrado de su producción y se corona con nuevas piezas realizadas para la ocasión, entre las que destaca la proyección nocturna de más de un centenar de textos poéticos, pertenecientes a una veintena de poetas españoles y extranjeros, en la fachada trasera del museo. Consigue con ellos transformar fugazmente el paisaje urbano, evocando una suerte de relámpagos críticos que producen al mismo tiempo encantadores destellos y reflejos en la ría.
La muestra, un verdadero acontecimiento artístico internacional, reúne lo más logrado de la obra de Holzer
Ya en el interior del museo, el itinerario se inicia con la serie Truismos, una compilación de breves ensayos incendiarios y lamentos grafiados en modestos carteles que la artista colocaba en las calles de Nueva York en los años setenta. Con voluntad performativa, esta serie engloba una lista de más de 250 declaraciones compuestas por una única frase. Hay una economía temporal y formal de urgencia que tiene que ver -recuerda Holzer- con el lapso de tiempo que una persona tarda en recorrer unos metros. Los Ensayos incendiarios (1979-82) participan también de ese tono de manifiesto. Se imprimieron en papeles de colores y también se colocaron en espacios públicos. Esta suerte de agitprop sobre cuestiones políticas, religiosas o filosóficas prefiguraría sus tomas de posición posteriores aunque se valdrá de nuevos dispositivos, como sus célebres leds, para motivar una recepción reflexiva en la que no perderá de vista la dimensión estética y afectiva. Survival (Supervivencia, 1989) fue la primera en la se apropiaba irónicamente de estos soportes publicitarios.
Dos sarcófagos, que llevan inscritos fragmentos de su texto Lamentos (1989), refieren a una memoria de las trágicas consecuencias del sida. “Mi hábitat son las frases cortas” -explica Jenny Holzer- que celebra que algunas de ellas hayan sido utilizadas por movimientos feministas. En otras salas las proyecciones en letreros electrónicos remiten a situaciones que denuncia, como la barbarie de la guerra en Siria y la crisis de los refugiados. Así ocurre en THERE WAS A WAR, una señal led vertical de forma cuadrangular que cuelga de una estructura robótica suspendida del techo de la sala y que incluye 131 relatos de testigos presenciales reunidos entre 2011 y 2016 por las organizaciones Human Rights Watch y Save the Children. Otra instalación, producida para esta muestra es I WOKE UP NAKED (2018) (Me desperté desnuda), que recoge testimonios de la violencia sexual. Merece la pena destacar la instalación de leds curvos apoyados en el suelo que titula Purple (2008), relativa a las violaciones que sufrieron numerosas mujeres en la guerra de los Balcanes. Y hay una novedad en su trabajo: una banda sonora que añade un mayor dramatismo a esa perturbadora pieza. La guerra y los abusos de poder también están presentes en la instalación SWORN STATEMENT (Declaración jurada). RAM (Ariete, 2016) contiene una selección de poemas del libro Budowalam Barykade (La construcción de la barricada), de la magnífica poeta polaca Anna Swirszczynska, motivado por su experiencia en la resistencia en la Segunda Guerra Mundial.
Redaction Paintings (Pinturas de censura) es otra serie iniciada en el 2000 y realizada en óleo sobre lino. Aquí Holzer reproduce documentos desclasificados, pero censurados, que se refieren a operaciones militares en Afganistán o Iraq. Se trata de una obra poco conocida que ahora se presenta con nuevos desarrollos. Aplica colores y hojas de metal a las superficies de algunos lienzos, para producir efectos contradictorios de visibilidad o de invisibilidad. Hay también otras imágenes que incluyen textos realizados en grafito sobre papel de calco como Living: Affluent college-bound students… (Viviendo: los estudiantes acostumbrados a vivir cómodamente en la universidad...), 1998. Holzer es consciente de que el efecto crítico de sus propuestas no está garantizado, y que tanto en la producción como en la recepción hay un resto enigmático que no puede ser racionalizado. Con todo, persevera en su indagación sobre un mundo en el que casi nada le es ajeno.
Hay un universo de formas implicadas en sus pinturas o instalaciones que dan forma a resignificaciones ético-políticas, y a nuevas formas de compromiso y testimonio con la participación de los testigos. También un juego de elecciones poéticas y estéticas, un inventario de aleaciones tensas entre las imágenes y las palabras que han renovado las disputas críticas en el arte contemporáneo. Todo su trabajo parte de esas premisas, y de la paradoja de mostrar lo que no puede dilucidarse plenamente. De eso habla su acto creativo.
La muestra se completa con una sala donde se presenta una selección de obras de su colección privada que amplía nuestro conocimiento sobre su universo de elecciones, diálogos y afectos. Están, por ejemplo, Natalia Goncharova, Paul Klee, Alice Neel, Joseph Cornell, George Grosz, Mark Tobey, Nancy Spero, Lee Lozano, Nan Goldin, Paul Thek y, con un protagonismo especial, Louise Bourgeois, con la que mantuvo una amistad y complicidad de larga memoria.